Reinosa: aquella primavera de 1987
El 7 de marzo de 1987, la prensa cántabra informaba de una
terrible noticia para Campoo: un expediente de regulación de empleo implicaría
casi 500 excedentes para Forjas y Aceros de Reinosa, para "La Naval".
Llovía sobre mojado en Cantabria que, según había informado Alerta el 5 de
marzo, "fue en 1986 la región más afectada por la crisis", pasando de
29.800 desempleados el 1 de enero de ese año, a 34.700 el 31 de diciembre, con
un incremento del 16.5%. (Hoy hay en Cantabria 44.500 parados, y el crecimiento
en 2011 fue de un 8.4% más que en el ejercicio anterior).
Antolín enciende la mecha
Todavía el 3 de marzo, Enrique Antolín, presidente de Forjas y Aceros ("La Naval") había informado a los trabajadores de que aún no había ningún plan de ajuste previsto. Sin embargo, el 4 de marzo, sorprende al Comité de empresa comunicando que el plan de viabilidad de la empresa ha determinado que sobran 463 trabajadores: 59 serían prejubilados, y el resto, 404, pasarían a los fondos de promoción de empleo. Dichos fondos eran un sistema de recolocación para los trabajadores afectados por la reconversión. Cada persona aportaba su indemnización y podía permanecer en el fondo durante tres años cobrando hasta el 80% de su salario bruto. Las condiciones de estos fondos, además, habían sido recientemente modificadas y establecían que la recolocación podía producirse en cualquier punto del Estado.
En medio del estupor, y para acabar de encender la mecha, el 8 de marzo, Alerta daba a conocer que Enrique Antolín, presidente de Forjas y Aceros abandonaba su cargo para ocuparse de la Consejería de Obras Publicas del Gobierno Vasco. La noticia provoca la ira de la población reinosana, que sospecha que el Gobierno sacrifica la fábrica de Reinosa y da a su presidente un cargo político como premio a su colaboración en el sacrificio de sus puestos de trabajo. Antolín se iría y el siguiente ya se lo encontraría todo "atado y bien atado".
El día 11 de marzo, Antolín acude a "La Naval" para recoger sus cosas y despedirse. Los trabajadores se reúnen en asamblea y deciden retener contra su voluntad al presidente para retrasar la jura de su cargo en el Parlamento Vasco y llamar la atención sobre su grave situación, forzando una negociación. Los trabajadores de Farga y de Cenemesa, otras dos empresas de Campoo, deciden apoyar a sus compañeros y unirse en la retención de Antolín.
12 de marzo: primera batalla campal
Tras enterarse de la noticia, la Guardia Civil acude a la zona, pero se mantiene al margen mientras los trabajadores conversan con el Delegado del Gobierno, Antonio Pallarés. Las conversaciones no fructifican y, la mañana del 12 de marzo, Pallarés da instrucciones a la Guardia Civil para que proceda a la liberación de Antolín. 34 miembros de la Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil asaltan el búnker para liberarlo, mientras 321 guardias civiles se disponen a dispersar a los obreros y al pueblo, concentrado a la entrada de la fábrica, utilizando pelotas de goma y botes de humo.
La actuación de la Guardia Civil es tremendamente violenta. Los trabajadores se han atrincherado en los talleres y se ha hecho sonar la sirena de la fábrica para avisar a la población: todo el pueblo responde a su llamada. Se produce una auténtica batalla campal en las inmediaciones del Parque de Cupido.
Ese día deja una estampa que la Guardia Civil no perdonará pues, finalmente, tienen que salir del pueblo pañuelo blanco en mano, ante la resistencia de la indignada población. La batalla deja un saldo de más de cien heridos graves y un número ingente de contusionados por piedras o pelotas de goma. La Primavera rinosana ha comenzado.
La indignación se canaliza y la población se organiza. Asamblea Ciudadana, Asamblea de Mujeres, asambleas de estudiantes... se suman a los sindicatos y todos a una mantienen un constante ritmo de movilizaciones. Asamblea Ciudadana se encarga de recoger los testimonios de palizas y heridas. Nadie se echa atrás, Campoo sigue luchando.
Los medios contra Reinosa
Los días siguientes, la prensa española vierte duras críticas sobre el comportamiento de la población y los trabajadores. El Director de la Guardia Civil, Luis Roldán -después condenado por corrupción-, habla de “actuación ejemplar” de los agentes. El Ministro de Interior, José Barrionuevo, afirma de los rinosanos que son “violentos y vergüenza de la clase trabajadora”. Pero el trabajo de Asamblea Ciudadana recopilará detalle a detalle la realidad que los medios ocultan, llevando esta verdad a todos los rincones.
En los sucesivos días de marzo, los trabajadores de La Naval, Farga y Cenemesa continúan con las movilizaciones. Las huelgas generales se suceden en toda la comarca del Valle de Campoo. Además, las carreteras y las vías férreas se cortan, en señal de protesta y para informar a los usuarios de lo que allí acontece.
La Guardia Civil continúa patrullando con tanquetas y aprovecha estas patrullas diarias para lanzar decenas de pelotas de goma contra todo lo que se mueva, aunque sean niños asomados a las ventanas. Los vecinos protegen sus negocios y ventanas: nadie está a salvo. La prensa llega a relacionar a los trabajadores con la "banda terrorista ETA".
El Jueves Santo de la venganza
El día 16 de abril, llega la venganza. Cuando la población rinosana se halla concentrada pacíficamente en el Parque de Cupido, escenario de la anterior batalla campal, al sonar el pitido del tren, la Guardia Civil, deseosa de revancha, carga brutalmente contra todo lo que se mueve, arremetiendo contra hombres y mujeres, ancianos, adultos y niños. Nadie está a salvo de su rabia. Dicen que en una tanqueta hay colgado el cartel "Ramiro, te vengaremos", en alusión a algún guardia civil herido en 12 de marzo.
El campo de fútbol, la iglesia, el ambulatorio son invadidos. La funeraria es incendiada y tienen que ser los periodistas allí presentes quienes ayuden a apagar el dantesco espectáculo de los ataúdes en llamas. La tragedia se salda con no sólo 85 heridos graves, sino que esta vez devendrá en la "muerte" de un trabajador, Gonzalo Ruiz García, asfixiado por hasta 6 botes de humo cuando intentaba refugiarse en un garaje para evitar una paliza. El 6 de mayo, Gonzalo morirá. Para indignación de toda la comarca, el juicio posterior establecerá que una lesión previa le habría causado la dificultad respiratoria, eximiendo a la Guardia Civil. Otro mazazo a la inocencia campurriana, para entonces ya perdida.
Radio Nacional de España en Cantabria, que ha estado presente en todos los hechos, confirma la versión del pueblo en un noticiero nocturno ese mismo Jueves Santo: la actuación de la Guardia Civil ha sido propia de un estado de sitio. La violencia ha sido, sin duda alguna, absolutamente desmedida. La periodista Marosa Montañés, que cubre junto a otro compañero toda la jornada del Jueves Santo y radia los resultados por la noche, choca con la mano invisible del poder: la cobertura le costará su trabajo y la marcha de Cantabria (Ver entrevista a Marosa Montañés).
Un camino sin retorno
Después del Jueves Santo, continuan las movilizaciones, tanto en Reinosa como en Santander. Los campurrianos y campurrianas no se rinden. La solidaridad llega de todos los rincones.
El 6 de mayo fallece Gonzalo Ruiz, a quien, pese a lo que posteriormente diga el juicio, el pueblo considera asesinado por la Guardia Civil. A raíz de su muerte, el 6 de mayo, se producen huelgas generales en Reinosa y su comarca, y el día 7, cuando es enterrado, paros de dos horas en el resto de Cantabria. Deja mujer y una hija, y multitud de compañeros y compañeras destrozados por su pérdida.
El 3 de julio, Asamblea Ciudadana es recibida por el Defensor del Pueblo a quien entregan un informe y un vídeo en el que han recopilado todas las barbaridades sufridas por defender su subsistencia. Después, parten en manifestación en Madrid con el lema "Reinosa quiere vivir". Pero el poder no escucha: tras una nueva ronda de negociaciones, la Dirección General de Trabajo aprueba el expediente de regulación de empleo de 436 trabajadores de La Naval.
El desenlace fue complejo. No sólo se llevó a cabo la reconversión sino que, además, las diferencias entre aquellos que salían prejubilados con los que acabaron simplemente despedidos siembra la división. Los trabajadores reinosanos quedan marcados como potencialmente combativos, y se dice que circulan las "listas negras". En los siguientes despidos de la factoría Farga, en los años 90, ya no vuelve la primavera.
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