Por Andreu Nin
José Luis García Rúa
Boni (Bonifacio Ortiz), un entonces, muy joven y aguerrido
luchador antifranquista en los años setenta, me pide unas palabras por Andreu
Nin en la presentación pública de la Fundación que lleva su nombre. Mi vieja
amistad con Wilebaldo Solano, cuya desaparición lamento profundamente, la noble
memoria de mi padre, Emilio García García, militante de la CNT y el POUM y el
gran cariño que profesé a Aquilino Moral (“Mario”), mi compañero de lucha desde
los años sesenta, sumado todo ello a mi admiración y reconocimiento del gran
luchador que fue Andreu Nin, hasta culminar en una cruel y sangrante muerte
heroica, son razones sobradas para que, con el mayor gusto y sintiéndome
honrado en ello, acepte la invitación que se me hace.
Fue Nin un gran luchador consecuente con sus ideas en cada
diferente momento de su vida, y supo siempre responder con dignidad
revolucionaria a todas las conspiraciones, intrigas y persecuciones que le
tendieron tanto los que programáticamente propugnaban el centralismo
democrático como los catalanistas que promovían la emancipación nacional, dos
finalidades que él, Nin, estimó inexcusables para la culminación victoriosa de
la lucha del proletariado y con las que fue consecuente.
Desde agosto de 1936, venía Nin denunciando los pasos
contrarrevolucionarios de la dictadura estalinista, y, en ese momento concreto
había condenado duramente las ejecuciones por Stalin de los viejos bolcheviques
Zinoniev y Kaménev, dando lugar a que tanto el “Mundo Obrero”, órgano del
Partido Comunista, como el “Ahora”, órgano de las Juventudes Socialistas
Unificadas, le seleccionaran como blanco especial de sus incalificables y
calumniosos ataques y acusaciones de quintacolumnista.
Promotor de los Comités de Defensa de la Revolución, en los
“sucesos de Mayo” de 1937 en Barcelona, fue apresado por los esbirros de Orlov,
jefe en España de la NKVD rusa, y torturado de la manera más cruel hasta su
muerte y desaparición, con lo que sólo pudo aparecer su nombre como “encausado
en rebeldía” en el incalificable y vergonzoso juicio seguido contra el POUM en
octubre de 1938, una maquinación abominable que descalifica a perpetuidad, como
urdidores, promotores y realizadores del mismo, tanto al Partido Comunista de
España como a su padre celestino, el Doctor Juan Negrín.
El Comité Nacional de la CNT escribe, el 23 de junio de
1937, una carta acusatoria, dirigida al Gobierno, a las fuerzas vivas y a
partidos y organizaciones, denunciando severamente los procedimientos
policiales y judiciales seguidos contra el POUM. En el juicio, Federica
Montseny declara que ni el POUM ni la CNT fueron los reales promotores y
realizadores de los sucesos de mayo, sino, realmente, sus víctimas, y que los
tales sucesos sólo fueron el escenario forzado de una maquinación política
tendente a desplazar del poder a Largo Caballero, como, en la práctica se
probó. Continuó Federica afirmando que la acusación de alta traición era
sencilla y vergonzosamente falsa y que los encausados eran verdaderos
luchadores antifascistas y revolucionarios.
Sentenciados, el 29 de octubre de 1938, los militantes del
Partido Obrero de Unificación Marxista, simplemente por el hecho de que “había
que condenarlos”, en Barcelona, el 5 de noviembre siguiente, se promueve una
carta firmada por Largo Caballero, Federica Montseny, Juan Peiró, Luis
Araquistain, Lluis Companys y siete personalidades políticas más en la que
piden al Consejo de Ministros la revisión del proceso ante el hecho de que su
conciencia no les permitía aprobar la sentencia. Pocas veces en la historia se
hizo un acto jurídico tan infame.
Granada, 2012
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