CORRUPCIÓN, ACEITE QUE LUBRICA LA MAQUINARIA CAPITALISTA
El escándalo de corrupción que en los últimos días azota al
partido del Gobierno es el suma y sigue de una larguísima lista que se pierde
en el tiempo.
Caso Naseiro en los 90, Terra Mítica, Gürtel, caso Fabra,
Jaume Matas en Baleares, financiación del PP de Madrid a través de la fundación
Fundescam, ligada al mismo, a la que al ex Presidente de la CEOE Díaz Ferrán
alimentaba económicamente, caso los Tarajales en Canarias, el secreto a voces de
los terrenos de la estación del AVE en Yebes (Guadalajara), ligado a la familia
política de Esperanza Aguirre, Ignacio González (Presiente de la Comunidad de
Madrid) y su duplex de lujo posiblemente conectado con la trama Gürtel, caso
Bárcenas y sus sobres con dinero en negro a los principales miembros de la
cúpula del PP,....
Ya no sorprende a casi nadie cada nueva corruptela y, si
bien provoca rabia e ira sociales, especialmente en un tiempo de recortes
salvajes y de empobrecimiento creciente de la clase trabajadora, corre el
peligro de convertirse en “continuum” monótono al que la sociedad se va
acostumbrando, más allá de las expresiones puntuales de profunda y justificada
irritación, de las opiniones demoscópicas y de alguna manifestación espontánea más
o menos numerosa.
Este fenómeno no es exclusivo del PP. Se da, en mayor o
menor medida, en todos los partidos que han ocupado espacios de gobierno. Hablo
de gobierno y no de poder porque éste se encuentra en otro lugar, que es el
espacio del capital. El PSOE ha tenido sus grandes casos de corrupción y la
lista, con ser menor que la del PP, es más que dilatada. CiU es básicamente un
partido corrupto, cuyos tentáculos podridos se extienden por amplios sectores
de la vida catalana. La situación se reproduce en un número importante de casos
por la geografía española entre pequeños partidos de ámbito local, siendo quizá
el más significativo el de Uniò Mallorquina, que ha actuado largo tiempo como
partido bisagra en todas las salsas de coalición, y como gran amigo de
constructores.
Seguramente, en aras a ser justos, la mayor limpieza exista
en IU, que tiene algunas acusaciones, no siempre probadas, sobre sus espaldas
y, sin lugar a dudas, en el ámbito de la izquierda radical vasca, de la que
desconozco caso alguno de corrupción.
En la primera de dichas organizaciones creo que esa escasez
de corruptelas se debe a su bajo nivel de participación en gobiernos
autonómicos y locales y probablemente a una cierta moralidad pública de sus
representantes.
En el caso de la izquierda abertzale creo sinceramente que
la ausencia de casos de corrupción denunciados tiene que ver, a lo largo de su
historia, y más allá del tiempo en que fueron desalojados de las instituciones
de la CAV por la Ley de Partidos, con el hecho de que aquella no puede
permitirse tal cosa, si de verdad quiere demostrar que sus formaciones
políticas son realmente algo diferente al resto. Y, hoy por hoy, lo está
demostrando.
Pero creo que no se trata aquí de proclamar quién es más
decente o más sucio en el asunto de los dineros porque nada que hoy sea de un
modo puede garantizarse que mañana no sea de otro.
En todo caso, y antes de entrar a considerar porqué está tan
extendida la corrupción política, me gustaría detenerme en el asunto de las
razones por las que el PP y CiU son esencialmente –es decir, por esencia o
carácter- partidos corruptos y porqué el resto no lo es en la misma medida o
tiene un escaso número de escándalos económicos.
La cultura política y los valores de la derecha tradicional
entiende la política con la misma base moral que sustenta a la económica
capitalista. El derecho de apropiación de bienes que debieran ser colectivos
como bienes privados. Se asienta en una especie de “iusnaturalismo” que justifica el darwinismo social, económico
y político como derecho del más fuerte.
De ahí que tienda a extender sobre toda la sociedad la
naturaleza de su propia vileza. Es frecuente escuchar estos días, como eco de
los casos Bárcenas o González (Presidente de la Comunidad de Madrid) entre
votantes del PP expresiones del tipo “El que no roba es porque no puede o
porque es tonto”.
El caso de los partidos de izquierdas es diferente. Su base
moral, basada en los principios de honestidad en la función pública y en la
consideración de que lo colectivo prima sobre lo particular dificulta la
elevación de individuos económicamente corruptos a la categoría de
representantes institucionales de las mismas, aunque puedan encontrarse casos
en los que estos comportamientos se han dado (representantes en CajaMadrid, por
ejemplo). Más allá de ello subsisten otras sombras sobre hechos no probados, en
ocasiones propalados por los medios de la derecha (casi todos), o bien sobre
comportamientos que, sin ser directamente delictivos, no se ajustan
precisamente lo que cabe calificar como muestras de moralidad pública.
El caso del PSOE es muy particular. No es un partido de
izquierdas. Cabría hablar de él como de una derecha más civilizada que el PP
pero, desde el origen de la transición ha conocido casos de financiación ilegal
(caso Fick, ligado a la Fundación Friedrich Ebert), más tarde, ya en la época
de Felipe González quien, por cierto, es impulsor de un fondo de capital riesgo
en horas bajas, se dio el caso Filesa, ligado a una trama de empresas (Filesa,
Malesa y Time-Export) de financiación ilegal del partido. Buena parte del
dinero para fondos de reptiles y la creación de los GAL desde el Ministerio del
Interior durante el gobierno de este ex presidente fue a parar a políticos de
su partido y altos cargos del citado Ministerio. El escándalo de los ERE en el
anterior gobierno andaluz fue otra de las sonadas deshonestidades del mismo.
Dejando de lado los innumerables casos de corrupción en ayuntamientos
gobernados por esta formación a lo largo de todo el período democrático, lo
cierto es que la nómina de casos de corrupción del PSOE es alargada.
Su menor número –no por mucho- de encausados por tales
prácticas que el PP, a pesar de haber gobernado bastantes más años, se debe
sencillamente a que hay un menor número de personas que han sentido la
tentación de corromperse, quizá por algún extraño reflejo de cuando fueron de
izquierda, muy moderada, allá por los tiempos de su fundación y de la República
y, sobre todo, porque los medios de la derecha han mantenido su ojo puesto
sobre ellos con mucho más celo vigilante que sobre el PP, respecto al que
siempre ha sido mucho más benevolente...hasta ahora.
Más allá de todo lo anterior, el componente individual de
ser persona decente o indecente atraviesa a todas las opciones políticas y es
un factor que tiene peso en el comportamiento de cada político en particular.
La pregunta que cabría hacerse ahora es porqué “El Mundo”
abre ahora el frente del escándalo sobre la derecha del caso Bárcenas y, a la
vez, el de Ignacio González, hombre ligado a Esperanza Aguirre, la cuál está
cada vez más abiertamente enfrentada a la dirección nacional de su partido.
Una parte de la explicación quizá esté en la interpretación
que da Ignacio Escolar, hacia quien no siento simpatía alguna, en su blog.
Titula su artículo “Una voladura controlada del caso Bárcenas”. Y argumenta esa
voladura es controlada en que el delito de financiación irregular ha prescrito
porque caduca a los cuatro años y los sobres que tan generosamente daba
Bárcenas a los dirigentes del PP de entonces dejaron de circular en 2009,
además de que los beneficiarios del dinero negro ya no están en la cúpula de la
dirección. Pero lo cierto es que la amnistía fiscal a la que se ha acogido el
ex tesorero del PP para regularizar una parte de los 22,1 millones evadidos a
Suiza, y ligados parcialmente al caso Gürtel, ha sido dictada por el señor
Montoro, actual Ministro de Hacienda del Gobierno de este partido.
Por otro lado, los sobresueldos en negro a dirigentes del PP
establecidos por Barcenas se produjeron en el período de la Presidencia del
gobierno por Aznar y durante una parte del período de Presidencia del partido
por Rajoy. Las bofetadas de la publicación de “El Mundo” parecerían dirigirse
tanto a la anterior dirección, con Arenas como muñidor de poderes internos,
como a la existente a partir de la jefatura del partido por el actual
presidente del Gobierno.
No, no parece que “El Mundo” haya jugado a lanzar una bomba
sin espoleta, máxime cuando también ha sido protagonista de la información
sobre la supervivienda de lujo de Ignacio Gonzaléz, un protegido de Esperanza
Aguirre, la cuál exige limpieza “caiga quien caiga” a la dirección de su
partido, pero tiene la casa madrileña sin barrer.
Habría que retrotraerse a los desencuentros en el pasado
entre Aznar, al cuál salpica un delito como el de los sobres que se construyó
durante su presidencia del partido y del gobierno y Pedro J. Ramírez, director
de dicho periódico.
Y aún así faltarían elementos del puzzle sobre los motivos
de “El Mundo” para haber sacado una información como la de Bárcenas que golpea
sobre el gobierno Rajoy en el peor momento de su popularidad.
El deseo del director de “El Mundo” de jugar a gran
condicionador de la política española le han llevado hace unos meses a relanzarse
sobre sus ya viejas querellas con un Rajoy al que siempre ha considerado
demasiado blando –Maricomplejines- dentro de la derecha española
Aunque las denuncias de “El Mundo” sobre los sobres de
Bárcena no parezcan apuntar a Rajoy, es a éste y a su gobierno al que le
estalla en plena cara.
Pedro J., “El Mundo” y las motivaciones subyacentes:
Pedro J. Ramírez es un “constituyente”, un tanto diferente,
pero no demasiado, a esos “constituyentes” que a finales del año pasado se
agitaban mucho y hoy están tan callados. En un artículo del pasado Octubre se
preguntaba “¿Cuántos traumas y desgracias tendrán que acaecer para que los
líderes políticos admitan que el modelo constitucional del 78 está agotado?” Y,
remedando los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, hacía hablar por carta al
Duque de Wellington para establecer con él un diálogo comparativo de la España
casi inmediatamente previa a la destitución de Fernando VII (1823), aunque por
breve período, con la actual.
En un juego entre presente y pasado, Pedro J. reflexiona en
dicho texto del siguiente modo:
“Podrá discutirse hasta la saciedad si la pertenencia al
euro está llevando a España a someterse a la llamada «dictadura de los
mercados» más allá de lo razonable. También sigue abierta la polémica de si la
España liberal no debió haberse separado más drásticamente de la Europa de los
tronos, derrocando la Monarquía de su «rey felón».”
Pero no crean ustedes que la conversión “constituyente” de
Pedro J. Ramírez es tardía o de converso de última hora. En absoluto.
Iroel Sánchez en su interesante blog “La pupila insomne” nos
habla de Unidad Editorial, el grupo de comunicación que creó “El Mundo” y de
las andanzas de su director. Haciéndose eco del libro “Pedro J. Ramírez al
desnudo”, de José Díaz Herrera, reproduce el siguiente párrafo de la citada
obra:
“desde Mariano José de Larra, no ha existido en España un
periodista más conocido y con más poder que él, (…) ha puesto y quitado
ministros y presidentes de Gobierno a su antojo, tiene en sus manos a banqueros
y a grandes empresarios”. Según el biógrafo, “mientras los ejecutivos de
Rizzoli-Corriere della Sera entraban a pares en la cárcel San Vitore de Milán
-y salían con la misma facilidad-, Ramírez se empeñó en España durante 14 años
en criminalizar a toda una clase política…”.
Y continúa luego Iroel Sánchez:
“Entre 1975 y 1980 trabajó en ABC y el 17 de junio de 1980
fue nombrado director deDiario 16. Le cesaron el 8 de marzo de 1989 y seis
meses después puso en marcha el diario El Mundo[14]. Su papel en la caída del
Gobierno de Felipe González tras numerosos escándalos de corrupción y los
crímenes del terrorismo de Estado fue fundamental. Pedro J. Ramírez siempre
estuvo en el ojo del huracán. Ha destapado tantos escándalos como ha
protagonizado y nunca ha ocultado su interés por influir en políticos y gobernantes.
Pocos dudarán en considerarlo el periodista más influyente de España[15]. El
periodista y ex-presidente de El Periódico, Antonio Franco, dijo que “Pedro J.
encarna muy bien estos periodistas que se erigieron como un símbolo para
intentar ser los directores espirituales de la política de este país por encima
de la gente escogida democráticamente”.
El periódico, que inventó la teoría de la autoría de ETA en
el atentado del 11-M, con el fin de desviar la posible relación causa-efecto de
la participación de España en la agresión de los países de la OTAN a Irak,
decidida por Aznar y su gobierno en el magnicidio; el periódico del que fue uno
de sus primeros accionistas Mario Conde, cuando era Presidente de Banesto; el
periódico que tuvo en su nómina, o entrevistó de forma continuada a personajes
oscuros y siniestros como el espía del CESID el ex coronel Perote, a Jesús
Santaella, abogado de Mario Conde (bien conectado con las cañerías del CESID),
al propio Mario Conde, al ex policía encausado en el asunto de los GAL, José
Amedo, al ex Director General de Seguridad del Estado, implicado en los GAL,
Julián San Cristóbal, al ex juez Javier Gómez de Liaño, condenado por
prevaricación en el asunto Sogecable, entre otros; ese periódico da la
sensación de pretender sostener, a través de su director, a lo largo del
tiempo, y con todas las contradicciones que quieran buscársele, el objetivo de
acabar con el sistema de partidos gobernantes y con el conjunto del entramado
institucional que en el que se ha basado el sistema político desde la
transición.
Y no me parece un objetivo no deseable; todo lo contrario.
Sostengo que acabar políticamente con el franquismo sin Franco que representa
el PP es deseable para cualquier demócrata. En su caso, el PSOE ya ha hecho
todo lo posible para irse destruyendo a sí mismo o, al menos, para ser una
opción que algún día pudiera regresar al campo de las izquierdas.
En cuanto a la otra institución, la de la Monarquía, es
deseable para cualquier republicano, demócrata y persona de izquierdas que las
urdangarinadas del testaferro económico acaben por alcanzar a las
responsabilidades plenas de quien está detrás del comisionista.
Pero uno debe ser consciente de con quienes se va a la cama
para lograr dichos objetivos, si le merece la pena y si, al hacerlo, no estará
comprometiendo mortalmente dichos objetivos porque ir con quien antes de
denunciar la trama de los GAL y su conculcación del Estado de Derecho escribía
“A Barrionuevo no habría que cesarle por estar consintiendo
acciones irregulares en el sur de Francia, sino por cosechar tan pocos éxitos,
a pesar de la infinita buena voluntad con que ejerce el cargo”, no parece muy
recomendable.
Dicho lo anterior, no dudo que el asunto de los sobres de
Bárcenas a dirigentes del PP sea cierto. Nadie en el resto de los medios de
comunicación parece dudarlo.
El problema es cuando ese mismo diario se ha limitado, hasta
el momento, a circunscribir las responsabilidades al mundo político. Y mucho
más grave me parece cuando el resto de los medios no va más allá. Y aún más
grave cuando la indignación frente al asunto y las opciones de izquierdas se
limitan a una práctica que roza el populismo reaccionario y filofascista –por
lo que oculta y por desviar toda responsabilidad sólo al ámbito político- al
negarse a extraer una conclusión más que evidente. Que los sobresueldos no se
han dado como premio a la abnegación y a la dedicación de los dirigentes del PP
a su partido sino que donde hay humo hay fuego. Y éste se encuentra, como casi
siempre, en el mundo económico.
Donde hay corruptos hay corruptores:
Nadie puede creerse que Luis Bárcenas haya hecho su fortuna
multimillonaria en euros sin conocérsele hasta estos días, en que han empezado
a aparecer una serie de negocios suyos, una actividad económica legal que la
explique. Nadie puede creerse que Luis Bárcenas sea otra cosa que un
comisionista de otros negocios, cuyas comisiones ha cobrado por ser el
“conseguidor” de adjudicaciones de obras, conciertos privado-públicos,
externalizaciones de servicios de las administraciones del Estado (sean éstas
locales, autonómicas o centrales), realizadas por el PP, más o menos ilegales,
más o menos oscuras, aunque no todas.
Negar este hecho es ser tonto sin remedio y analfabeto
político u obedece a la mala fe de quien está dispuesto a negar lo evidente.
Ya antes de la crisis económica y sus consecuencias sociales
sobre los trabajadores y los sectores más débiles de la sociedad, que ha
actuado como levadura de la ira social contra la corrupción política, la
práctica habitual de las empresas importantes era la compra, o su intento, de
voluntades para adjudicaciones de contratos con las administraciones. Y ésta no
es una práctica que se limite a España o a los países de cultura hispana. En
USA, la dedicación de congresistas a cumplir los intereses de los lobbies,
mediante contratos con la administración es una pauta muy extendida. No se
entiende de otro modo el poder del “complejo militar-industrial” o las
continuas implicaciones del imperialismo en guerras fabricadas. En Francia,
L´Oreal financió ilegalmente la campaña de Sarkozy a las presidenciales de
2007. Christian Wulff, Presidente de Alemania, dimitió el pasado año por
favorecer a amigos empresarios.
El fenómeno de las prácticas corruptoras empresariales se ha
generalizado en España, favorecido por la Ley del Suelo (1998) de Aznar, al
posibilitar que todo suelo, salvo que estuviera expresamente prohibido por
disposición jurídica, fuera desde ese momento urbanizable. Se disparó así la
locura inmobiliaria y la compra de voluntades municipales para adjudicaciones.
Ello, sin entrar a considerar, la importancia que tuvo esta ley en la aparición
posterior de la burbuja inmobiliaria.
Igualmente hoy, la privatización de los servicios públicos y
la externalización de aquellos que aún no han sido jurídicamente privatizados,
pero sí su gestión ha abierto la veda a nuevas áreas de corrupción y a la
práctica de mordidas de las empresas privadas dedicadas a cubrir esos nichos de
mercado. Pasó en las contratas de limpieza y basura municipales, ha pasado en
otros muchos sectores, y pasará en el caso de las empresas sanitarias que
contratan con la ex sanidad pública. De momento ya tenemos a altos cargos del
PP y de sus administraciones en las direcciones y accionariados de empresas
“sanitarias” como Capio.
Pero hacia las empresas corruptoras nadie lanza sus amenazas
de guillotina, nadie exige cárcel para sus directivos, nadie grita “el próximo
parado que sea un empresario” y no creo que sea por un asunto de rimas.
¿Cárcel para los políticos corruptos? Por supuesto.
¿Inhabilitación de por vida para ejercer cargo público? Es lo mínimo
¿Devolución del dinero logrado por medios fraudulentos? Hay que exigirlo ya.
¿Cárcel para los empresarios corruptores? Me temo que el
populista medio que exige democracia real ya seguirá mirando para otro lado.
¿Nacionalización de la empresa desde la que se haya ejercido la corrupción?
Nooooo, que eso es comunismo y al gritón fantoche, que siempre se le olvida
exigir penas legales para los capitalistas corruptores, no le gusta o “se le
olvida”.
Hoy parece que la expresión corruptores se reserva sólo para
los pedófilos en red.
El cinismo repugnante de cierta indignación que escamotea la
responsabilidad del empresario capitalista corruptor está sembrando las bases
sociales e ideológicas de un futuro fascismo que querrá acabar con la
corrupción por la vía de acabar con todos los partidos, al extender la sospecha
de que todos los partidos son tan corruptos como el PP, pero lo hará sin tocar
las bases de un capitalismo que es esencialmente corrupto y corruptor desde su
origen.
La desmemoria de esas izquierdas que se niegan a exigir
responsabilidades que tiren de la manta y lleguen hasta el origen del hilo
corruptor de las empresas las hace candidatas a ser mañana ellas las corruptas,
al negarse a llegar a las conclusiones necesarias y evidentes: que no hay
corrupto sin corruptor.
Mientras el capitalismo exista la corrupción será una pauta
muy extendida. Eso no tiene vuelta de hoja porque para el empresario que puede,
el atajo del camino corto, es ley de supervivencia dentro de la “competencia de
mercado”. Pero sí es posible intentar la voluntad de actuar de modo
ejemplarizante, poner a toda empresa y empresario corruptor al que se pille
untando al político, bajo la picota de la ley; siempre que se desee tirar del
hilo, claro está.
Y luego, pídase toda la transparencia que se quiera, en la
administración y los partidos y en la empresa privada, pero vamos a dejarnos de
la hipocresía de no mirar dentro de los armarios de los económicamente
poderosos que, como se sabe, suelen esconder algún que otro cadáver.
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