La buena vida de nuestros corruptos
Solo Díaz Ferrán, que se acaba de comprar una maquinilla de
afeitar de 200 euros, y Juan Antonio Roca están entre rejas. Roldán se ha
casado con una rusa que conoció en un chat, Naseiro presume de la mejor
colección de bodegones del mundo, Javier de la Rosa viaja en un Smart, pero con
chófer...
En su nuevo hogar no
hay ni rastro de sofás tapizados en tela italiana, ni televisores Bang&
Olufsen, ni jarrones chinos. Ni mucho menos de uno de los exponentes más
desaforados de su pasión por el lujo hortera: lámparas de huevo de avestruz. Su
nuevo hogar se reduce a un catre, una mesa, unas estanterías para colocar ropa
y el retrete. Quizás en sus noches de nostalgia Gerardo Díaz Ferrán recuerda
las amplias estancias de su chalé de 328 metros cuadrados en la majestuosa
calle Arturo Soria de Madrid. O los paseos bajo las estrellas y junto a la
piscina en su jardín de 1.300 metros cuadrados. Hoy tiene que conformarse con
los 10 metros de su celda y los garbeos por el patio de la prisión.
Pero hasta entre las
paredes de la cárcel de Soto del Real hay hueco para los caprichos del
expresidente de los empresarios españoles. Su jornal carcelario asciende a 90
euros semanales (ahora se acordará del lingote de oro de un kilo que halló la
Policía en su chalé cuando fue arrestado), con los que se ha comprado una
maquinilla profesional de afeitar de casi 200 euros y varios botes de gomina
–solo usa de la buena–. En la intimidad de una sala vis a vis hasta celebró con
su familia a finales de diciembre su 70 cumpleaños.
El arresto y
encarcelamiento de Díaz Ferrán por supuesto alzamiento de bienes y blanqueo de
dinero en Nueva Rumasa y el Grupo Marsans es solo el último de los episodios de
corrupción en España. Perdón. El último ha sido el ‘caso Pallerols’, el turbio
asunto de las subvenciones europeas para la formación de parados que fueron
destinadas a financiar a Unió y cuyas salpicaduras ha regateado con maestría el
diputado Josep Antoni Duran i Lleida. Ah, no... Perdón. El último ha sido el
enésimo episodio de Luis Bárcenas, el otrora tesorero del PP, de cuyo nombre en
la calle Génova nadie quiere ahora acordarse: al parecer repartía sobres
cargados de dinero negro entre los líderes populares mientras mantenía oculta
una cuenta con 22 millones de euros en un banco suizo. Bárcenas también está
imputado en el ‘caso Gürtel’, red de corrupción política liderada por el
también famoso Francisco Correa.
Quedarse con el
dinero ajeno parece una práctica irremediablemente ligada al ADN español. Hoy,
más de 300 políticos están imputados en investigaciones por presunta corrupción
en nuestro país. Y no es un mal de estos tiempos. En la corte de Felipe III,
allá por el siglo XVII, ya florecía. Que se lo digan al taimado Duque de Lerma,
don Francisco de Sandoval y Rojas. Él protagonizó el primer pelotazo
urbanístico de la historia. El astuto duque convenció al Rey para trasladar la
corte de Madrid a Valladolid. Antes compró dos palacios... que luego vendió a
Su Majestad. El primer crack de la especulación.
Ahora en España hay
tanto mangoneo como en Botsuana, por ejemplo –ocupa el número 30 del ranking–.
Y no es una afirmación gratuita. Son datos del Índice de Percepción de la
Corrupción 2012 presentado por Transparencia Internacional, una ONG que
anualmente analiza este problema en 176 países en función de la percepción de
los ciudadanos, especialistas y colectivos consultados por organismos
internacionales. Los más íntegros son los daneses y los finlandeses.
Hoy suenan Díaz
Ferrán, Juan Antonio Roca –por cierto, los únicos que siguen en prisión–,
Julián Muñoz, Francisco Correa, Álvaro Pérez ‘El Bigotes’, José Luis Baltar...
Pero allá por los finales de los 80 y comienzos de los 90, con la democracia en
plena ebullición, surgieron los primeros ‘figuras’ de la corrupción. Tipos como
Luis Roldán, el empresario Javier de la Rosa, el ‘hermanísimo’ Juan Guerra, el
juez Luis Pascual Estevill, el banquero Mario Conde o la trama de financiación
ilegal del PSOE, conocida como ‘caso Filesa’, llenaron entonces kilómetros de
páginas de periódico. ¿Qué fue de ellos? ¿Cuántos cumplieron realmente la pena
por sus delitos? «Es escandaloso y excesivo que se tarden 20 años en instruir
un asunto. Es algo inasumible en un estado de derecho y lucho por
solucionarlo», ha afirmado el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce,
en relación a la interminable investigación del caso Pallerols, cuyos
implicados han eludido la cárcel gracias a un acuerdo con la Fiscalía.
Decir corrupción es
decir Luis Roldán (Zaragoza, 1943). En la memoria colectiva están las imágenes
de su enriquecimiento como director general de la Guardia Civil con dinero
destinado a los huérfanos y cuarteles de la Benemérita, su rocambolesca fuga a
Tailandia y el punto surrealista que ya le concedió a toda la historia el espía
Francisco Paesa, implicado en la trama, dado por muerto primero y avistado
luego en sitios tan dispares como París o Sierra Leona. No se puede decir que
Roldán no cumpliera su pena, pues hasta quedar libre en 2010 purgó uno a uno
los 15 años de cárcel. Otra cosa es el dinero que trincó.
El prófugo más
buscado
«Él siempre niega que
tocara ningún dinero. Dice que se lo llevó Paesa. Y de ahí no lo sacas»,
sostiene Ramón Campo, periodista del ‘Heraldo de Aragón’ que ha entrevistado
varias veces a Roldán. El Estado recaudó algo más de un millón de euros entre
los embargos al acusado. Pero otros 10 millones se han evaporado. El que una
vez fuera el prófugo más buscado de España no se esconde para nada hoy en Zaragoza.
«Esta ciudad permite que convivan en ella el alcalde que un día salió corriendo
a buscarlo a Laos (Juan Alberto Belloch), el propio Roldán y hasta el exgeneral
de la Guardia Civil Rodríguez Galindo (condenado a 75 años de cárcel por los
GAL)», ironiza Ramón Campo.
Jubilado, Roldán vive
en el cogollito de la ciudad, en la misma casa en la que creció de niño,
propiedad de su madre. No está solo. Comparte su vida con una cincuentona rusa
«muy elegante» a la que conoció en un chat. En 2007 se casaron en el juzgado.
Nadie se enteró. Va a comprar el pan, saca dinero del banco (siempre ha dicho
ser insolvente), viaja en autobús, pasea por un parque cercano de la mano de su
amada y más de una vez se ha dejado ver por el estadio de la Romareda o en
conciertos de música clásica. «Hace vida como un ciudadano normal. Nadie le
increpa ni le achaca nada», precisa RamónCampo. La corrupción acaba pasando
página. El viernes por la tarde sale por la puerta de su casa como cualquier
zaragozano. Va a tomar un cafelito.
–¿Se arrepiente de lo
que hizo?
–Yo he cumplido por
lo que ocurrió. He pagado mi pena, 15 años en la cárcel, no como otros. La
Justicia no es igual para todos...
Corrupción y política
quedaron ligadas por primera vez con el ‘caso Naseiro’. Hijo de labradores, sin
estudios pero con una gran brillantez para las relaciones sociales, Rosendo
Naseiro (Villalba, Lugo, 1935) puso nombre al caso de financiación ilegal del
PP que en 1989 enfureció a Manuel Fraga (nacido en el mismo pueblo) e hizo
tambalearse al entonces bisoño presidente del partido, José María Aznar. El
tesorero no estuvo ni una semana en prisión y el caso quedó finalmente en agua
de borrajas al anularse las escuchas telefónicas que le delataban.
Naseiro vive hoy en
el distrito de Relatores de Madrid. Los que le conocen dicen que aún le duele
una fecha:el 11 de octubre de 2001, cuando su mujer, Olga Rodríguez, murió en
un accidente de tráfico en Lugo. Se refugia en su gran pasión. El arte. No es
un simple aficionado. Los expertos lo consideran propietario de la colección de
bodegones del siglo XVII más importante del mundo. Su conocimiento es tal que
en ese mundillo existe un cliché sobre la calidad o autenticidad de una de las
obras: ‘Si Rosendo dice que es bueno, es bueno’. Su secreto lo explica el especialista
en arte Carlos García Osuna: «Naseiro pudo comprar en los años 70 cuadros por
cuatro o cinco millones de pesetas que hoy se tasan hasta en un millón de
euros».
Si unos 300 políticos
están hoy imputados por robar, el saldo de condenados en tres décadas es más
bien exiguo. Solo cinco altos cargos han ingresado en prisión por condena: Luis
Roldán, Gabriel Urralburu (expresidente de Navarra), Antonio Aragón (consejero
de Urralburu) Rafael Vera y José Barrionuevo (ambos por apropiarse de fondos reservados).
¿Por qué hay tanta
corrupción en España? Manuel Villoria, catedrático de Ciencia Política de la
Universidad Rey Juan Carlos y miembro del Comité de Dirección de Transparencia
Internacional, lo matiza:«Hay mucha, aunque comparativamente todavía estamos
entre los que aprueban el examen. Pero no tenemos buenos mecanismos de
transparencia y de rendición de cuentas de nuestros gobernantes; tenemos una
Administración muy politizada, un sistema judicial muy lento e ineficiente y
unos partidos políticos demasiado dependientes aún del clientelismo y la
opacidad».
El vermú de De la
Rosa
El expresidente de
Cantabria Juan Hormaechea (Santander, 1939) tuvo el dudoso honor de convertirse
en el primer mandatario autonómico condenado. Tres años de prisión por pagar
con fondos públicos anuncios en los que denigraba a sus adversarios políticos.
El Gobierno lo indultó y nunca pisó la cárcel. En su tierra, donde sigue
viviendo con su mujer (asturiana) y ligado a sus dos hijos, muchos creen
todavía que el exlíder de Unión para el Progreso de Cantabria cayó en desgracia
al enfrentarse a figuras prominentes del PP como Aznar.
Hormaechea es un
ciudadano admirado en Cantabria. Tiene plazas y calles a su nombre y hasta un
campo de fútbol en el barrio de Albericia. No falta en fiestas de postín, como
la que organizó el pasado verano en Santander Juan Antonio Pérez Limón, el
multimillonario asturiano afincado en México, y en la que coincidió con Carmen
Martínez Bordiú... o Jaime de Marichalar. Y si en su época política se le calentaba
la boca con frases como «me encantan los animales, y si son hembras y con dos
patas, mejor» o «Isabel Tocino es una tonta rubia meneando la melena», los años
no le han cambiado. En las últimas elecciones autonómicas participó en mítines
del fascista Frente Nacional. Y también se despachó a gusto:«Hay anormales que
quieren quitar el crucifijo de las aulas... ¡Si hay un moro al que le ofende,
pues que se vaya a la morería!».
Eternamente aquejado
de problemas de salud, la edad tampoco perdona a Hormaechea. Los rumores
llegaron a situarle, enfermo de cáncer, en el mismo centro médico de Houston
que trató a Rocío Jurado. Un periódico incluso publicó una información para
asegurar que no estaba muerto. Los que lo conocen dicen que hasta su último día
seguirá con una fijación: publicar un libro para subrayar que la Historia no le
ha juzgado correctamente. Para el catedrático Manuel Villoria, la Justicia
terrenal tampoco se aplica siempre con todo el tesón necesario con estos
personajes: «Los jueces que tienen que juzgar casos importantes de corrupción
tienden a pedir el traslado cuando pueden y evitarse el muerto. Ello refleja la
politización también de la Justicia: si un juez quiere hacer carrera, lo mejor
es que no se meta con los políticos».
El exsacerdote y
expresidente de Navarra Gabriel Urralburu (Ezcároz, 1950) corrió peor suerte en
el juzgado y entre los suyos. Él sí ingresó en prisión: le cayeron 11 años en
1998 por el cobro de comisiones ilegales. En 2001 logró el tercer grado, pero
le esperaba otra condena: la de su pueblo. «Sufrió muchas increpaciones por la
calle. La gente no olvidó lo que hizo», recuerdan en ‘Diario de Navarra’.
Urralburu ha puesto tierra de por medio y hoy reside en Madrid, donde trabaja
en un bufete de abogados.
Entre los clásicos de
la corrupción hay otra figura:Javier de la Rosa (Barcelona, 1947), el cerebro
del ‘caso KIO’ (en el que se apropió de 375 millones del grupo petrolero
kuwaití) y la fraudulenta descapitalización de Grand Tibidabo, que arruinó a
8.000 pequeños accionistas. Su foto comiéndose un bocata de chorizo en la
cárcel Modelo de Barcelona dio la vuelta a España. Él se aferró al clavo
ardiendo de la insolvencia. Pero hoy no es difícil verlo por la Ciudad Condal
en un Smart negro. Él no conduce. Tiene chófer. A menudo lo lleva al
restaurante El Caballito Blanco, un local chic en Barcelona en el que suele
tomarse un vermú. También se le puede encontrar en su chalé de Cadaqués.
La vida tampoco ha
tratado mal al ‘hermanísimo’. Los tejemanejes de Juan Guerra cayeron como una
bomba. Sus chanchullos en un despacho oficial de la Delegación del Gobierno en
Sevilla le costaron la dimisión a Alfonso Guerra. Y poco más... No cumplió los
dos años de prisión por defraudar más de 40 millones de pesetas (253.000 euros)
entre 1988 y 1989 ni pagó la multa de casi 60 millones (356.000 euros). Y
Hacienda ha dado por «incobrable» la deuda al declararse, cómo no, insolvente.
La venta de un piso embargado en Sevilla le llevó el año pasado de nuevo ante
los tribunales, pero se le absolvió al tratarse de un error del comprador.
El ‘hermanísimo’
vivió en la urbanización Roche de Conil de la Frontera (Cádiz) hasta que su
segunda mujer, Mercedes Martínez, murió en un accidente de tráfico. Luego se
trasladó a Espartinas (Sevilla), donde dicen que algunos amigos tuvieron que
prestarle ayuda económica. Luego, se esfumó. «No sé dónde anda ni en qué
trabaja», es la frase más repetida en su antiguo entorno.
Hablar de corrupción
sin mentar a Mario Conde (Tuy, Pontevedra, 1948) es dejar la mesa coja. Tras
cinco años entre rejas, su cruzada ahora es la política. A diario empuña un
iPad y es muy activo en redes sociales como Twitter. Encabeza Sociedad Civil y
Democrática, que pasó con mucha pena y poca gloria por las últimas elecciones
gallegas: 23.576 votos (ni los 79.000 que le siguen en Twitter) y ni un escaño.
Pero demuestra que es un as de los negocios: ha vuelto a hacer dinero con
empresas aceiteras en Sevilla. Dicen que solo en fincas agrícolas tiene un
patrimonio de 500 millones.
Otro que amasó una
gran fortuna es el capo de la trama de corrupción del ‘caso Malaya’. Su vida no
ha podido ir más que a peor. Lógico teniendo en cuenta que la Policía sospecha
que Juan AntonioRoca amasó una fortuna de 240 millones haciendo y deshaciendo a
su antojo los designios urbanísticos de Marbella durante años. Un televisor
Sanyo y una biblioteca personal eran los pocos lujos de los que disponía en la
cárcel de Albolote (Granada). En Alhaurín de la Torre (Málaga), su casa
mientras se celebraba juicio, disfrutaba de una segunda celda como despacho
para los documentos del proceso y un ordenador. Eso sí,un en un presidio a
reventar de internos. ¿Irán de verdad la corrupción y el tráfico de influencias
en nuestro ADN?
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