A la memoria de Agustín Rueda y de todas las personas
luchadoras asesinadas en las cárceles.
En la madrugada del día 13 al 14 de Marzo del año 1978, los
carceleros de la cárcel de Carabanchel encontraron un túnel de huída cuya
construcción no estaba todavía finalizada en la tercera galería de dicha
prisión.
La represión, que no tardó en llegar, se abalanzó sobre los
presos de aquella galería con más fama de fuguistas y de agitadores y con más
dureza sobre Agustín Rueda, un conocido de los carceleros y de la justicia
española, por sus ideas anarquistas y su actitud insumisa y rebelde, tanto
fuera como dentro de prisión.
Los carceleros, como medio para averiguar de quién había
sido la idea de intentar fugarse, reunieron a los presos sospechosos de
organizar el plan de evasión en varias salas y una vez a buen recaudo, los 15
carceleros se turnaban para propinar a los presos indefensos verdaderas palizas
en las que entre preguntas y gritos, les golpeaban con palos de hierro, porras,
puñetazos y patadas.
Los gritos se escuchaban en toda la prisión pero el código
era claro y nadie debía abrir la boca, pasase lo que pasase. Las consecuencias
del cómplice y solidario silencio fueron tan nefastas como diversas.
Algunos presos salieron de la sala sin tan siquiera fuerzas
para caminar, siendo devueltos a sus respectivas celdas arrastrados por los
carceleros que una vez allí, les dejaban tirados en el suelo y sin asistencia
médica pues los médicos del centro penitenciario, José María Barigon y José
Luis Casas García se negaron a atender a los represaliados, aunque algunos
presentaban serias lesiones en cabeza y tórax que tardaron en algunos casos más
de un mes en curar.
No obstante, con Agustín, dadas sus ideas y su pasado
libertario, decidieron ensañarse. Durante días le estuvieron golpeando sin
piedad. Desafiante hasta el final, decidió no revelar a aquellos bastardos el
nombre de sus cómplices, haciendo honor a la lealtad que los presos y las
presas guardaban entre sí. Finalmente, no pudo resistir el castigo y falleció a
causa de diversas heridas provocadas por los golpes constantes y por el
agotamiento tanto físico como psicológico al que fue sometido durante el
inhumano castigo.
El informe de la autopsia pondría de manifiesto cómo “las
lesiones fueron producidas por un grupo de agresores” que emplearon “objeto
contundente alargado, de tipo blando, como puede ser la porra o el vergajo, y
objeto duro, de menor tamaño”. Dicho informe proseguía: “Se puede afirmar que
no es posible, salvo especial destreza, ocasionar tantas lesiones externas
respetando la estructuras óseas subyacentes”.
Agustín Rueda había nacido en el pueblo de Sallent,
Cataluña, de tradición minera y trabajadora donde fue aprendiz de varios
empleos. Emigrante en Francia, pasó la frontera clandestinamente en el
franquismo con fotocopiadoras para la CNT. Estaba en la cárcel acusado de
pertenecer a los Grupos Autónomos, y había sido detenido poco antes de su
asesinato a manos de los perros sarnosos al servicio del poder acusado de
acciones contra las elecciones sindicales y de pertenecer a “comandos
libertarios terroristas “, así como de apoyo al movimiento de la Coordinadora
de Presxs en Lucha (COPEL), la cual se encontraba detrás de gran parte de los
motines que tuvieron lugar durante la transición y los primeros años de la
democracia y que fueron reprimidos con brutalidad y falta de escrúpulos.
A diez años de la muerte del recluso anarquista, la
Audiencia Provincial de Madrid consideró que el apaleamiento de Agustín Rueda
era “un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte”. Eduardo
Cantos, director de la cárcel de Carabanchel cuando se produjeron los hechos
junto con Antonio Rubio, que ocupaba entonces el cargo de subdirector y cinco
funcionarios más fueron condenados a 10 años de cárcel por el asesinato de
Agustín. Otros tres encausados fueron condenados a ocho, siete y seis años,
respectivamente. Así mismo, los médicos José Luis Casas y José María Barigow,
fueron condenados a dos años de prisión por hacer caso omiso de la delicada
salud de Agustín y dejarle morir sin atenderle (se constató de sobra que de
haber sido atendido a tiempo se habría salvado). De todos ellos, ninguno llegó
a permanecer ni ocho meses en prisión.
Tras estos sucesos, se dieron numerosas muestras de
solidaridad por todo el Estado. En su pueblo natal, los mineros declararon una
huelga general y la COPEL, junto con algunas organizaciones del movimiento
anarquista organizaron varios motines y muestras de rabia en las cárceles
exigiendo justicia mientras en la calle, las continuas presiones de la familia
y del pueblo lograron que Agustín fuese enterrado finalmente de manera ilegal
en su lugar de nacimiento.
Adjunto ahora un extracto del documento “Conclusiones y
calificación de los hechos de la acusación particular” (resumen) acerca del
caso de Agustín, en el juicio contra diversos mercenarios (que no son
funcionarios ni mucho menos trabajadores, sólo escoria cobarde que amortiza sus
complejos de inferioridad pegando y torturando a personas indefensas que tienen
derecho a una segunda oportunidad):
“Especial intensidad tuvieron los golpes recibidos por
AGUSTÍN RUEDA SIERRA, militante libertario que se negó a dar las respuestas que
deseaban los funcionarios procesados, por lo que fue objeto de una paliza
prolongada y técnica, generalizada por todo el cuerpo y que le ocasionó
gravísimas lesiones que determinarían su muerte al no ser debidamente atendido
por los médicos de la Prisión. Tal agresión colectiva y fría no fue en absoluto
motivada por una supuesta actitud agresiva de la víctima, quien tampoco tuvo
oportunidad de defenderse dado el número de funcionarios agresores y los medios
del ataque utilizados por los mismos, quienes por otra parte actuaron con
conocimiento de la gravedad de las lesiones que causaban y con plena voluntad
de producirlas.
Tanto el Director del Centro que ordenó todo lo anterior,
como quienes dirigieron las torturas y las efectuaron, teniendo en cuenta los
medios empleados eran plenamente conscientes de la posibilidad de llegar a
producir la muerte (aun cuando no conste acreditada la intención de matar).
Cuando terminaron de torturarle y siendo aproximadamente las
11 de la mañana AGUSTÍN RUEDA SIERRA fue introducido por algunos de los
funcionarios procesados en una de las celdas conocidas como "de los
condenados a muerte" donde permaneció en condiciones muy precarias hasta
las 11 de la noche aproximadamente, en que fue trasladado a la enfermería (en
una camilla ya que no podía moverse por sí mismo) ante el estado lamentable que
presentaba y por orden del Jefe de Servicios.
Los Médicos del Centro procesados, JOSE LUIS CASAS GARCÍA y
JOSÉ MARÍA BARIGOW PÉREZ, visitaron al herido en dos ocasiones, sobre las 14,30
y 16,30 horas aproximadamente y a pesar de que constataron el grave estado en
que se encontraba y comprobando por medio de una aguja la insensibilidad de
alguna parte de su cuerpo así como los múltiples traumatismos que presentaba y
la entidad de los mismos (con evidente peligro de shock traumático), se
limitaron a darle unos supositorios, reprochándole su participación en el
túnel.
Dichos procesados, conocedores del origen de las lesiones y
a pesar de todo lo anterior, no adoptaron las medidas necesarias para intentar
salvar la vida de AGUSTÍN RUEDA SIERRA con el fin de evitar que se descubrieran
los hechos, no redactando tan siquiera un parte (lo que hicieron al día
siguiente falsificando la fecha) ni se aseguraron de la asistencia técnica
necesaria en las horas siguientes, abandonando la prisión según su horario
habitual. La conducta de estos médicos se considera también causa del
fallecimiento que se produjo en la enfermería del Centro en hora no determinada
pero anterior a las 8,15 del día siguiente, en que se condujo el cuerpo de
Agustín al Hospital, que se encuentra en el mismo complejo Penitenciario donde
quedó depositado por ingresar ya cadáver. “
Hoy, es uno de tantos ejemplos de lucha antiautoritaria
contra las cárceles de la democracia, que degradan a los hombres y a las
mujeres que allí son encerradxs, sometidxs día y noche a las palizas gratuitas
de lxs carcelerxs, a las inyecciones de los médicos, que sólo hacen el juego
sucio de convertir a seres humanxs en bestias. Sometidas a la violencia, al
silencio, al aislamiento y la rutina. Las cárceles no reinsertan, ¡las cárceles
de la democracia matan y torturan!.
fuente: Vozcomoarma.blogspot.com
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BIOGRAFIA DE AGUSTIN
RUEDA
Nació el 14 de noviembre de 1952 en una barraca de la
Colonia de Sallent, pueblo minero con importante porcentaje de inmigrantes.
Madre tejedora y padre minero que, con el drama de la miseria habitual de la
época, no conseguirán algo semejante a un piso hasta el año 1956,
"concedido" por la empresa. Esta Colonia donde nace será objeto de
reflexión constante a lo largo de su vida; su pensamiento remitió a ella en
todo momento. Acude a la escuela -otro hito- hasta el 8 de junio de 1966 en que
finalizados los estudios primarios topa con su condición de hombre pobre: ha de
conseguir trabajo. Cuatro años de aprendiz de matricero en una empresa auxiliar
del automóvil a ocho kilómetros de la colonia.
Es fácil adivinar los componentes del cuadro que le llevan a
tener ya en esos momentos una conciencia inicial de explotado.
Su respuesta, sin embargo, no es encuadrarse en un partido.
No se politiza por un ansia abstracta de libertad, por el Vietnam o por el mayo
del 68. Lo inmediato le oprime y le impacta; así pues, luchará en el terreno
inmediato.
Tratando de vencer la apatía tradicional -el ciclo
explotación-miseria-ocio brutalizado hasta la inevitable enfermedad o despido-
intenta dinamizar el barrio. Crea un club juvenil, consigue proyecciones,
conferencias, recitales de cantaores... Apasionado del fútbol (carece del esnob
desprecio hacia el deporte tópico entre jóvenes que se sueñan distintos)
consigue crear un equipo al que también siempre volverá en el recuerdo. Tiene
18 años.
EL ACOSO
El aprendizaje parece haber sido en varios sentidos. En
abril de 1971 deja la fábrica y, luego de dos trabajos cortos como montador en
una mina y en una fábrica de tejidos, logra trabajo en Sallent. En febrero del
72 se produce la huelga y encierro de los mineros de Balsareny y Sallent,
Agustín se vuelca: asambleas informativas, manifestaciones, grupos de
ayuda...Llega a reunir a los comités en su casa a falta de lugar mejor.
Consecuencia lógica: en septiembre es expulsado del trabajo. Los caciquillos
industriales de la comarca ven en él a un enemigo.
Continúa sin embargo ligado al lugar. El 17 de noviembre, en
el cruce de la salida de la Colonia con la carretera, muere atropellada la
madre de un compañero. Otra consecuencia más de la explotación y la miseria de
las condiciones de vida de la Colonia. En la manifestación subsiguiente, es
detenido, buscado expresamente en su casa por la policía. Ingresa en la cárcel
Modelo, de donde saldrá en febrero del 73. Es el fin de una época. Agustín
comienza a exigirse a sí mismo. Vuelve a Sallent, pero para las autoridades y
la escasa gente de orden se ha convertido en la bestia parda. No le dan
trabajo. Lo consigue esporádicamente, como albañil o como temporero en
vendimias y recogidas de fruta. La vida le arrincona. Su madre se queda ciega.
El club juvenil -fundamental como dinamizador- es cerrado por la empresa y la
guardia civil con la típica excusa banal: les acusan de robar unas cajetillas
de tabaco. La tensa situación se rompe con la llamada a filas.
El 9 de mayo de 1974 se incorpora a Infantería de Marina en
Cartagena. Luego, Ferrol, el 26 de junio. El 17 muere su padre, tuberculoso,
debilitado por la miseria. Hay pocas noticias de su mili. Escribe poco a
Sallent y sólo acude para los funerales de su padre y de su madre, fallecida el
31 de diciembre de 1974. Se queda sin casa. Se licencia el 28 de octubre del 75
y reaparece en la Colonia.
LA AVENTURA CONSECUENTE
A su vuelta continúa el acoso. No hay ningún trabajo para
él, pero su presencia dinamiza al grupo joven del barrio. No olvida la
importancia de la diversión y organiza un torneo de fútbol, afición de toda su
vida. En abril del 76 pasa por primera vez a Francia para ayudar a un desertor
de la Colonia.
El 14 llega su primera carta. Ha tomado contacto con los
exiliados de Perpiñán y vive encima de la Librería Española. Al poco tiempo una
bomba vuela la librería y destroza la casa. Trata por todos los medios de
llevar una vida propia, independiente de la política y de la existencia viciada
del pequeño círculo de exiliados. Recoge fruta en Ceret y trabaja en el campo
de Cornellá de la Rivière durante varios meses.
En octubre llega clandestinamente a Barcelona. Pasa libros y
panfletos libertarios. Vuelve a Francia con desertores para retornar en
noviembre a la Colonia. Necesita Sallent pero las autoridades le rechazan. Otra
vez el acoso. No quiere ser una carga para su hermana y duerme en el piso que
la empresa, dueña de todo, ha concedido graciosamente a un grupo musical para
sus ensayos. Enterada la dirección, clausura el piso. Va a vivir a una masía
abandonada próxima a la Colonia. Por supuesto, no tiene trabajo. Hay que
escapar al acoso.
Ya con pasaporte, en febrero de 1977, sábado, a las 6 de la
mañana es detenido en la frontera, en tierra española. Excesiva buena fe y un
claro chivatazo.
ULTIMA CONSECUENCIA: CARCEL
Pasa tres días en la comisaría de Layetana de donde le
llevarán a Figueras, a restablecerse de la paliza. A fines de mes pasa a la
cárcel de Gerona. Entra en contacto con COPEL (Coordinadora de Presos En Lucha)
y se convierte en miembro activo, tratando de hacer tomar conciencia en el
interior y de coordinar las actividades en el exterior, siguiendo la línea de
la COPEL que tanta hostilidad y silencio ha tenido en la prensa y en los
bienpensantes partidos.
Los abogados Vidal y M. Seguí parece que se encargarán de su
caso. Sólo el primero le vio una vez y al principio. Como consecuencia de su
trabajo en COPEL, es trasladado el 1 de enero del 78 a la prisión de
Carabanchel. Sus abogados, en principio ni se enteran. Hay un sospechoso
silencio administrativo y un notable desconcierto. El comité Propresos de
Madrid indaga en Carabanchel y recibe el "aquí no está" por
respuesta. Son meses duros en COPEL y Agustín tiene abogado de oficio.
El 2 de marzo el Comité de Solidaridad de Sallent se
traslada a Madrid y contacta con Anabela Siolva, a quien encarga la defensa del
caso. Para entonces el caso ya es otro. Es la cárcel en España. Conocedor de
las razones y de las consecuencias de la miseria, Agustín Rueda no distinguió
entre políticos y comunes, y se entregó de lleno a COPEL. Por ello nunca llegó
a ver al juez. Tuvo otros jueces; sus mismos verdugos. Murió el 14 de marzo, a
las 7:30, debido a un "shock traumático" como hizo constar el doctor
Gregorio Arroyo. Nadie le vio después de la brutal paliza. Trasladado el
cadáver a Sallent fue enterrado sin permiso, incluso sin el de Sanidad. Había
que evitar escándalos. El director de la cárcel y diez funcionarios fueron
procesados, pero a ellos no les juzgarán sus carceleros ni sus encarcelados.
Ellos están en un país de "derecho".
REFLEXIONES sobre el TERRORISMO DE ESTADO
Agustín Rueda, allá por el año 1977, residía en Francia,
donde trabajaba y disfrutaba de su juvenil ímpetu, practicando deportes y
excursiones en los aires sanos del Pirineo francés, al tiempo que sus
sentimientos libertarios bullían en su corazón empujándole a la realización de
gestas anarquistas.
Su inquietud juvenil le lleva a la creación de un grupo que
ha de realizar acciones en la España de la llamada transición. Para ello dicho
grupo, decide introducir en el país, artefactos explosivos para acciones
posteriores.
En dicho grupo se ha infiltrado el sujeto ANTONIO SOLER,
confidente y provocador policial que ya tenía en su activo hechos realizados
por mandato de los Servicios Especiales de la Guardia Civil.
El grupo decide pasar la frontera con un cargamento a través
de los Pirineos catalanes, siendo sorprendidos por la Guardia Civil y detenidos
Agustín Rueda y otro compañero, al confidente se le deja escapar y llegar a
Francia.
Es de señalar que el citado confidente había colocado
anteriormente una bomba en un mitin que iban a celebrar los comunistas
españoles en Francia en el cual debía tomar parte Santiago Carrillo y que hubo
de ser suspendido por la explosión de dicha bomba. Éste acto debía celebrarse
en la ciudad francesa de Argeles en recuerdo de los españoles que habían sido
internados en los campos de concentración montados por el Frente Popular
francés a su llegada a Francia después de la perdida de Cataluña en el año
1939.
Otra de las operaciones de este sujeto consistió en
facilitar las armas para la operación de asalto al Banco Central de Barcelona
de tal suerte que todos los que toman parte en el "atraco" cayeron en
manos de la Guardia Civil.
Saturado de acciones encomendadas por la
"Benemérita" regresa a Francia y es reclamado desde España, para
responder de todas sus acciones. Los buenos servicios del Ministro del Interior
MARTÍN VILLA ya no lo necesitan y necesitan ponerle a la sombra
Al verse reclamado por la policía española, escribe una
carta a los medios de comunicación españoles donde se descubre cómo miembro de
los Servicios secretos franceses y de la masonería.
No se había cumplido aún el primer año desde las primeras
elecciones generales.
El país después de tanto tiempo de silencio, era una
convulsión permanente motivada por las ganas de un cambio real (y no la
mascarada reformista montada en esas fechas) de una gran parte de la población.
Eran tiempos de ilusión y efervescencia revolucionaria
llenando el aire de huelgas, manifestaciones, reuniones, acciones... dando la
sensación de que el cambio se podía casi tocar con los dedos de las manos.
Las luchas contra las prisiones y por la Amnistía se suceden
tanto fuera como dentro de la cárcel donde los presos sociales se habían
organizado en la Coordinadora De Presos En Lucha, consiguiendo una gran
solidaridad y convirtiendo las cárceles en un terreno de lucha más donde la dignidad
y la actividad conseguían acorralar la miseria moral a la que se quería someter
a los presos comunes.
El anarquismo después de años de persecución y derrotas
volvía a estar presente en la realidad del país, siendo por medio de la CNT y
los incontables colectivos que existían una fuerza poderosa que aglutinaba a
cientos de miles de personas.
Esta situación, intolerable para el poder, es lo que
determina diferentes estrategias delictivas que parten del Ministerio del
Interior (con Martín Villa a la cabeza), de los Servicios Secretos y de la
legitimación de la prensa y la clase política. Donde el asesinato, la
difamación, el Terrorismo de Estado y cualquier sucio método a su alcance son
utilizados sistemáticamente durante años hasta conseguir reducir al movimiento
anarquista a su mínima expresión.
Sólo desde esta óptica es como se deben ver el asesinato de
Agustín Rueda o el caso Scala.
MARTÍN VILLA (EL ELEMENTO SIEMPRE PRESENTE)
Martín Villa es un personaje siniestro que siempre
encontraremos ligado al terrorismo de estado anti-anarquista.
Este Leonés nacido en 1934 es curiosamente pariente de
libertarios.
Desempeña el cargo de Ministro del Interior con la UCD y
aunque se baraja la entrada en el gobierno del PP, repitiendo jugada, al final
se convierte en Presidente de Endesa por nombramiento directo del Gobierno
Aznar, en pago a los servicios prestados.
Hoy, después de dejar la Presidencia de Endesa España, sigue
siendo presidente de Endesa Italia, consejero de Endesa Chile (desde donde se
persigue y asesina a los indígenas que defienden sus tierras oponiéndose a los
planes de esta empresa) y presidente de la Fundación Endesa.
Como decíamos en otra canción "La carne anarquista se
paga a buen precio".
A la memoria de Agustín Rueda y de todas las personas luchadoras
asesinadas en las cárceles.
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