“La revolución cubana está agotada”
Eloy Gutiérrez
Menoyo, cubano nacido en Madrid en 1934, comandante de la revolución que depuso
al dictador Fulgencio Batista, dictó este texto a su hija durante su enfermedad
para que fuese publicado a su muerte:
El año 1959 registró
un acontecimiento que parecía marcado por la poesía: la Revolución Cubana. De
aquella Revolución, esparcidos por la isla y por el mundo, quedan hoy restos
dolorosos de un naufragio. En el 2003 regresé a Cuba. Enemigo en un tiempo del Estado
cubano y percibido así oficialmente, intentaba una actividad pacífica que
fecundara a favor de un espacio político. Durante años, desde el exilio en
visitas puntuales a Cuba, habíamos dialogado con este gobierno con vista a una
apertura política. Con el país hecho añicos, sin el socorro de la desaparecida
esfera comunista, no le quedaba a Cuba otra salida que no fuera el cambio.
Así se lo manifesté a
Fidel Castro en nuestros encuentros que consideré breves pero sustantivos. Sin
embargo, desde mi llegada sorpresiva, no se me ha extendido el carnet de
identidad ni se me ha otorgado el espacio político que se discutió en un
tiempo. Es cierto que se ha tolerado mi presencia pero ello ha ocurrido bajo el
ojo orwelliano del Estado que se ha preocupado por observar de cerca a nuestra
militancia.
En el tiempo que he
pasado aquí, he visto también la destitución de sus cargos de algunos de los
funcionarios oficiales que compartieron conmigo y otros activistas de Cambio
Cubano, no sólo la preocupación por los problemas que asolan a nuestro pueblo,
sino también la urgencia de producir la necesaria apertura política. Esa
apertura política traería consigo grandes transformaciones que se hacen
impostergables y para las cuales no faltó en los momentos de nuestras conversaciones
cierto estímulo alentador por parte del más alto liderazgo de este país.
Hoy día, sin perder
mi fe en el pueblo cubano, denuncio que aquella empresa, llena de generosidad y
lirismo, que situaría de nuevo a Cuba a la vanguardia del pensamiento progresista,
ha agotado su capacidad de concretarse en un proyecto viable.
Comparto esta
realidad con los mejores factores del pueblo cubano, estén en el gobierno, en
sus depauperadas casas o en el exilio, y asumo la responsabilidad de este
tropiezo a la vez que me reafirmo en las ideas que en su inicio suscitaron la
admiración de amplios sectores cubanos e internacionales. Hago esta declaración
en medio también de un diagnóstico médico en lo que va menguando mi salud
personal. Asumo la responsabilidad de esta batalla y no me amedrenta el hecho
de que algunos puedan calificarla de fracaso. La voluntad de perpetuarse en el
poder de Fidel Castro ha podido en este caso más que la fe en la posible
renovación de los mejores proyectos cubanos desde fecha inmemorial. ¿Cuál es la
Cuba a la que me enfrento hoy en medio de mi enfermedad? Es una Cuba desolada
en la que el carácter ético del proceso de 1959 se ha hecho inexistente. El
ciudadano ha ido perdiendo consciencia de sí mismo: se resiste aunque a veces
no lo exprese y la juventud se sustrae y convierte el deseo de escapar en una
obsesión desmesurada. Grandes sectores de la gente de a pie ya sabe de memoria
que esta revolución ya no tiene sentido moral. El cubano ha ido perdiendo su
esencia. Sobrevive en la simulación y en ese extraño fenómeno del doble
lenguaje. Las estructuras son irracionales. La extranjerización de la economía
se monta precariamente sobre una fórmula absurda y desbalanceada que excluye el
protagonismo y la iniciativa nacional.
El gobierno que
pregonó ser del pueblo y para el pueblo no apuesta por la creatividad y la
espontaneidad nacional y el sindicalismo brilla por su ausencia.
Me ha tocado vivir de
cerca la ardua faena de intentar hacer oposición en este país. He sido firme en
mi posición independentista y en mi llamado a marcar distancia de cualquier
proyecto vinculado a otros gobiernos. Pero el gobierno cubano ha sido tenaz en
su minuciosa labor de hacer invisible a la oposición, a la que se coacciona y
cohíbe de movilizarse y no se le permite insertarse en las áreas importantes de
las comunicaciones o la legislación.
¿Cómo indemnizar a un
país a 50 años de disparates contra su ciudadanía? ¿Cómo se indemniza a un
pueblo de tantos daños directos contra la colectividad y el ciudadano? ¿Cómo se
le indemniza de los errores por consecuencia?
El gobierno cubano no
deja duda de su incapacidad de crear progreso. Como resultado de esta realidad
el cubano deambula sus calles como un ciudadano disminuido, inquieto, triste e
insolvente. En la mentalidad de los que se aferran del poder a toda costa ese
ciudadano es el modelo y candidato perfecto a la esclavitud. La constitución no
funciona. El sistema jurídico es una broma. La división de poderes no es
siquiera una quimera. La sociedad civil es, como el progreso, un sueño
pospuesto por medio siglo.
¿Burla la justicia la
madre desesperada que busca leche para su hijo en la bolsa negra? Hace unos 60
años, Fidel Castro se dirigió a un magistrado, en medio de una dictadura pero
con prensa libre como testigo, y explicó que si se le acusaba por uso de fuerza
militar revolucionaria, ese agravio, ese desacato a la ley, y aquella querella
oficial contra él, debían ser desestimados ya que el gobierno existente era
producto ilícito de un golpe de estado. Aquella lógica, inexpugnable y cierta,
podría aplicarse hoy día, en nombre de la oposición para decir que el gobierno
cubano hace un grosero uso del poder absoluto y que su consolidación a
perpetuidad es una intolerable disposición testamentaria. Se usaría bien aquel
planteamiento de Fidel ante un magistrado para decir que nadie puede hacerse
custodio eterno de un país ni llevar adelante una meticulosa empresa de abolir
la realidad y de paralizar el avance. También se me ocurriría preguntar dónde
está la dirección originaria del proceso por el que murió mi hermano Carlos o
cuándo terminará la desazón de sentir que el futuro está hipotecado. Durante 50
años de destreza política y control policiaco el cubano ha sido un verdadero
héroe de la subsistencia dentro de un laberinto dialéctico. Ha manejado el
desencanto y el extravío y el desdoblamiento y la fatiga. ¿Qué tiene de nuevo
que decirle este gobierno a ese cubano acerca de su destino incierto? Según los
médicos, mi diagnostico es irreversible. Voy sintiendo que cada día será más
opaco y a la vez más cierto en la brevedad de mi destino. No temo el
diagnóstico que parece ser una ruta y la caminaré con calma y con esperanza en
el futuro de Cuba, esta tierra de hombres y mujeres inigualables. Quisiera
decir que me reitero en las ideas que alentaron en mí y en mis hermanos mis
padres generosos; ni tamizo ni renuncio a mi vinculo con la socialdemocracia,
una vinculación que es, cada vez más, a partir de la visión incluyente de la
historia; las posibilidades de éxito de cualquier visión política se
engrandecen o achican a partir de la generosidad y el sentido de compromiso
colectivo, la capacidad de acuerdo de sus portadores.
Si ofendí a alguien,
si los fantasmas de las diferentes contiendas me tentaron a faltarle a la generosidad,
pido benevolencia, al igual que olvido a quienes pudieron haberme juzgado de
manera apresurada hoy reflexiva. Creo haber servido a Cuba en diferentes etapas
por encima de los errores de mi autenticidad, de cualquier falta de visión de
mi parte o de cualquier terquedad en el camino. Durante la revolución, creo
haber sido una voz de humanismo que se manifestó quizá mejor en el sentido de
oponerme a los fusilamientos. Haber vivido en mi infancia la guerra civil
española me había preparado para intentar al menos el dominio de las pasiones.
No creo haber sido de los que permitieron el reverso del sueño que acabó en
convertirse en la peor pesadilla. Alguien podría interpretar este documento
como un lamento pesimista. Sin embargo, no es ese su propósito como no va en él
ninguna forma de cólera aunque me haga eco de estos duros quebrantos de la
familia cubana a la que me uní desde mi niñez al llegar a Cuba como miembro de
una familia de exilados españoles republicanos. Mi optimismo se basa en la
fuerza telúrica de esta isla; en la ternura infinita de la mujer cubana; en el
poder de innovación de su gente más sencilla. La herencia de perdurabilidad de
la Nación cubana resistirá todos los ciclones de la Historia y a todos los
dictadores. Varela es más que una seña. Maceo es más guía que guerrero
admirable. Martí no es una metáfora. La suerte llegará. Cuando el último cubano
errante regrese a su isla. Cuando el último joven nacido en Madrid, en Miami o
en Puerto Rico se reconozca en la isla. Cuando sanen las heridas y desaparezca
el dolor habrá un pueblo que tendrá cautela de celebrar su nueva dicha y de
cuidarse de magos iluminados y de proyectos mesiánicos. Porque, no importa
cómo, la suerte llegará: delgada, silenciosa y frágil como una mariposa llena
de júbilo, como una señal para este pobre pueblo que merece algo mejor. Yo sé
que habrá una mariposa que se posará en la sombra. Me habría gustado poderle
decir que habría querido dar más; acaso ella habría entendido que sólo pude dar
mi vida y que tuve el privilegio de ser parte de esta isla y de este pueblo.
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