El extraño suicidio de Rudolf Hess, último prisionero nazi
Tal día como hoy, hace justo 25 años, moría en la cárcel de
Spandau, en Berlín, el último de los grandes prisioneros nazis. Según la
versión oficial, Rudolf Hess, que había sido jefe del Partido Nazi, y mano
derecha de Adolf Hitler, se quitó la vida a los 93 años, ahorcándose con un
cable eléctrico. No parecía extraño que la última cabeza visible del Tercer
Reich que quedaba con vida acabara sus días como el resto del aparato del
partido, mediante un suicidio. Así desaparecieron del mundo el propio Hitler,
su esposa Eva Braun, el temido ministro de propaganda Goebbels, junto a su
mujer y sus cinco hijos, Göring, y muchos otros dirigentes nazis. Pero la
historia de Hess fue muy distinta.
Rudolf Hess pasó los últimos 41 años de su vida en la
prisión de SpandauEn 1987 Hess era el único prisionero de la cárcel de Spandau.
Llevaba recluido en ella 41 años, desde el 1 de octubre de 1946, cuando el
tribunal de Núremberg le condenó a cadena perpetua, debido a las decisiones que
tomó y firmó como ministro nazi. Durante 20 años compartió patio de recreo con
otros seis ilustres dirigentes nazis, que tras la caída del Reich acabaron
también entre rejas, pero a medida que pasaban los años fueron uno a uno
saliendo de prisión. En 1966 abandonó Spandau el penúltimo de sus prisioneros,
Albert Speer, que había sido Ministro de Armamento y Guerra de Alemania durante
la II Guerra Mundial y que pasó a la historia como “el nazi que pidió perdón”, tras aceptar su responsabilidad criminal en
los juicios de Núremberg.
20 años de prisión en solitario
Tras la marcha de Speer, Hess se convirtió en el único
prisionero de Spandau, lugar en el que debía pasar el resto de su vida. La
fortaleza, que había sido diseñada ex profeso para albergar a 500 prisioneros
nazis –aunque sólo tuvo siete inquilinos en toda su historia–, contaba con la
vigilancia de 600 soldados de las potencias aliadas (la URSS, EE.UU., Reino
Unido y Francia) además de 50 agentes de la Alemania Federal.
Las medidas de seguridad eran extraordinarias, máxime si se
tiene en cuenta que en sus 20 últimos años de actividad sólo sirvieron para
evitar la fuga de un preso anciano y con signos de demencia. La prisión estaba
rodeada por una primera línea eléctrica, a la que seguía un muro de seis metros
de altura rodeado de cabinas de vigilancia, tras el que había un pequeño
pasillo (vigilado, claro está), y un contramuro de cinco metros de alto
iluminado por la noche con potentes focos. Se calcula que costaba mantener la
prisión unos 60.000 euros al año, al cambio de entonces.
La prisión de Spandau, poco antes de su demolición. (Bauamt
Süd)
Una muerte rodeada de misterio
El 17 de agosto de 1987 se anunció en todo el mundo que Hess
se había quitado la vida ahorcándose con un cable eléctrico. Con 93 años había
logrado evadir la vigilancia de los guardias para entrar solo en una cabaña del
jardín. Allí ató el cable a los barrotes de una ventana y se suicidó.
Tras conocer la
noticia, la familia de Hess denunció públicamente que el suicidio de Hess era
poco creíble, ya que éste no mostraba tendencias suicidas y además estaba casi
ciego, sin fuerza y con una pierna prácticamente inmóvil. Sólo dos horas
después las autoridades aliadas contraatacaron, anunciando que habían
encontrado una nota de despedida en el pantalón de Hesse que, aseguraban,
confirmaba su suicidio. En ella, según reflejó el diario alemán Bild, el
dirigente nazi agradecía a su esposa sus esfuerzos por ponerle en libertad.
Se realizó una investigación oficial sobre la muerte de
Hesse, pero Thatcher se negó a hacerla públicaLa familia del nazi siguió
dudando de la versión oficial y encargó entonces una segunda autopsia, al
director Instituto Anatómico Forense de Munich, Wolgfang Spaan, que determinó
que su muerte se había producido por asfixia, no por suspensión, algo que
tiraba por tierra la tesis de los aliados, aunque no pudo demostrar que Hess
fuera asesinado.
Las Fuerzas Armadas de Reino Unido fueron las encargadas de
llevar a cabo una investigación oficial para esclarecer la verdadera causa de
la muerte de Hess, pero se desconoce la conclusión de la misma, pues Margaret
Thatcher –dos años después del suceso– se negó a facilitar a la Policía su
contenido.
¿Suicidio o asesinato?
Años más tarde fueron atendiendo a la prensa diversos
trabajadores de Spandau, que nunca se creyeron la versión oficial. Una
enfermera que había cuidado al dirigente nazi durante sus últimos cinco años de
vida aseguró a la BBC que éste fue asesinado, pero más impactante fue el
testimonio del funcionario de prisiones que halló el cuerpo en la cabaña del
jardín, Abdallah Melaouhi, que se atrevió a hablar dos años después del suceso.
Según éste, y tal como informó el Abc en 1989, el cadáver no se encontraba cerca
de la ventana, y mostraba huellas de un forcejeo para defenderse. Asimismo
aseguró que Hess tenía artritis y, en ningún caso, habría tenido la fuerza
suficiente para ahorcarse.
Tras la muerte de Hesse la prisión de Spandau fue derruida
–para evitar que se convirtiera en lugar de culto de grupos neonazis– y en el
solar que ocupaba se construyó un centro comercial. La muerte de Hesse sigue
siendo un misterio y ha dado pie a cientos de teorías. Hay quien dice que fue
asesinado por el M16 –el servicio secreto británico–, otros piensan que en
realidad se asesinó a otro hombre en su lugar, y muchas otras personas dan pie
a la versión oficial. Sólo la publicación de los documentos oficiales, en poder
de Gran Bretaña, podrá esclarecer la verdad. Pero para eso habrá que esperar,
como poco, hasta 2017, cuando pasen 30 años del suceso.
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