Estimado Juan Carlos I: De un retrón a otro
Nadie está libre de la discapacidad. Algunos la tenemos ya
de jóvenes, y a la mayoría os llega cuando os vais haciendo mayores. Ni
siquiera los reyes se salvan. Ahora que parece que te va tocando a ti, yo espero
que comprendas algunos problemas humanos que deberían haberse resuelto en tu
Reino hace mucho tiempo ya.
Estimado Juan Carlos I:
Hace poco te
dirigiste a todos los españoles y nos hablaste de "la política
grande", la política con mayúsculas, la de los grandes partidos y los
grandes pactos. Criticaste también el "desapego" que percibes en tus
súbditos precisamente hacia dicha "política grande" y hacia las
instituciones que la encarnan. Como tú mismo, en tus carnes españolas, eres una
institución y un ejemplo de "política grande" es normal que no
comprendas el asunto. Pero no te preocupes. Yo, que soy pequeño y una
no-institución, como casi todos tus súbditos, te lo voy a explicar.
Lo que sucede es que
cualquier persona que tiene dos dedos de frente y que ve, simultáneamente, la
riqueza que hay en tu Reino y un problema grave que tiene un ser humano
concreto se vuelve inmune a todo tipo de falacias de realpolitik.
Si le dices que no hay dinero, sabe que mientes. Si le
explicas que se necesitan muchos consensos, te replica que no sabe qué estás
esperando para convocar la reunión. Si le argumentas que es complicado llevar a
cabo tan utópica acción, te mira con suspicacia ya que sabe que no lo has
intentado, y entonces duda, con razón, de que conozcas fehacientemente el nivel
de complicación que tal solución conllevaría. Si le dices que no se puede, te
replica que "sí se puede". Si le preguntas ¿cómo?, te contesta que
"como sea".
Ésta es la actitud
que todo bien nacido toma cuando hay un problema en su familia. Si tu hija
tiene un accidente, si tus padres tienen una enfermedad grave, si van a
desahuciar a tu hermano, todo se detiene. Todos los recursos de la familia se
ponen a disposición del problema. No valen excusas, no hacen falta consensos,
no se califica de "utópica" la posibilidad de una solución, y hasta
se endeuda uno si hace falta. El viaje al Caribe, por supuesto, se pospone.
Es más difícil adoptar esta misma actitud cuando se trata de
personas que no pertenecen a tu familia o a tu círculo más cercano, pero poco a
poco, con honestidad y autocrítica, también con buena información para poderse
poner en el lugar del otro, se puede conseguir.
Hay mucho de esto en
lo que estás viendo en la calle.
Ayuda bastante, claro está, que los parados se cuenten por
millones, que muchas familias estén empezando a conocer el hambre y que los
desahuciados empiecen a constituir casi una nación por si mismos. No hay mejor
manera de ponerse en el lugar del otro que estar en el lugar del otro.
Lo cual me lleva (parece casualidad, pero lo tenía planeado)
al tema principal del que te quería hablar y que es un buen ejemplo de todo lo
que te comento en los párrafos anteriores: La discapacidad.
Resulta que esto de ser retrón, o "súbdito
minusválido", como supongo que nos llama la Casa Real, puede ser un
problema bastante gordo. Especialmente si no tienes medios. Por eso, como con
el hambre, los desahucios, o el paro, si le intentas vender la moto de la
sensatez, la "política grande", el pragmatismo y otras cancamusas a
un discapacitado, lo más probable es que te mire de reojo y luego te atropelle
con la silla, con el riesgo de que te vuelvas a romper la cadera. El que avisa
no es traidor.
El retrón cargaría
contra ti con furia homicida porque tiene un problemón y entiende, con tino,
que resolverlo es lo primero. Antes que hacer autopistas nuevas, antes que los
aeropuertos vacíos, antes que otras olimpiadas de mentira en Madrid, y antes
que seguir metiéndoles dinero en los bolsillos a los millonarios con las SICAV
y otras instituciones de consenso y de "política grande".
Pero claro, tú con tu
grandeza y tu institucionalidad, lo tienes complicado para ponerte en el lugar
del otro.
Por eso, y sin
alegrarme en lo más mínimo de tus problemas médicos, como no me alegro de los
de nadie, déjame que te diga que albergo una pequeña esperanza de que todo el
tema de tu cadera y los cambios en tu estilo de vida que ello acarreará, te
hagan comprender un poco los problemas diarios a los que se enfrentan tus
súbditos minusválidos. Aunque sin las penurias económicas, claro.
Nadie está libre de la discapacidad. Algunos la tenemos ya
de jóvenes, y a la mayoría os llega cuando os vais haciendo mayores. Ni
siquiera los reyes se salvan. A todos (los que no mueren jóvenes) les toca en
algún momento estar en el lugar del retrón, y ahora que parece que te va
tocando a ti yo espero que comprendas algunos problemas humanos que deberían
haberse resuelto en tu Reino hace mucho tiempo ya. Quizás ahora, cuando veas a
tus súbditos minusválidos en la calle reclamando que no les bajen (¡o al menos
les paguen!) la ya de por sí miserable asignación que les corresponde por la
ley de dependencia, no te den tantas ganas de decirles que su utópica
reclamación es imposible sin un amplio consenso institucional al nivel de la
política grande.
Atentamente, Pablo Echenique.
P.D.: Me di cuenta el otro día, en tu discurso de Navidad,
que estabas colocadico en la mesa de un modo un poco extraño. Como no queriendo
que te viésemos sentado, pero sin poder estar de pie. Además, buscando fotos
tuyas en el archivo multimedia de la web de la Casa Real, no he podido
encontrar ninguna en la que salgas con esas muletas tan chulas que tienes. ¿No
te dará vergüenza que veamos tu discapacidad? Si es así, no te preocupes.
Cuesta un poco, pero al final la vergüenza se va.
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