XOSÉ VILLAVERDE VELO, EL GRAN ORGANIZADOR DEL SINDICALISMO GALLEGO
Pese al opresivo clima que se vive en Galicia desde hace dos meses, Uxía, siempre optimista, intenta seguir disfrutando de los pequeños placeres de la vida. Uno de ellos, una de las formas que consigue encontrar para escapar durante unos momentos de la desagradable realidad, es pasear por la playa. Casi todos los días se despierta al amanecer y, antes del desayuno, sale con su perro Max a caminar por la playa de Sabón, la más cercana a su domicilio en el pueblo coruñés de Arteixo. Mientras el animal se dedica a perseguir las bandadas de gaviotas que aprovechan la ausencia de gente para asentarse en la orilla, Uxía, con los zapatos en la mano, le sigue mientras las olas bañan sus pies.
No obstante, hoy es 25 de septiembre de 1936 y la realidad va a invadir el paréntesis de la mujer. En Sabón, esta vez, Max no solo encuentra gaviotas, conchas y algún cangrejo. El perro, a unos 50 metros de su dueña, está examinando un cuerpo humano tirado al borde del mar. Uxía grita a Max para que se aparte y acelera el paso mientras en su cerebro van surgiendo posibilidades. La víctima de una noche de borrachera, un ahogado por accidente… Todas le parecen buenas opciones frente a lo que sabe, frente a lo que no necesita siquiera confirmar. Aun así, siente el deber de hacerlo. El cuerpo, boca abajo y con la ropa empapada, es de un hombre de mediana edad. Ella le da la vuelta y le toma un pulso que hace tiempo que ya no existe. Se decide a contemplar su rostro. La parte superior del cráneo da la razón a sus primeras intuiciones. Está destrozada y un agujero de bala a la altura de la sien explica lo ocurrido. Los ojos de Uxía recorren el resto de la fisonomía de la cara del cadáver. Ella nunca ha estado muy metida en política. Aun así, mucha gente de por aquí le reconocería, igual que ella. Es Villaverde.
UN ARTÍFICE DE LA HEGEMONÍA CENETISTA
El cuerpo encontrado por Uxía, efectivamente, corresponde a Xosé Villaverde Velo, un gran desconocido que fue el principal sindicalista gallego anterior a la Guerra Civil. Nacido en 1894 en Santiago de Compostela, al igual que decenas de miles de trabajadores y trabajadoras españoles de su generación, su formación como obrero corrió paralela a su formación como militante. Así pues, ya cuando trabajaba como tallista en Compostela con 15 años, participaba a su vez en la Federación Local de Sociedades Obreras. Siempre con un pie en la capital gallega, cuando cumplió los 18 años se trasladó a Vigo, donde fue tomando responsabilidades no solo en las organizaciones de carpinteros, principal ramo en el que trabajó, sino en otras de transportes y estibadores, así como en acontecimientos como la huelga general de 1917, cuyo liderazgo a nivel local le supuso un tiempo de prisión.
Villaverde, como muchos militantes destacados en territorios donde la CNT, de creación muy posterior a la UGT, tardó más en arrancar, fue durante estos años un ejemplo de doble militancia. Los sindicatos, al contrario de lo que se suele pensar, no tenían por qué estar adscritos a una tendencia determinada, sino a criterios prácticos más relacionados con la realidad de la zona. Por ejemplo, sindicatos de la CNT no tenían por qué estar gestionados por personas de una línea libertaria, y sindicatos de la UGT no tenían por qué tener al frente a militantes del Partido Socialista. Un ejemplo es Villaverde, antiautoritario que, al mismo tiempo que participaba en los grandes comicios cenetistas, desempeñaba su trabajo sindical propiamente dicho en la UGT, cuya federación local viguesa le llegó a elegir secretario general en 1920.
Sin embargo, esta situación terminó con la constitución pocos años después de la Confederación Regional Galaica de la CNT, en la que Villaverde se involucró tanto a nivel orgánico como en la dirección de sus medios de prensa. Tras la agitada dictadura de Primo de Rivera, Villaverde se puso al frente de la organización confederal en Galicia.
Al igual que otras figuras como Joan Peiró y Ángel Pestaña, era partidario, frente a otras vías que apostaban más por la insurrección permanente, de reforzar los sindicatos como vía imprescindible para llevar a buen puerto la revolución social.
En 1930 escribió el epílogo de la obra Problemas del Sindicalismo y del Anarquismo, de Peiró. En él explicaba: “No se destruye todo con la facilidad que se cree. Las raíces de la sociedad opresora son más fuertes que nuestras ilusiones y, aun no siéndolo así, con las ilusiones se precisa un plan, un método, una articulación, una fuerza que sea más que fuerza ciega, que sea el trabajo organizado lo más científicamente posible por los mismos que trabajan”. Con estas ideas, su apuesta por la alianza obrera y el trabajo constante para atraer a los trabajadores de la industria marítima, el mandato de Villaverde como secretario general en Galicia se saldó con un espectacular éxito. Los 13.000 afiliados se multiplicaron hasta llegar a 33.000 y, concretamente en la provincia de A Coruña, la hegemonía cenetista era similar a la existente en otras zonas como Zaragoza o Barcelona.
Pese a cierta resistencia inicial, a finales de julio de 1936 el golpe militar triunfó rápidamente en territorio gallego. En agosto, Xosé Villaverde fue detenido. Al igual que ocurrió con Peiró, el nuevo régimen le instó a colaborar con sus órganos ‘sindicales’. Su negativa condujo al fusilamiento, el 24 de septiembre. Al día siguiente, su cadáver apareció en la playa de Sabón.
A Uxía no se le pasa por la cabeza informar del crimen a las autoridades, porque las autoridades son el crimen. A duras penas aleja el cadáver del agua, se calza y corre junto a Max en busca de un vecino que formaba parte de los sindicatos pesqueros que tanto hizo crecer Villaverde. Él sabrá qué hacer.
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