44 años sin Agustín Rueda Sierra
En la madrugada del 14 de marzo de
1978, en la cárcel de Carabanchel moría a causa de las torturas infligidas el
joven obrero libertario Agustín Rueda Sierra.
Los ejecutores de esas torturas fueron
los funcionarios actuando bajo la participación y supervisión directa del
director de la prisión de Carabanchel Eduardo Cantos, el subdirector Antonio
Rubio.
Tres días después, un juez dictaba
orden de procesamiento por presunto delito de homicidio contra el director de
la cárcel, Eduardo Cantos Rueda, el subdirector Antonio Rubio, el jefe de
servicios Luis Lirón de Robles y nueve funcionarios más. Una muestra del
contexto de conductas no infrecuentes en las prisiones.
Al parecer, según dice Manolo Revuelta
en su libro “Sumario 22/79 Herrera de la Mancha, una historia ejemplar”, el
entonces director general de instituciones penitenciarias rechazó la propuesta
del director de la cárcel para “echar tierra al asunto”. Inmediatamente los
funcionarios de prisiones se movilizaron creando “comisiones de apoyo” a los
encausados y la apertura de una cuenta corriente en la cual a finales 1979 se
habían ingresado más de siete millones de pesetas (Sumario 22/79 herrera de la
Mancha. pág. 131).
Cinco días más tarde, el 22 de marzo
de 1978 dicho director general de prisiones fallecía a raíz de unos disparos,
una acción reivindicada posteriormente por los Grupos Revolucionarios Armados
Primero de Octubre.
Al director general de instituciones
penitenciarias le fueron otorgadas a título póstumo en 1978 la medalla de oro
al mérito penitenciario; la gran cruz del mérito naval con distintivo blanco y
la gran cruz de la real orden de reconocimiento civil a las víctimas del
terrorismo. De este modo la Administración del Estado no tan solo negaba cualquier
responsabilidad sobre las torturas y muerte en las cárceles, sino que se
alentaba a futuros torturadores y homicidas a continuar con estas prácticas, lo
cual ocurrió posteriormente en la cárcel de Herrera de la Mancha con varios
presos y en especial contra un testigo en Carabanchel del asesinato de Agustín
Rueda.
A raíz de las denuncias presentadas
por varios presos, el Ministerio fiscal solicitó el procesamiento de seis
funcionarios de la cárcel de Herrera de la Mancha, petición a la cual se opuso
la Abogacía del Estado y como resultado, un AUTO dictado por el Juez de
Instrucción de Manzanares el 28 de enero de 1980 en el cual “No ha lugar a
decretar el procesamiento solicitado por el Ministerio Fiscal y la Acusación
Particular, de los Funcionarios de la prisión de Régimen Cerrado de Herrera de
la Mancha”.
¡Aquí no pasa nada!
El sumario de los procesados de la
cárcel de Carabanchel fue cerrado en 1980 pero todos habían sido puestos en
libertad condicional en 1979 por orden de Rodolfo Martín Villa, Ministro de
Interior en aquel momento. Ministro bajo cuyo mandato se produjeron los
asesinatos de Vitoria en 1976, Semana pro-amnistía en 1977, Sanfermines en
1978, Caso Scala en 1978,… y una larga lista cuyos datos pueden encontrarse en
las distintas hemerotecas de estos años. Y tal como “liberó” a los torturadores
y homicidas de Carabanchel y concedió la medalla de plata al mérito policial al
torturador Antonio González Pacheco “Billy el niño”.
Al cabo de 10 años, en 1988, la
Audiencia Provincial de Madrid consideró que la tortura y asesinato de Agustín
Rueda era “un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte” y no un
caso de homicidio.
Se condenó a 10 años de cárcel a
Eduardo Cantos, director de Carabanchel cuando se produjeron los hechos, al subdirector
Antonio Rubio y a cinco funcionarios más. Otros tres encausados fueron
condenados a ocho, siete y seis años, respectivamente. Y a dos años de cárcel
los médicos que ocultaron el grave estado de Agustín Rueda tras las torturas.
De todos ellos, ninguno llegó a permanecer más de ocho meses en prisión.
Chicho
Sánchez Ferlosio fue el primero que dedicó un poema en homenaje a Agustín
Rueda:
Amigo Luís Llorente, que fuiste preso ayer;
escúchame Felipe; Santiago, entérate:
bajad de esos escaños forrados de papel,
que Agustín Rueda Sierra murió en Carabanchel.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Si cuatro de uniforme te empiezan a pegar.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Tendido está en el suelo y no contesta ya.
Bonita democracia de porra y de penal;
con leyes en la mano te pueden liquidar.
Y a aquél que no lo alcanza de muerte un tribunal,
lo cogen entre cuatro y a palos se la dan.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Lo sacan de la cárcel para ir al hospital.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Agustín por buscarla, miradlo como está.
En 1988, a los diez años del
asesinato, el grupo de rock Barricada, dedicó un tema a la muerte de Agustín
Rueda Sierra. El tema se llamó “El último vagón” en el disco llamado Rojo. Otro
grupo de rock que le ha dedicado una canción es el grupo “Sin Dios”, que en
2002, en su CD “Odio al imperio”, cantan un tema llamado “Agustín Rueda”.
También, a los diez años del
asesinato, en un momento en que algún periodista se atrevía a abrir la boca
sobre algo que no fuera dictado, Rosa Montero escribía el 16 de Enero de 1988
en El País: “… Así, con la perspectiva pudridora del tiempo transcurrido, el
tormento de Rueda se ha convertido en un espejo horripilante de este país, con
directores que no dirigen, médicos que no medican y funcionarios que no funcionan.
Y todos ellos aplicando su poco de muerte al cuerpo lacerado de Agustín.
… Eduardo Cantos, el ex director de la
cárcel, declaró haber estado presente aquel día en el interrogatorio de dos de
los reclusos. De dos de los apaleados como Rueda. Y explicó que no se entero de
que les estuvieran pegando porque se encontraba de espaldas y hablando por
teléfono. Eso dijo Eduardo Cantos con toda impavidez y sin que le temblara la
grasienta papada. Qué apasionante llamada debía de estar realizando, qué espaldas
tan impenetrables y graníticas, para que allí, en el morrillo de su corpachón,
se estrellaran y perdieran los quejidos, los insultos, los alaridos, el redoble
seco de los golpes. Así están todos, sordos y ciegos. Y a su paso van dejando
un reguero de sangre.
… Durante una larguísima década todos
nosotros nos hemos convertido en Eduardo Cantos. Magistrados que no magistran,
políticos que no ejercen su labor política, ciudadanos que no exigimos lo que
debemos exigir, toda una sociedad de sordomudos. A qué teléfonos habremos
estado llamando mientras Agustín Rueda moría una y otra vez en el olvido”.
Los crímenes de Estado suficientemente
demostrados anteriores a 1977 quedaron impunes mediante la “Ley de amnistía”, y
los posteriores mediante unas lecturas interesadas del código penal por parte
de los magistrados, y cuando el escándalo ha sido lo suficientemente grande
como en el caso de Agustín Rueda, la mano salvadora del ministro de turno ha
cubierto con un tupido velo les crímenes y sin pudor ha recurrido a los
indultos o cualquier otro artilugio para acurrucar a sus pupilos. Pupilos de
extrema derecha claro.
Los peligrosos y puestos en el punto
de mira son aquellos que no se someten ni se arrodillan ante tanta
desvergüenza.
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