La biblioteca del pabellón 31 de Auschwitz
Fue un pequeño espacio luminoso en medio de la noche de
Auschwitz. En aquella factoría de la muerte hubo una minúscula y secreta
biblioteca que llevó algo de vida y esperanza a sus moradores. Fueron ocho
libros escondidos entre los tablones de un infausto barracón que pasaron por
las manos de prisioneros y prisioneras gracias a una muchacha de 14 años, Dita
Kraus.
Eran sobre todo niños
y niñas, criaturas que estaban encerradas en el barracón infantil del campo de
extermino, el número 31. Un pabellón pantalla creado por los nazis como
guardería y escuela para humanizar el campo ante la posible inspección de la
Cruz Roja Internacional.
En un infierno en el
que la vida no valía nada, los libros, cuya tenencia se pagaba con la muerte,
eran objetos preciosos y moneda de pago. Nadie sabe muy bien cómo Dita acabó
administrando una biblioteca secreta, rara y vivificante.
En aquella biblioteca
de la noche solo había tres novelas 'El conde de Montecristo', de Alejandro
Dumas; 'Las aventuras del bravo soldado Svejk', de Jaroslav Hasek, y una novela
rusa sin cubierta que nadie acierta a identificar. Había además un atlas
universal, una gramática rusa, un tratado elemental de geometría y un ensayo,
'Los nuevos caminos de la terapia psicoanalítica' de Sigmund Freud.
Una selección fruto
del azar pero que, según explica su cuidadora seis décadas después,
"sirvió para acercar la normalidad a unos niños que no podían volver a la
escuela". Dita Kraus es hoy una octogenaria que vive en Israel. Era una
judía de Praga que perdió a toda su familia en el campo de exterminio nazi al que
fueron llevados.
Es la historia que ha
logrado rescatar el escritor Toni Iturbe para su novela, 'La bibliotecaria de
Auschwitz', tras cuatro años de investigaciones.
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