Una revolución se hace imprescindible
El año 2012 puede ser, seguramente lo ha sido, en el que más
movilizaciones ha habido en España en toda su historia: dos huelgas generales,
cientos de huelgas parciales, miles de manifestaciones y concentraciones populares…
La mayor parte de las personas movilizadas y en contra de:
-la brutal subida del IVA,
-el rescate de los bancos con el dinero de todos,
-el constante aumento del paro debido a las facilidades para
el despido otorgadas por los gobiernos, socialista primero y popular después, a
las empresas y grandes multinacionales para poder deshacerse de todos los
trabajadores con una mayor antigüedad, para poder bajar los costes de
producción abaratando los salarios con la contratación de trabajadores sin ningún
tipo de garantía en su puesto de trabajo,
-la tasa sobre los medicamentos que debemos pagar todos y
que no discrimina entre grandes ingresos y salarios bajos,
-la retirada de las ayudas a las personas dependientes,
-el pago de los transportes de urgencia para enfermos
crónicos,
-ver como los consejos de administración de los bancos se
ponen unos salarios indecentes,
-aguantar que los políticos sigan viviendo por encima de las
posibilidades del resto de la población,
-ser reprimidos sin miramientos por salir a gritar a la
calle por lo que nos parece una injusticia,
-sufrir cómo se ponen unas tasas judiciales para impedir el
acceso a la justicia de todos los que no tengamos suficientes medios económicos
para poder hacer frente a esos pagos, provocando con ello la indefensión de la
clase obrera y desigualdad ante la justicia,
-soportar los comentarios de los políticos que viven en su
burbuja de cristal y que no quieren ver la realidad en la que se está
debatiendo gran parte de la población obrera que se ha quedado sin trabajo, se
ha quedado sin casa y se está quedando sin lo necesario para poder alimentarse
día a día,
-sufrir cómo se ha protegido a la banca con dinero público,
en vez de darlo a los que tenían préstamos hipotecarios para que lo pudiesen
devolver a los bancos, provocando la plaga de desahucios que estamos viviendo y
los suicidios producidos por la desesperación,
-ser testigos de la masacre que se está produciendo por la
desatención sanitaria en la que están quedando las personas mayores y sin recursos,
-los aumentos en la edad de jubilación hasta que consigan
que desde el puesto de trabajo (si lo puedes conservar) te lleven a la tumba,
-De aguantar, de protagonizar, de sufrir, de…
En definitiva, estamos siendo testigos de algo que hace
muchos años que algunos vimos llegar pero que la mayoría nunca quiso aceptar.
Estamos siendo víctimas del capitalismo globalizado. Sí, el proceso de
globalización de la economía nos ha llevado a esta situación y el objetivo
final de los mercados financieros (de los capitalistas especuladores) no es
otro que volver a una especie de Edad Media capitalista, donde los trabajadores
y las clases populares debamos rendir pleitesía a los nuevos señores feudales,
a los grandes capitalistas que controlen el sistema financiero. El objetivo es
que nos convirtamos en esclavos sin derechos legales; los únicos derechos que
nos quieren reconocer son aquellos que salgan de su propia voluntad.
Los que están facilitando todo esto son los políticos que
hay en los diferentes países ya que ellos nunca harán nada que vaya en contra
de aquellos que les facilitan su estancia en el poder, nunca harán nada contra
los grandes consorcios financieros, las grandes multinacionales, los monopolios
económicos, ni ningún defensor del neoliberalismo económico que se ha impuesto
en el mundo.
¿Hay solución dentro del sistema actual?
Si, de verdad, hubieran querido hacer algo contra toda esa
deuda que dicen tener que rebajar hubieran actuado al contrario de cómo lo
están haciendo, ya que no se puede favorecer la reactivación de la economía
nacional si se están bajando salarios, subiendo precios, subiendo impuestos
indirectos y facilitando el despido de los trabajadores. No se puede acabar con
la crisis de la deuda si hay seis millones de personas que están paradas, no
contribuyen a las arcas de la Seguridad Social, ni al fondo de pensiones y, al
mismo tiempo, tienen que recibir ayudas para poder cubrir unas mínimas
necesidades de supervivencia. ¿Por qué no se baja la jornada laboral hasta las
seis horas diarias, sin reducir los salarios? Esta sería la única forma de
obtener que lo seis millones de personas paradas pudiesen trabajar y ¿qué
pasaría si esos seis millones de personas trabajasen?
En principio y siguiendo una lógica recaudatoria para
mantener las arcas del INSS y las propias estructuras del sistema económico,
esto supondría que sabiendo que se incrementa el número de trabajadores en seis
millones, que son los que están parados, el ingreso sería:
-Por Seguridad Social un incremento anual de… 30.608,406
millones de euros.
-Por Impuesto de la Renta de Personas Físicas… 32.390,220
millones de euros.
En total un incremento de 62.998,626 millones de euros.
Este dinero que se ingresaría de más supondría un respiro
para no tener que seguir recortando los derechos sociales de las personas y
asegurar una vida digna para todas ellas.
Este incremento, además de asegurar el gasto social, podría
revertir en ayudas a las pequeñas empresas para que no fuese gravoso para ellas
la reducción de la jornada laboral al tener que duplicar el número de
trabajadores contratados o empleados.
Además de todo esto supondría un incremento del dinero
disponible por toda la ciudadanía para poder comprar, tengamos en cuenta que
seis millones de personas dejarían de estar paradas y tendrían lo necesario
para vestirse, comer y vivir, cosa que repercutiría en el aumento de ganancias
de los comercios y pequeñas empresas que verían incrementadas sus ventas, por
lo que la recesión actual se convertiría en aumento de las ventas y de la producción
y evitaría la caída en el abismo a la que nos han condenado las políticas
irracionales de la Unión Europea, fomentadas y auspiciadas por Alemania y los
países de su entorno.
Si este dinero que se podía haber obtenido en 2012 se
multiplicase por tres que son los años en los que el Gobierno piensa recortar
los 102.000 millones de gasto, se obtendrían unos ingresos de 188.996 millones.
Eso sin contar todo lo que sacarían por el IVA, que estaría en relación con el
aumento del consumo que se produciría de forma indudable.
Teniendo en cuenta todas estas cifras, de ahorro y de
incremento del presupuesto general del Estado, nos podemos llegar a preguntar
¿qué interés oculto hay para no disminuir la jornada laboral para que todas las
personas tengamos un trabajo y un salario digno que evite la crisis económica
del Estado?
¿Por qué no se hace un Decreto Ley, por parte del Gobierno,
que reduzca la jornada laboral a 6 o 4 horas diarias, estableciendo un control
por la Inspección de Trabajo para que sea cumplido a rajatabla?
¿Por qué los sindicatos españoles no luchan por la reducción
de la jornada laboral?
¿Por qué no nos marcamos como un objetivo real la lucha
contra el paro, exigiendo la reducción de la jornada laboral sin reducción
salarial?
¿Por qué todo sigue igual o peor?
Visto todo esto sólo podemos pensar que el interés oculto de
los Gobiernos europeos y de las élites económicas es la total privatización de
todos los servicios para que las grandes multinacionales y corporaciones
controlen la economía, la política y la vida de las personas. No se puede
entender cómo con una tasa de paro que puede llegar al 27 por 100 en el próximo
año, se estén realizando políticas que frenan el consumo interno y facilitan la
exportación, cuando se sabe que el sector del comercio en España, suponía, en
2007, un 15,43 por 100 del Valor Añadido Bruto (VAB) del sector servicios y un
10,39 por 100 del total nacional, constituyendo el sector más importante de la
economía española después del turismo.
La única forma de que no se destruya ese sector tan
importante es primar la no reducción salarial para que el consumo interno no
decaiga, pero ese no es el interés, ya que la pretensión es hacer caer todo el
comercio o la producción minorista para que las grandes empresas multinacionales
se hagan con el control de la producción.
Todo esto está influyendo en sectores tradicionales que son
vitales para asegurar el trabajo y la manutención de las poblaciones, de los
seres humanos. En los últimos años, desde el momento de la aceptación de la
globalización económica incontrolada, el sector primario se ha visto abocado a
la sistemática desaparición. La agricultura ha perdido toda la fuerza económica
que tenía ya que las grandes corporaciones comerciales están haciendo
desaparecer la agricultura tradicional a favor de un comercio de mercancías,
sin control, que imposibilita que los agricultores y los ganaderos puedan
subsistir con sus productos.
Esto unido a la destrucción de ese pequeño comercio
tradicional que se abastecía de la producción de los pequeños agricultores y
ganaderos autóctonos, para acabar siendo pasto de las grandes superficies
comerciales que contratan unas producciones grandísimas, que están garantizadas
por contrato, contratos en los que si no llegan a abastecer lo que se necesita,
por las grandes superficies contratantes, son invalidados y dejan en la ruina a
aquellos que los han firmado, por otra parte, aunque la producción sea
superior, los agricultores no pueden comercializar esa producción porque, por
contrato, tienen prohibido vender a otras empresas que no sea aquella con la
que han establecido el contrato, los excedentes que puedan tener, por lo que
esos excedentes son destruidos.
Lo mismo está pasando con la ganadería, no digamos con la
producción de leche, donde se está obligando a los productores a vender a
precios irrisorios y no pudiendo comercializar el excedente.
Esto pasa cuando 600 millones de seres humanos padecen
hambre todos los días, en el mundo, por lo que no puede jamás ser aceptable,
ver con buenos ojos que se obligue a los agricultores y a los ganaderos a
destruir parte de su producción porque las grandes multinacionales, las grandes
empresas del comercio, prefieran que esto se pierda antes de que signifique una
disminución de sus ganancias por la competencia de precios que podría generar.
Como siempre se antepone el interés material de una minoría de la población
(los empresarios y accionistas de las empresas de alimentación y comercio)
sobre los intereses de subsistencia de la mayoría de la población mundial.
Por otra parte tenemos la manipulación del esclavismo
infantil y el empleo de menores por parte de las multinacionales europeas
(entre ellas la española Inditex) que realizan su producción en países de Asia,
África o Latinoamérica porque consiguen pagar muy bajos salarios. Todas estas
empresas son las que se han beneficiado de la globalización económica y el
libre mercado, deslocalizando su producción de los países europeos hasta otras
zonas donde les resultaba mucho más barato producir; además, por esa perversión
del mismo sistema capitalista y de la economía neoliberal, traen los productos
a los países de los que se habían deslocalizado y los venden a los mismos
trabajadores que no quieren para producir en sus empresas. Todo esto se hace
con el beneplácito de los políticos de estos países y con la nula solidaridad
de la población con los que fueron despedidos de esas empresas en los países
europeos y con los trabajadores que son esclavizados e infrapagados en los
países donde en estos momentos tienen su producción.
¿Cómo podemos actuar ante tanta inacción?
Viendo todo esto no nos podemos quedar parados, pero las
acciones que se están emprendiendo no pueden ser eficaces si no somos capaces
de unirnos en una acción conjunta que haga cambiar las estructuras sociales; en
estos momentos no sirven luchas que desvíen la atención, luchas contra la
monarquía por el establecimiento de una República para que cambien los
gobernantes; no nos sirven las luchas nacionalistas o independentistas para que
en vez de ser explotados y expoliados por unas élites de un país más grande lo
seamos por las élites de un nuevo Estado que no cambiaría las estructuras
económicas. Todas estas acciones nos llevan a removerlo todo para que nada
cambie y en esa lucha perderemos siempre los trabajadores.
Nuestro objetivo firme y sin debilidades debe ser la lucha
constante para acabar con un sistema social que lo único que pretende es que
unas élites económicas permanezcan en el poder amasando grandes fortunas,
desposeyendo de las más mínimas garantías de subsistencia y bienestar a la
mayor parte de la población mundial. La forma de lucha tiene que ser cada vez
más internacionalizada, más global, para que podamos impedir que las empresas
campen a sus anchas deslocalizándose de unos países a otros para mantener
sojuzgada a la mayor parte de las personas del planeta. Debemos ser capaces de
recoger las enseñanzas del pasado y darnos cuenta de que hemos sido víctimas
del sistema político y económico nacido de las revoluciones burguesas del siglo
XIX, y contra las que se creó, en ese mismo siglo, una Asociación Internacional
de los Trabajadores con el objetivo de hacer frente a ese sistema económico y
político que se había implantado y que se preveía que acabaría estableciendo la
esclavitud de la mayoría de la población para que unos cuantos pudiesen vivir
del trabajo de la mayoría.
En ese momento la unidad no fue posible porque había quien
pensaba que la toma del poder llevaría a la liberación de las personas, cosa
que durante el siglo XX se demostró completamente falsa. Las ideas promulgadas
por los seguidores de Marx pretendieron:
-Por una parte la toma del poder por la fuerza con la
implantación de un sistema político de dictadura proletaria que con el paso del
tiempo se demostró que no era aceptada por la población donde se impuso y
acabaron deshaciendo el camino iniciado para acabar abrazando las ideas del
neoliberalismo como las liberadoras de la población.
-Por otra parte la toma del poder dentro del sistema
político liberal para ir poco a poco consiguiendo conquistas para los
trabajadores y las clases desposeídas; este sistema también ha sido engullido
por el neoliberalismo y los partidos políticos seguidores de esta línea de
pensamiento han acabado siendo los colaboradores necesarios para la implantación
del neoliberalismo depredador que tenemos en estos momentos.
Por lo tanto, la única salida que nos queda es la propugnada
por los socialistas antiautoritarios de la Internacional, conocidos como
anarquistas, y que siempre ha sido la destrucción del poder político y de las
estructuras económicas del sistema capitalista para poder llegar a una sociedad
donde la igualdad diese paso a una basada en el apoyo mutuo entre las personas,
donde las decisiones fuesen tomadas por las asambleas populares y no hagan
falta gobernantes que tomen decisiones sin consultar a la población, donde la
producción esté en manos de las comunidades para producir todo aquello que sea
necesario para la subsistencia y el desarrollo normal del ser humano y no para
que una parte de la humanidad viva a costa del sufrimiento o la necesidad de
otra parte de la humanidad.
Estamos en una situación en la que sabemos que el planeta es
finito y que no podemos explotarlo, de la forma que se está haciendo, sin poner
en peligro la vida del mismo y de la humanidad. O las personas somos capaces de
dotarnos de un sistema social en el que el respeto al planeta (a la vida en el
mismo) sea prioritario o estamos condenados a la autodestrucción. Por lo tanto,
establecer un mundo unido y una humanidad fraternal es la única solución eficaz
que nos queda para evitarlo. Es el momento de tener poner en práctica la
consigna: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad.
La lucha en España y el anarquismo
Hace unos 18 meses en España surgió un movimiento fruto de
la indignación que empezó a cuestionarse todo esto y ese movimiento ha tenido
reflejo en otros países y otros continentes, el problema fundamental es que la
mayoría de organizaciones existentes, por no decir todas, no han sabido
entender el mensaje que se estaba dando, el mensaje era claro: el pueblo tomaba
la esfera pública (las plazas) para convertirla en un espacio donde sin
partidismos, sin banderías, se hablase como personas y se llegase a cambiar un
sistema que está marginando a la mayor parte de la población para favorecer a
una parte, cada vez más pequeña.
Es insensato que desde los libertarios no se haya entendido
este proceso unas veces tildando a los indignados como timoratos porque
defendían la no violencia, y yo me pregunto ¿el anarquismo no ha preconizado
nunca la no violencia? Otras veces no se les entiende porque no han engrosado
las filas del anarcosindicalismo, y yo me pregunto ¿está la CNT en condiciones
de ofertar una organización libre de las trabas que hay en el sistema político
y sindical imperante cuando las luchas internas tienen prioridad a la lucha
contra el sistema?
Y yo me pregunto: ¿no es anarquista la crítica a los
partidos políticos y a los políticos profesionales? ¿No es anarquista la
crítica al despilfarro de la administración? ¿No es anarquista la crítica a los
ejércitos y a los gastos militares? ¿No es anarquista la denuncia y la crítica
de las banderas? ¿No es anarquista plantear la unidad de acción desde espacios
públicos de discusión? ¿No es anarquista llegar a acuerdos a través del
consenso, que en el anarquismo se llama unanimidad?
Pues si todo eso es propio del anarquismo ¿qué esperamos a
tomar las calles dejándonos las banderas y las siglas en casa? Si somos
personas que tenemos unos planteamientos claros, una filosofía de vida
diferente, hagamos lo posible porque esa filosofía cuaje, demos ejemplo,
estemos con nuestros iguales, pasemos a la acción, salgamos de los guetos,
abramos las ventanas, aireemos las estructuras, olvidémonos de las luchas de
poder, unámonos contra el enemigo común que tenemos, unámonos contra el sistema
económico imperante que está mantenido por el poder político y por los poderes
económicos que operan en la sombra.
Ha llegado el momento de la verdad; ya no nos valen palabras
en congresos, ni votaciones por mayorías o proporcionales, ya no nos valen las
huelgas suicidas sin planteamientos y sin que sean revolucionarias. Ya no
podemos salir a huelgas generales donde se acepta que los trabajadores sean
multados con la pérdida salarial; es el momento de ir más lejos, ese ir más
lejos sólo será posible estando en la calle y uniéndonos a toda esa población
que critica a los partidos, que critica a los sindicatos, que critica a las
instituciones, porque en ellos solo ven el reflejo del sistema social que están
cuestionando, del sistema productivo que les deja sin sustento, del sistema
bancario que les deja sin casas y en la ruina; en definitiva ven en las
organizaciones existentes hasta la fecha una prolongación a una u otra escala
del sistema político y social corrompido que queremos cambiar.
La comodidad de lo existente hace al revolucionario un
pusilánime que no es capaz de romper con las estructuras que nos atan a todos,
¿cuántas veces hemos tenido que ver a compañeros anarquistas o
anarcosindicalistas, en los últimos meses, que critican el color o la
tipografía de un cartel de denuncia, olvidando y obviando lo que dice o
pretende decir el mensaje?
Es la hora de no perdernos en la estética olvidando la
ética, es la hora de hacer llegar el mensaje y no el continente del mensaje, es
la hora de enarbolar las ideas y no las banderas, es la hora de priorizar la
revolución a la evolución, es la hora de entender que nuestras armas son la
palabra y las manos.
Manuel Vicent
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