ARTICULO EN RECUERDO DE RICARDO MELLA EN EL 89 ANIVERSARIO DE SU MUERTE
Tuve, en vísperas de las pasadas elecciones, la humorada de
asomarme al paraíso de cierto teatro donde se celebraba un mitin electoral. Era
para mí un espectáculo nuevo en el que tomaban parte antiguos amigos de amplias
ideas con gentes nuevas de limitadísimas orientaciones. Salí de allí con la
cabeza caliente y los pies fríos. Tuve que soportar una regular jaqueca de
providencialismo político y, naturalmente, sufrí las consecuencias. Estoy
maravillado. No pasan días por las gentes. No hay experiencia bastante fuerte
para abrirles los ojos. No hay razón que los aparte de la rutina.
Como los creyentes que todo lo fían a la providencia, así
los radicales, aunque se llamen socialistas, continúan poniendo sus esperanzas
en los concejales y diputados y ministros del respectivo partido. «Nuestros
concejales harán esto y lo otro y lo de más allá.» «Nuestros diputados
conquistarán tanto y cuanto y tanto más.» «Nuestros ministros decretarán,
crearán, transformarán cuanto haya que decretar, crear y transformar.» Tal es
la enseñanza de ayer, de hoy y de mañana. Y así el pueblo, a quien se apela a
toda hora, sigue aprendiendo que no tiene otra cosa que hacer sino votar y
esperar pacientemente a que todo se le dé hecho. Y va y vota y espera.
Tentado estuve de pedir la palabra y arremeter de frente
contra la falaz rutina que así adormece a las gentes. Tentado estuve de gritar
al obrero allí presente y en gran mayoría:
«Vota, si, vota; pero escucha. Tu primer deber es salir de
aquí y seguidamente actuar por cuenta propia. Ve y en cada barrio abre una
escuela laica, funda un periódico, una biblioteca; organiza un centro de
cultura, un sindicato, un círculo obrero, una cooperación, algo de lo mucho que
te queda por hacer. Y verás, cuando esto hayas hecho, como los concejales, los
diputados y los ministros, aunque no sean tus representantes, los
representantes de tus ideas, siguen esta corriente de acción y, por seguirla,
promulgan leyes que ni les pides ni necesitas; administran conforme a estas
tendencias, aunque tu nada les exijas; gobiernan, en fin, según el ambiente
por ti creado directamente, aunque a ti maldito lo que te importe de lo que
ellos hagan. Mientras que ahora, como te cruzas de brazos y duermes sobre los
laureles del voto-providencia, concejales, diputados y ministros, por muy
radicales y socialistas que sean, continuarán la rutina de los discursos
vacíos, de las leyes necias y de la administración cominera. Y suspirarás por
la instrucción popular, y continuarás tan burro como antes, clamarás por la
libertad y tan amarrado como antes a la argolla del salario seguirás,
demandarás equidad, justicia, solidaridad, y te darán fárragos y más fárragos
de decretos, de leyes, reglamentos, pero ni una pizca de aquello a que tienes
derecho y no gozas porque ni sabes ni quieres tomártelo por tu mano.
«¿Quieres cultura,
libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros
vengan a dártelas. La fuerza que tú no tengas, siéndolo todo, no la tendrán
unos cuantos, pequeña parte de ti mismo. Ese milagro de la política no se ha
realizado nunca, no se realizará jamás. Tu emancipación será tu obra misma, o
no te emanciparás en todos los siglos de los siglos. «Y ahora ve y vota y
remacha tu cadena.»
"Solidaridad Obrera", Gijón, 25-XII-1909
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