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sábado, 12 de enero de 2013

AJUSTES EN NAVANTIA


AJUSTES EN NAVANTIA

Javier Rodriguez – (la foto no pertenece al articulo) La reordenación que ha llevado a cabo la dirección de Navantia entre los miembros que integran su ‘staff’ es el preludio de la profunda transformación que se avecina en el seno de los astilleros públicos. El presidente de la compañía, José Manuel Revuelta, y el consejero delegado, Jaime de Rábago, han tardado justo ocho meses –tomaron posesión de sus cargos el pasado abril– en reestructurar esta empresa pública, que prevé unas pérdidas de 40 millones de euros en el balance de 2012. Sus planes no han trascendido, pero las formas que han tenido ambos para despachar los cambios no han sentado nada bien. Aprovecharon las vacaciones de Navidad para comunicarlos y comenzar así el año con una nueva forma de gestión. Todo apunta a que detrás de esta maniobra de reorganización se esconde un importante plan de viabilidad, también llado de reconversión, que verá la luz antes de primavera y cuyo principal objetivo no es otro que sanear la empresa, ajustar su plantilla a las nuevas necesidades y posicionar la compañía ante los nuevos mercados que se abren ahora al margen de la construcción naval. Este es el caso de la industria eólica o incluso la participación en obras de ingeniería civil. La carga de trabajo que suman en estos momentos los astilleros españoles (Ferrol, Cartagena y Cádiz) no garantiza el futuro de Navantia y el mejor ejemplo de esta situación lo encontramos en las tres plantas de la Bahía. La factoría de reparaciones de Cádiz sobrevive a duras penas gracias a un goteo de obras puntuales para mejorar barcos mercantes y cruceros. Por el contrario, la planta de Puerto Real lleva justo un año sin actividad. La entrega en marzo de 2012 del séptimo patrullero a Venezuela, el buque ‘Kariña’, puso fin a casi siete años de actividad frenética. Desde entonces, la carga de trabajo ha sido insignificante. La pequeña llama que se mantiene encendida ahora es la reparación de la plataforma de Pemex que se lleva a cabo en su dique. La imagen se repite en la planta de San Fernando, donde la única carga la aportan las doce lanchas de desembarco que se construyen para la Marina australiana. Ante este panorama cabe preguntarse qué motivos ha llevado a los nuevos gestores de Navantia a practicar una reordenación de esta envergadura si la empresa no tiene ningún contrato a la vista. Esta maniobra tendría más sentido si Navantia tuviera carga de trabajo. Cobra cada vez más fuerza el planteamiento de que Revuelta y Rábago preparan una reconversión de calado que cuenta con la bendición del presidente de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI), Ramón Aguirre, de la que depende esta empresa pública. Los primeros que andan con la mosca detrás de la oreja son los propios trabajadores, que cada vez que han salido a la calle a protestar han reconocido que si la empresa no logra nuevos contratos es más que probable la aplicación de un ERE. Navantia no puede seguir en caída libre y acumulando millones de euros en pérdidas. Revuelta y Rábago ya han diseñado la hoja de ruta para que esta compañía suelte lastre y pueda aguantar el tipo mientras llegan los contratos.

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