LA MATANZA DE BADAJOZ 1936
El 14 de agosto de 1936, casi un mes desde el comienzo de la sublevación
fascista, la ciudad de Badajoz cayó bajo el mando del mayor asesino que se
conoce en la historia de este municipio, el general Yagüe, comenzaría así el principio
del horror y humillación más grande sufrida por sus vecinos.
La Guardia Civil ansiaba venganza, días atrás se habían atrincherado en el
cuartel situado junto a la iglesia de Santo Domingo, tras varios días se
rindieron y lejos de ser fusilados fueron encarcelados como presos políticos en
la cárcel de Badajoz al igual que otros sublevados que tampoco fueron
fusilados, aunque se definían a sí mismos como fascistas.
La cárcel se encontraba en la calle Atocha, lo que se conoce como la
Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Oficial de Idiomas. El director de la
cárcel se llamaba Miguel Ángel Pérez Blasco, fascista confeso contrario al
alcalde socialista Sinforiano Madroñero, éste ejercía sus funciones sin ninguna
limitación aun estando ocupada la ciudad por la izquierda, ordenó volver al
trabajo al profesor de la prisión Vicente López de Haro Rodado aun
encontrándose de vacaciones, para hacerlo preso justo a la entrada de los
nacionales y posteriormente mediante la “causa general” promovida por Franco para
denunciar a todos los sospechosos de rojos y contrarios al fascismo, ser
fusilado sin juicio previo el 17 de agosto de 1936.
El 13 de agosto los nacionales alcanzaron la ciudad, situaron sus ofensivas
en tres zonas estratégicas, la brecha abierta en la muralla localizada junto al
actual parque de los Legionarios donde estaban situados los que su mismo nombre
indica, la Legión, la brecha abierta en lo que se conoce como la carretera de
la Circunvalación junto al puente de la Autonomía donde se encontraban los
moros y la brecha abierta en la conocida como avenida de Huelva, junto al
Instituto Zurbarán donde se encontraban los falangistas y demás sublevados. La
Alcazaba de Badajoz parecía un fuerte muy difícil de alcanzar para Yagüe.
Los obuses eran lanzados y volaban por encima de las cabeza de las personas
que vivían junto a la estación de trenes, todo el que intentaba escapar hacia
Portugal, al entrar los nacionales en la ciudad, era detenido y enviado de
vuelta por los militares de Salazar.
El teatro López de Ayala fue bombardeado y totalmente hundido por las
bombas debido a que decían que allí se encontraban hacinados muchos rojos.
Tras derribar las resistencias los moros entraron en la ciudad sedientos de
sangre matando a todo el que salía a la calle, violaban mujeres y arramplaban
con toda la comida que encontraban, cuentan que guardaban en sus bombachos las
cabezas cortadas de los milicianos que tenían dientes de oro como premio.
En la catedral, se atrincheró una resistencia roja, hubo un enfrentamiento
armado pero poco después fueron asesinados por los hombres de Yagüe, comenzaron
los fusilamientos en San Juan, en medio de la plaza se desarmaba y se procedía
a la masacre, corría la sangre por las aceras de la actual calle Zurbarán,
junto al actual bar Mercantil, de ahí su nombre, la “calle de la sangre”.
Junto al hotel Zurbarán, próximo a Puerta Palma había una nave donde
guardaban caballos, éstos fueron sacados para hacinar allí a cientos de presos
rojos para posteriormente ser enviados a la calle Pedro de Alvarado próximo al
seminario y a la estación de trenes, a la casa de uno de los tenientes
militares fascistas nacido en Badajoz, aquí se hacían juicios rápidos, siempre
desfavorables para los milicianos ya que eran condenados a muerte por un tribunal
militar. Los hermanos Plá, pertenecían a una conocida familia adinerada de
Badajoz, se definían como republicanos y por esto fueron encarcelados también,
el obispo Jose María Alcaraz y Alenda, fascista con las manos llenas de sangre
hizo un esfuerzo interesado por sacarles de allí hablando con Yagüe, pero aun
así éste no le hizo caso y los mandó matar.
En la plaza de toros situada donde ahora se encuentra el Palacio de
Congresos, fueron llegando los camiones con los detenidos que la gente iba
denunciando, no se sabe si por miedo o por envidia, por riñas anteriores que
poco tenían que ver con ideales políticos. Se hacinaban hasta no caber e iban
siendo fusilados, la mayoría sin juicio previo debido a no tener ningún motivo.
Las mujeres, madres, hermanas… dormían alrededor de la plaza esperando noticias
de sus hombres. De igual manera ocurrían los asesinatos en el cementerio, en su
muro y en su interior, los cuerpos eran quemados y posteriormente enterrados en
la fosa común que allí se encuentra. Muchos familiares se acercaban a ver si
podían ver sus cuerpos y así saber si habían muerto o no.
Mientras tanto el gobierno de la República mandó bombardear Badajoz, pero
el jefe de la aviación Mendiola, que era pacense, ordenó dar la vuelta para no
matar a la población descargando las bombas junto al barrio de San Roque.
Queipo de Llanos republicano sublevado en Sevilla que consiguió ocupar esa
ciudad mientras llegaban los moros mandando a unos militares subirse a un
camión y proceder a dar vueltas alrededor para dar sensación que eran muchos,
dió un mitin en la Plaza de San Francisco alardeando su victoria mientras
tanto.
Los familiares de los asesinados eran reprimidos y despedidos de sus
trabajos, a sus hijos se les decía que sus padres eran malos y por eso habían muerto,
eran obligados a cantar el “cara al sol” cada mañana de pie con el brazo alzado
y a dar gracias a los salvadores de la patria.
Los matrimonios civiles eran anulados y los nacidos de estos y no
bautizados reprimidos, así como los niños huérfanos.
Badajoz quedó lleno de viudas, lleno de sangre, sin población civil joven y
obligada a olvidar y a callar la humillación.
El general Yagüe confesó sonriendo, por segunda vez al ser preguntado sobre
si era verdad esta matanza en Badajoz, que no podía dejar que en sus filas
avanzaran 4000 presos rojos, jamás hubieran ganado la guerra entonces.
Que los crímenes de guerra aquí cometidos no queden impunemente olvidados.
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