CUANDO LA MAYORÍA SILENCIOSA HABLA
Los docentes baleares están en huelga indefinida desde el 16
de septiembre. El catalizador ha sido la imposición de una regulación de la
lengua en la escuela pública segregadora e inaplicable en la situación actual
de recortes generalizados.
Pero no ha sido sólo la política lingüística lo
que ha movido a la comunidad educativa en baleares, la defensa de la educación
pública que recorre todo el estado es común a una lucha que, lejos de
encontrarse agotada, fue capaz de poner en las calles de Mallorca la
manifestación más numerosa en la historia de la isla.
El presidente balear, José Ramón Bauzá no se ha salido del
guión de su partido en su intento de desprestigiar las protestas en la
educación pública balear. Una vez más le hemos oído insistir en el manido
argumento de la mayoría silenciosa que no sale a las calles y por tanto, se
supone que expresan en su silencio un respaldo incondicional a sus políticas.
Llevo todo el fin de
semana en Palma y diría que la mayoría lejos de ser silenciosa se ha expresado
con claridad.
Desde el viernes he visto por rincones diversos de la ciudad
marchas en bici, actos de estudiantes y sobre todo gentes de a pie, en sus
quehaceres cotidianos que visten el paisaje urbano con el verde ya inseparable
de la lucha por la educación pública. La marea el domingo se convirtió en un
tsunami impresionante nunca visto en la isla. En un ambiente festivo se dio
cita una mayoría que no calla sino que clama por proteger lo de todos.
Recorriendo la inmensa marcha un manifestante me entrego un
pequeño papel que recogía los datos de voto de las últimas elecciones
autonómicas: de los 711.611 votantes censados, fueron 194.680 quienes le
otorgaron a Bauzá la presidencia, parece obvio que la mayoría social balear, no
respalda al PP. Cuentas similares se han hecho en las elecciones generales, y
en las encuestas de los últimos meses que reflejan de manera reiterada que casi
la mitad de los encuestados no votaría a las opciones actuales.
Parece obvio que el
sistema democrático español vive una crisis de legitimidad, pero no nos
engañemos, sigue en pie, sigue tomando decisiones, sigue poniendo los recursos
públicos al servicio de la minoría privilegiada, y así seguirá mientras no haya
una expresión electoral que aglutine a la mayoría que comparta la imperiosa
necesidad de poner en el centro de la política la defensa del bienestar de los
más a costa de reducir los privilegios de los menos.
Desde luego cambiar las correlaciones de fuerzas en las
urnas no es cambiar el sistema, pero
supone dar el primer paso en un cambio más profundo, hemos de tener claro que
hay que dar ese paso, pero no podemos olvidar que el camino que se inicie debe servir para construir un proyecto nuevo
de país y por tanto, cada paso, debe expresar avances en un cambio profundo.
El modelo de democracia como sistema de selección de elites para el gobierno de los
asuntos públicos nos ha traído hasta aquí, hasta el punto en el que el gobierno
basa su legitimidad en el silencio popular.
Ese silencio no es
respaldo ni acuerdo, es incomparecencia, desarticulación, inexistencia de una
sociedad civil con poder suficiente para que el poder político del estado esté
a su servicio y no al del poder económico.
Lo que he visto este
fin de semana en Palma, no ha sido sólo lo numeroso de la marcha, lo que me
ha impresionado es que el respaldo a la
misma lo he encontrado en cada rincón de la ciudad; en los bares de barrio que
distribuían las camisetas, en los paseantes que te paraban a preguntar de donde
sale la marcha. El éxito de la assemblea
de docents en baleares es que son pueblo, que es la gente común la que ha
llenado una caja de resistencia que será clave para mantener la lucha.
Esto es lo que
debemos aprender de esta cita histórica, el cambio social empieza por victorias
electorales pero estas no vendrá sólo de organizaciones que lideren coaliciones
de izquierdas, sino de aquellas que sean capaces de articular procesos de
convergencia que se expandan entre la sociedad, que invadan la cotidianidad de
las gentes de a pie seduciéndolas en un proyecto colectivo de una nueva
sociedad civil activa y exigente a la que nunca más se la engañe con promesas
hipotecadas a plazo fijo.
Tania Sánchez Melero