AJUSTES EN NAVANTIA
Javier Rodriguez – (la foto no pertenece al articulo) La
reordenación que ha llevado a cabo la dirección de Navantia entre los miembros
que integran su ‘staff’ es el preludio de la profunda transformación que se
avecina en el seno de los astilleros públicos. El presidente de la compañía,
José Manuel Revuelta, y el consejero delegado, Jaime de Rábago, han tardado
justo ocho meses –tomaron posesión de sus cargos el pasado abril– en
reestructurar esta empresa pública, que prevé unas pérdidas de 40 millones de
euros en el balance de 2012. Sus planes no han trascendido, pero las formas que
han tenido ambos para despachar los cambios no han sentado nada bien. Aprovecharon
las vacaciones de Navidad para comunicarlos y comenzar así el año con una nueva
forma de gestión. Todo apunta a que detrás de esta maniobra de reorganización
se esconde un importante plan de viabilidad, también llado de reconversión, que
verá la luz antes de primavera y cuyo principal objetivo no es otro que sanear
la empresa, ajustar su plantilla a las nuevas necesidades y posicionar la
compañía ante los nuevos mercados que se abren ahora al margen de la
construcción naval. Este es el caso de la industria eólica o incluso la
participación en obras de ingeniería civil. La carga de trabajo que suman en
estos momentos los astilleros españoles (Ferrol, Cartagena y Cádiz) no
garantiza el futuro de Navantia y el mejor ejemplo de esta situación lo
encontramos en las tres plantas de la Bahía. La factoría de reparaciones de
Cádiz sobrevive a duras penas gracias a un goteo de obras puntuales para
mejorar barcos mercantes y cruceros. Por el contrario, la planta de Puerto Real
lleva justo un año sin actividad. La entrega en marzo de 2012 del séptimo
patrullero a Venezuela, el buque ‘Kariña’, puso fin a casi siete años de
actividad frenética. Desde entonces, la carga de trabajo ha sido
insignificante. La pequeña llama que se mantiene encendida ahora es la
reparación de la plataforma de Pemex que se lleva a cabo en su dique. La imagen
se repite en la planta de San Fernando, donde la única carga la aportan las
doce lanchas de desembarco que se construyen para la Marina australiana. Ante
este panorama cabe preguntarse qué motivos ha llevado a los nuevos gestores de
Navantia a practicar una reordenación de esta envergadura si la empresa no
tiene ningún contrato a la vista. Esta maniobra tendría más sentido si Navantia
tuviera carga de trabajo. Cobra cada vez más fuerza el planteamiento de que
Revuelta y Rábago preparan una reconversión de calado que cuenta con la
bendición del presidente de la Sociedad Española de Participaciones
Industriales (SEPI), Ramón Aguirre, de la que depende esta empresa pública. Los
primeros que andan con la mosca detrás de la oreja son los propios
trabajadores, que cada vez que han salido a la calle a protestar han reconocido
que si la empresa no logra nuevos contratos es más que probable la aplicación
de un ERE. Navantia no puede seguir en caída libre y acumulando millones de
euros en pérdidas. Revuelta y Rábago ya han diseñado la hoja de ruta para que
esta compañía suelte lastre y pueda aguantar el tipo mientras llegan los
contratos.
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