El negocio de dos gallegos (Feijóo y Rajoy) con los
petroleros mexicanos
El presidente de Navantia, José Manuel Revuelta, durante una
entrevista con Efe, el pasado día 2. / Paco Campos (Efe)
El presidente gallego
y candidato a la reelección el próximo 21 de octubre, Alberto Núñez Feijóo, se
ha colgado la medalla de un gran negocio para los astilleros gallegos: la
construcción de dos buques-hotel para el personal de la petrolera estatal mexicana
Pemex y la eventual participación en la renovación de la flota de esa compañía,
la cuarta del mundo en extracción y reservas. Pero los socialistas no se fían y
han pedido al presidente de la SEPI , Ramón Aguirre, del que dependen los
astilleros Navantia, que comparezca en el Congreso y lleve el contrato firmado
el 19 de septiembre con Pemex en Santiago de Compostela.
La rueda de medias verdades y verdades a medias sobre la
nueva carga de trabajo para los astilleros gallegos de Navantia y Barreras
comenzó a girar antes del verano. Feijóo realizó intensas gestiones con los
directivos de la petrolera mexicana con la intermediación del empresario
gallego afincado en el país Olegario Vázquez Raña. El presidente gallego se
sumó al primer viaje oficial de Mariano Rajoy a México, y mientras éste hablaba
con el presidente Manuel Calderón, Feijóo, por mediación de Raña, negociaba con
los directivos de la petrolera paraestal. Los contactos fructificaron y el
negocio comenzó a cuajar.
Pero horas después de firmar el 19 de septiembre pasado el
supuesto contrato de los barcos-hotel que proporcionarán trabajo a los astilleros de Vigo y El Ferrol,
ocurrió que dos directivos de Pemex, Ignacio Quezada y Juan Manuel Carrera,
responsables de finanzas y de la división internacional de la petrolera en
España dijeron que “se han explorado ofertas en Galicia, Noruega y Corea del
Sur, pero no se tiene ningún contrato firmado con astillero alguno”.
De inmediato saltaron las alarmas en la presidencia gallega
y en La Moncloa , se cruzaron llamadas, el presidente de Navantia, José Manuel
Revuelta, aseguró que el contrato con Pemex “existe” y “es firme”, y el
director general de la petrolera estatal mexicana, Juan José Suárez Copel,
aclaró que los contratos con los astilleros Barreras y Navantia cuentan “con
todas las certezas”, aunque es necesario todavía hacer “un ajuste fino en las
características técnicas de los dos floteles” u hoteles flotantes. La confusión
alcanzó su cenit el sábado pasado, 6 de octubre, cuando el director general de
Pemex Explotación y Producción, Carlos Morales, aseguró que no se han
contratado los “floteles” con ninguna empresa.
La petrolera mexicana pagaría 380 millones de dólares (unos
300 millones de euros) por los dos buques-hotel con capacidad para 600 personas
cada uno. Esa cantidad supone más de la mitad de los 600 millones de dólares
inicialmente destinados a renovar la flota. La sospecha de comisiones elevadas
–en México se habla de porcentajes superiores al 12%– y la denuncia del trato
de favor a la deprimida economía española en detrimento de los astilleros
mexicanos, con escasa capacidad tecnológica, pero también necesitados de carga
de trabajo, ha soliviantado a la opinión pública mexicana.
Así, el diario progresista La Jornada informaba en su
edición del 22 de septiembre que los dos hoteles flotantes que Pemex mandó
construir en Galicia tendrán un coste de 190 millones de dólares cada uno, muy
caros si se compara con los 40 millones de dólares pagados por el petrolero más
grande construido en los astilleros de Mazatlán, un buque con una eslora de 200
metros y 40 de manga. Y se preguntaba si Pemex se va a dedicar a los cruceros
por el Mediterráneo o por el Caribe y si estamos ante “una ocupación
colateral”.
Al margen de algunos desatinos sobre la capacidad
tecnológica de los astilleros españoles –Navantia construye portaviones, buques
logísticos, barcos de transporte y asalto anfibio y las fragatas más avanzadas
del mundo, entre otros grandes buques–, las críticas de los medios de
comunicación y de la industria naval mexicana acusan la opacidad del negocio,
los contratos sin mediar licitación y la negativa a informar a la ciudadanía.
La oscuridad de los contratos, la falta de control y
fiscalización de los costes, las suculentas comisiones en pleno trasiego de
poder del PAN al PRI y el hecho de que se favorezca a España mientras decenas
de mexicanos son expulsados a diario en los aeropuertos españoles por carecer
de la preceptiva “carta de invitación” para entrar, comienzan a soliviantar a
la opinión pública mexicana y no hay que descartar que las expectativas
gallegas se vayan a pique.
Sin embargo, a Feijóo y al propio Rajoy nada de eso parece
importarles. En la campaña gallega, que comenzó oficialmente a las doce de la
noche del pasado día 5, exhiben el “acuerdo estratégico” con Pemex como
conquista tan grande como la de Hernán Cortés. De México vendrá, dice Feijóo,
el “inicio del crecimiento para Galicia”, pues detrás de los buques-hotel
llegarán contratos para construir 14 remolcadores, siete en Galicia y otros
siete en astilleros mexicanos con asistencia técnica española. Será un
suculento pastel de unos mil millones de dólares, añade.
Y, por supuesto, no olvidan que la petrolera mexicana
necesita renovar gran parte de su flota de 130 buques. Por eso Rajoy dice en
los mítines que “Núñez Feijóo defiende los intereses de Galicia fuera de sus
fronteras, algo que yo he seguido de cerca y en algunas ocasiones vivido con
él. Por poner un solo ejemplo: la firma de dos contratos con la empresa pública
mexicana Pemex ha sido un balón de oxígeno para el sector naval gallego, que
pasa por dificultades. Y además de un balón de oxígeno ha sido el prólogo de
nuevos contratos que sin duda habrá, y pronto, en el futuro”.
La contrapartida serán las facilidades a Pemex para que
ubique su base logística para Europa en el nuevo puerto exterior coruñés de
Punta Langosteira, una instalación que se ha construido con ayudas de la UE
(267 millones de euros) y un préstamo de 130 millones de euros del Banco
Europeo de Inversiones.
Paco Campos (EFE)
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