Biografía de Emilio García Garcia – padre de Jose Luis
Garcia Rua
Por Boni Ortiz
Emilio García nació
en Avilés en 1894. Allí pasó su infancia y juventud, iniciándose en el oficio
de carpintero, que ejerció durante toda su vida. Muy pronto se vinculó a la UGT
y al PSOE, que abandonaría, como otros muchos jóvenes revolucionarios de su tiempo,
por el influjo de la Revolución de Octubre de 1917. Emilio fue uno de ellos y,
aunque desconocemos su trayectoria concreta, es de suponer que formó parte del
inicial PCE, cuyo grupo fundamental estaba en Gijón, realizando un recorrido
político y organizativo en paralelo a José María Loredo Aparicio y otros muchos
que posteriormente formaron parte de la Oposición de Izquierda y más tarde de
la Izquierda Comunista. Piénsese que en 1921 aparece su firma junto a otros
comunistas asturianos como Amaro del Rosal y José Trians en un manifiesto con
el título de «A los comunistas españoles», en el que se proponía trabajar «por
depurar el partido de todos los elementos semirreformistas, arribistas e
inactivos». El manifiesto estaba firmado por un numeroso grupo de comunistas de
todo el Estado, lo que demuestra el reconocimiento y representatividad de la
que ya gozaba Emilio al comienzo de la década de los veinte. También sabemos
que en el Congreso de la CNT de 1919, celebrado en Madrid, donde la delegación
asturiana proponía una declaración por la «Unificación del Proletariado
Español», ya forma parte del sindicato confederal en Asturias, que en esos años
miraba con entusiasmo al país de los soviets.
El año de aquel
congreso del Teatro de La Comedia de Madrid, Emilio García se casó con Pilar
Rúa en Avilés y al año siguiente tuvieron a Pilar, su primera hija, y al
segundo hijo en 1921, al que llamaron Emilio. Al comienzo de los años veinte,
Emilio fue movilizado en el servicio militar obligatorio y destinado a Marruecos,
donde participa en las campañas contra las tropas guerrilleras de Mohamed
Abd-el-Krim. En un lance del combate, por su valentía, se le concedió un «Hecho
de Armas». De vuelta a Gijón, en la ciudadela de Anselmo Solar, en 1923, su
compañera Pilar Rúa trae al mundo a su hijo menor: José Luis García Rúa, que
muchos años después, y para muchos de nosotros, habría de ser un singular
maestro.
A Emilio García en
Gijón se le conocía por Milión el Bomberu, porque además de ser un buen mozo,
alto y fuerte, pertenecía al Cuerpo de Bomberos, por aquel entonces conformado
por voluntarios. Hasta ahí llegaba su magnífica solidaridad y su disposición
para todo el que lo necesitara, incluso en estas tareas tan arriesgadas. Una
pequeña ventaja que tenían los bomberos y que les proporcionaba una singular
popularidad era su presencia obligada en los espectáculos públicos. No había
función de teatro o sesión de cine que no contara con la presencia de uno de
ellos en los extremos de la primera fila de butaca.
Su hijo José Luis
recuerda algunas anécdotas de su padre, como cuando, en vísperas de la comuna
asturiana, picaron a la puerta de su casa en la calle Caridad. Su padre, que
estaba escribiendo algún artículo o proclama seguramente relacionada con lo que
se estaba organizando, le dice: ¡«Pepín», abre tú!». Pepín, obediente como un
buen chaval de 11 años, así lo hizo, encontrándose diez fusiles Máuser que le
apuntaban: uno por cada guardia de asalto. «¡Padre, están aquí los guardias
preguntando por ti!». Pilar, alarmada, acudió a la puerta, y al ver a los
guardias apuntándola, se desmayó. Se acercó Emilio a la puerta: «Esperen, mi
mujer se ha desmayado. Ahora la atiendo y luego voy con ustedes». José Luis le
oyó hacer ruido en el váter, rompiendo y tirando lo escrito, y después les
acompañó.
La Alianza Obrera
Emilio había sido
fundamental en la defensa de la Alianza Obrera en el seno de la CNT —cuyos
mayores exponentes serían José María Martínez, Avelino González Entrialgo y
Eleuterio Quintanilla—, que contaba con la oposición tajante de la FAI, aunque
no de toda. Ya en el seno de la clase trabajadora asturiana iban cuajando esas
ideas unionistas, como la que permitió establecer en enero de 1934 la Alianza
Obrera contra el Paro Forzoso, constituida en Oviedo por una asamblea de 180
delegados obreros de la CNT, UGT, PC y BOC; o con la huelga general convocada
para el 19 de febrero contra la represión del levantamiento socialista en
Viena, secundada por 10.000 mineros; y de forma primordial por los compromisos
establecidos en los diez puntos por la Alianza Sindical de la CNT y la UGT el
miércoles 28 de marzo de 1934.
Tres días después se
constituye la Alianza Obrera, quien publica una declaración en el diario
socialista Avance al día siguiente, el domingo 1 de abril. El sábado 7, en el
Centro de Sociedades Obreras de Oviedo se reúne el Comité de la Alianza y,
entre otros temas, como el establecimiento de alianzas por los pueblos
asturianos, se leen las cartas con las peticiones de ingreso del BOC y de la
IC. La carta del BOC —con fecha del 4— estaba firmada por Marcelino Magdalena y
Benjamín Escobar, facultando a Manuel Grossi Mier como su representante. La
segunda, de la Izquierda Comunista, con fecha del lunes 2, estaba firmada por
José María Loredo Aparicio, Ignacio Iglesias, Aurelio Solares y Emilio García.
Se acercaba el
Primero de Mayo y la Alianza Obrera aprovechó la ocasión para lanzar una
ofensiva. Las huelgas, las manifestaciones y los mítines recorrieron Asturias
de punta a cabo. La importancia que la Alianza Obrera y las organizaciones
componentes le dieron a este primero de mayo lo muestra la presencia en los
mítines de Matilde de la Torre, diputada asturiana del PSOE, o la del
secretario General del BOC, Joaquín Maurín, que días antes recorriera los
ateneos obreros de Mieres, La Peña, Turón, La Felguera, Lada, Sama y Gijón,
conferenciando sobre Comunismo y fascismo, La crisis del capitalismo, Causas
económicas de la caída de la monarquía, El problema agrario en España y
Leninismo y trotskismo. Maurín participó en los mítines de Sama y Mieres. De
todos los actos convocados el más numeroso sería el celebrado en la Casa del
Pueblo de la CNT, que reunió a 10.000 obreros y obreras de todas las
tendencias. El diario La Prensa de Gijón, al día siguiente, relataba así aquel
multitudinario acto:
Mitin en la Casa del
Pueblo. A las seis de la tarde se celebró, como estaba anunciado, en el patio
de la Casa del Pueblo, el mitin organizado por la Alianza Obrera para
conmemorar la fiesta del trabajo. El local se hallaba rebosante de obreros de
todas las tendencias que existen en Gijón, figurando también muchas mujeres.
Presidió Ángel Martínez, por la Agrupación Socialista, quien dijo que venían a
hablar en nombre de la Alianza Obrera, que se ha hecho para defender los
principios que son comunes a todos los trabajadores y combatir el fascio, y que
en esta fecha simbólica del Primero de Mayo quiere presentarse ante todos sus
fines. Recomienda orden y concede la palabra a Emilio García, quien habla en
nombre del Partido de Izquierda Comunista, refiriéndose a la significación del
Primero de Mayo. Dice que la Alianza Obrera hace tiempo que debiera haberse
hecho, y cree que para que sea eficaz hay que estar todos muy compenetrados,
sin pensar en exclusivismos y pensando sólo en combatir al enemigo común,
determinando la misión de cada uno. Encarece la necesidad de la disciplina para
conseguir el triunfo que se pretende.
Después habló José
María Martínez por la CNT, que según el redactor de La Prensa recordó:
[…] el Primero da
Mayo de 1885 en que los trabajadores da Chicago se alzaron en protesta contra
la jornada excesiva que entonces imperaba, reclamando la de ocho horas […]
fueron ejecutados cuatro obreros y otros encarcelados, y expone que para evitar
posibles males a la clase trabajadora se ha formado en Asturias la Alianza
Obrera, que debiera haberse hecho ya nacionalmente […]. Combate a quienes están
contra la Alianza, que ha de crear un régimen en que los trabajadores se
desenvuelvan mucho mejor para vivir en la forma a que tienen derecho.
Y por último, habló
el alcalde socialista de Siero Inocencio Burgos en nombre de la UGT:
[…] se trata de
transformar lo que todos anhelan y que el entusiasmo debe de ser reflexivo,
pues un momento de entusiasmo fue también aquel en que llegó la República que
todos contribuyeron a traer, creyendo que serviría para preparar el bienestar
del pueblo y ha venido a parar en lo que es actualmente.
La noticia recogía
una serie de reclamaciones y exigencias a los «poderes públicos y en las que se
protesta contra la Ley de amnistía y se pide su ampliación; se reclama la
jornada semanal de 40 horas; se protesta contra la vulneración de las leyes
sociales, el proyecto de pena de muerte, al amparo del Gobierno a las fuerzas
reaccionarias, la pasividad del Gobierno ante los conflictos sociales, y contra
la guerra, y se pide un mejor trato para los presos y el derecho de asilo a
Trotsky».
Ya el 29 de abril se
había reunido el Comité de la Alianza Obrera en Oviedo, confirmando la
incorporación del BOC y de la ICE, además de hablar sobre el armamento
necesario para llevar a cabo la revolución. El domingo 13 de mayo se formaliza
la presencia del BOC y la ICE, representadas, respectivamente, por Manolo
Grossi y Emilio García.
Convendría recordar que en diciembre de 1933 Asturias tenía
una población ligeramente superior a los 800.000 habitantes, de los cuales
110.000 era trabajadores. Pues bien, casi el 70 % (aproximadamente 75.000)
estaban sindicados: el 58 % lo estaban en la UGT, en la CNT el 35 %, en la CGTU
el 5 % y un 2 %, de «amarillos». El Sindicato Obrero Minero Asturiano (el
SOMA), que representaba más de la mitad de los 40.000 afiliados de la UGT, era
toda una potencia económica, con propiedades como La Mina San Vicente, el
diario Avance, once casas del pueblo en las cuencas mineras, además de la
monumental Casa del Pueblo de Mieres, el Teatro Llaneza, un par de edificios de
Sama y el Orfanato Minero en el Naranco.
Otro momento decisivo
para la Alianza obrera, para su continuidad y afianzamiento en el seno de la
clase trabajadora asturiana, sería el Pleno Regional que la CNT celebró en
Gijón en septiembre de 1934. En él, junto a la voz siempre unitaria de José
María Martínez, se alzaron otras también imprescindibles, como la de Aurelio
Solares y la de Emilio García, los dos de la ICE.
En aquel Pleno
Regional estuvieron representados 21.556 afiliados, siendo Gijón el que llevaba
el mayor peso: 12.467, de los que 3.298 pertenecían al Sindicato Único de la
Construcción y Madera. Emilio García García era el secretario local de ese
sindicato que, tras una heroica lucha, había logrado la jornada de 44 horas
semanales en el sector gijonés, haciéndola después extensiva a toda Asturias. A
pesar de conocerse su militancia política en la Izquierda Comunista y de la
imposibilidad de responsabilidades sindicales que ello le suponía, era elegido
por sus compañeros para representarlos, no sólo en acciones y negociaciones
sindicales o de empresa, sino también como delegado por el Sindicato Único de
la Construcción en el III Congreso de la CNT de 1931, celebrado en el Teatro
Conservatorio (María Guerrero), y en el IV Congreso celebrado en mayo de 1936,
en el Teatro Iris de Zaragoza.
La guerra civil
A pocos metros de su
casa en la calle Caridad estaba la magnífica sede del Ateneo Obrero de Gijón,
con sus tres pisos, que poco tiempo después sería incendiada por los fascistas,
tras asaltarla y saquearla, rematando la tarea destructiva iniciada desde la
costa gijonesa por el buque Libertad en sus tareas de represión de la Comuna,
cuando tiró unos pepinazos, alcanzando la Sala de Exposiciones del Ateneo
Obrero, en la que colgaban cuadros de Gutiérrez Solana que, milagrosamente, no
sufrieron ningún daño.
Aquella estupenda
vecindad con el Ateneo Obrero de Gijón permitía a su hijo José Luis sacar
libros de la Sección Infantil de su Biblioteca Circulante, de la que tenía el
carné, o participar en las clases de francés que Eleuterio Quintanilla daba en
el Ateneo. Justo enfrente estaba (y está) el Colegio de San Vicente, y en plena
campaña de las elecciones de febrero de 1936, desde el balcón de casa, José
Luis y Emilio vieron a una colegiala de las monjas pintando «el yugo y las
flechas» falangistas. Emilio, que nunca hablaba de política en casa, le
preguntó a su hijo: «¿Qué te parece Pepín?». «Mal». «A mi también». Caída la
tarde, el chaval y unos amigos embadurnaron como pudieron aquella imagen del
fascismo que pronto habría de llenar las tierras de España de dolor y muerte.
De todos modos, a Pepín y a su hermano otros emblemas sí que les gustaban, como
la «foceta y el martiellu» del sello del POUM que tenía su padre en un cajón de
la casa, con el que se marcaban los brazos para salir a la calle e impresionar
a los güajes del barrio.
Aquella campaña electoral se estaba celebrando mientras continuaban
en Gijón los consejos de guerra contra los revolucionarios de Octubre, o se
esperaba con impaciencia el traslado a Gijón de los 210 presos en el fuerte de
San Cristobal de Pamplona, y Emilio García, que participó en algunos mítines
del Frente Popular, tenía que referirse a ello. El domingo 2 de febrero —una
semana después de que la Casa del Pueblo de Gijón, sede de los sindicatos de
industria de la CNT, hubiera sido abierta tras una clausura gubernativa de casi
16 meses como represalia a la Comuna Asturiana— se realizó un gran mitin en el
cine Los Campos Elíseos por la mañana, ya que por la tarde «en todas las
secciones», se ofrecía el «regocijante sainee (sic), joya de la Lírica
Española: Los claveles». El diario republicano El Noroeste lo recogía así:
En Gijón. El mitin
del domingo en Los Campos. Organizado por el Frente Popular de Izquierdas, y en
cine Los Campos Elíseos, se celebró el pasado domingo por la mañana un mitin de
propaganda electoral. Dio apertura al acto el presidente del Comité Local de
Izquierda Republicana, don José Valdés, y, seguidamente comenzó la intervención
de los oradores. Emilio García, de la Unificación Marxista, dedicó un recuerdo
a los muertos de la revolución y a los presos por el mismo motivo. Hizo un
llamamiento a los sindicalistas para que no se abstengan en la próxima lucha.
La amplia nota de El
Noroeste continuaba resumiendo las intervenciones de «Don Carlos Martínez, de
Izquierda Republicana», además de la de Inocencio Burgos, que cerraba el acto
recordando a los caídos como «José María Martínez y Baldomero del Val, que
aunque no murió en la lucha, sí a consecuencia de ella». Antes hablaba Dolores
Ibarruri haciendo «alusión a la acogida que tuvo últimamente en Gijón, donde
fue duramente atacada por los sindicalistas, y dice que entre aquella ocasión y
esta, está la gesta heroica de la revolución proletaria. Propugna por que se
olviden las pequeñas diferencias ante la lucha que se avecina, uniéndose todos
para emprender el camino de la revolución proletaria».
Precisamente en
aquella campaña electoral, Emilio García participó junto a Joaquín Maurín en un
acto político del POUM celebrado en el Cine Los Campos Elíseos. No era la
primera vez que Maurín estaba en Gijón y en todas las ocasiones, comía en casa
de Emilio.
Ni Emilio, ni José
Luis sabían que aquel colegio de las monjas que tenían en frente de casa, poco
después de empezada la guerra civil, habría de convertirse en el Orfanato
Miliciano Alfredo Coto, dirigido por la Asociación de Trabajadores de la
Enseñanza de Asturias (ATEA), ni tampoco que José Luis pasaría allí varios
meses de internado antes de su evacuación a Cataluña en septiembre de 1937, ni
que allí habrían de enseñarle el gusto por los libros, la lectura, la poesía y
por el teatro, participando en un homenaje infantil a Federico García Lorca.
El 18 de julio de
1936, y después de que el general Aranda prometiese lealtad a la República,
Emilio García formó parte de la Columna Minera que se proponía llegar a Madrid
e impedir allí la sublevación militar. Era tan grande su ascendente dentro del
campo anarquista, que partió como responsable de uno de los autocares de las
JJ. LL. Partió, como la mayoría, armado solamente con la voluntad de vencer al
fascismo. Pararon en León, donde consiguieron armas el 19 de madrugada, y por
la noche, ya en Benavente, el diputado socialista José Andrés Manso (que sería
fusilado poco después en Valladolid por los fascistas) les comunicó una mala
noticia: en León y Oviedo se había sublevado el Ejército. Decidieron regresar, pero
ya no pudieron pasar por León. Emilio trajo el primer fusil que empuñó en la
guerra civil y que en esta ocasión servía para avanzar y defender las
conquistas proletarias. Tuvieron que hacerlo en autocares por carreteras
secundarias, pasando el Puerto de Somiedo, hasta llegar el 21 de julio a las
afueras del frente del Oviedo sublevado. Emilio García participó con valentía y
empeño en el cerco de los focos sublevados de Gijón: los cuarteles de Zapadores
y de Simancas.
En algunos de sus
descansos del frente, como miliciano de las Milicias Antifascistas Obreras y
Campesinas (MAOC), sus compañeros del Secretariado de la Construcción le pedían
encarecidamente que se quedara en Gijón en tareas organizativas. Emilio, una y
otra vez, les decía que el lugar de los revolucionarios en aquellas horas
estaba en el Frente… En todo caso, a lo que sí se había comprometido era a que,
una vez tomado Oviedo, se quedaría en Gijón en las numerosas tareas sindicales.
A primeros de octubre se intensifica el frente de Oviedo. En la primera
ofensiva miliciana contra el Oviedo de Aranda, al lado de la llamada Casa
Negra, y al frente de la compañía que iba a su mando, Emilio García cayó muerto
en la tarde del domingo 4 de octubre de 1936, justo un día antes del segundo
aniversario de la Comuna Asturiana. El disparo que acabó con la honrada vida de
Emilio salió de un puesto frente a la Casa Negra defendido por la Guardia
Civil. En su cartera llevaba, como únicos documentos, el carné de la CNT y
aquel «Hecho de Armas» que le concedieran en Marruecos.
Dolor y despedidas
El Comercio del lunes
5 daba cuenta de la muerte y el diario La Prensa del martes 6 de octubre de
1936 recogía su entierro de este modo:
El entierro del
compañero Emilio García. A las diez da la mañana de ayer se verificó el
entierro de este inolvidable compañero, que el día anterior encontrara la
muerte en uno de los frentes de Oviedo, después de una brillantísima jornada
durante la que había peleado con el encendido entusiasmo que puso siempre en la
lucha por la causa del proletariado. Fue este acto de conducir los restos del
compañero Emilio García desde la Secretaría de la Construcción hasta el
cementerio de Ceares una imponentísima manifestación de pesar, en la que quedó
patentizado el gran dolor que su desaparición hubo de producir en los medios
sociales gijoneses, donde tanto y tanto se estimaba a tan inolvidable
compañero. Con motivo de este acto, se recordaba la actuación de Emilio García
en la organización obrera por la que sentía verdadera pasión, luchando sin descanso
en pro del proletariado, primero en Avilés y más tarde en Gijón, donde
intervino con entusiasmo en diferentes momentos de gravedad en que peligraban
las reivindicaciones obreras, y también en la lucha constante que el ramo de la
construcción a que pertenecía tuvo que sostener con la clase patronal para
arrancar mejoras de índole moral y material para sus afiliados, que confiaban
tales misiones al compañero Emilio, por no desconocer cuánto fuego y pasión
ponía siempre en la defensa de los intereses de los que, como él, venían siendo
explotados por la burguesía. Y sobre todo esto, se hacía resaltar también la
bondad de sus sentimientos y el trato afabilísimo, así como su afán de ser útil
en todo momento, haciendo que estas cualidades le granjearan el aprecio y
estimación de todos. Nosotros, que vimos siempre en Emilio García al compañero
entrañable, hemos sentido hondamente su muerte, que le privó de saborear el
triunfo de los trabajadores próximo a conquistar y por el cual vino luchando
siempre y luchaba ahora con todo su ardor, y, al rendirle desde aquí el postrer
tributo de admiración a tan querido compañero, reiteramos a su apenada
compañera e hijos la expresión más sincera de nuestro dolor.
Así mismo, en La
Batalla (órgano central del POUM) del miércoles 14 de octubre se recogía la
dolorosa noticia en primera plana escrita por Armando Alonso, del POUM de
Gijón, con el siguiente titular: «El POUM en el asalto de Oviedo. Ha muerto
Emilio García». La nota seguía así:
En la tarde del
domingo 4 de octubre, cayó para siempre víctima de las balas fascistas nuestro
querido camarada Emilio García, cuyo prestigio en los medios confederados era
verdaderamente indiscutible. En el Sindicato de la Construcción, al cual
pertenecía, desempeñó los puestos de más responsabilidad. Su heroica muerte fue
el sublime colofón de toda una vida dedicada al triunfo revolucionario de los
trabajadores. Por su reconocido prestigio, por su inteligencia, por su audacia,
se le encomendó el mando de una compañía de milicianos que actuaba con
admirable arrojo y acierto en el Frente del Naranco. Ya anteriormente, Emilio
había dado pruebas concluyentes de sus dotes combativas en la toma de los
cuarteles de Zapadores y Simancas, y como buen revolucionario, en el campo de
batalla, al frente de sus hombres, entregó Emilio su vida en holocausto a la
causa de la Revolución Social. Con su muerte pierde el POUM un magnífico
camarada y el proletariado gijonés uno de sus valores más representativos. La
sangre derramada por Emilio García y por tantos camaradas del POUM no será
estéril: sobre sus tumbas comienza a alborear la revolución socialista que
todos los trabajadores anhelamos. Armando Alonso. Asturias, octubre de 1936.
También en La
Batalla, del domingo 18 de octubre, Eugenio Granell firmaba una sentida
«Crónica de Madrid» bajo el título de «Emilio García ha muerto en Oviedo» y que
reproducimos a continuación por el gran interés que tiene la descripción hecha
por quien fuera gran pintor surrealista y dirigente del POUM:
Un héroe más de la revolución
socialista. Emilio García. Líder destacado de los trabajadores asturianos. Ha
caído en Oviedo luchando por la revolución social. De Asturias nos llegan dos
noticias desiguales: Oviedo, de una parte, es conquistado heroicamente por las
milicias rojas de la revolución proletaria. Pero esta conquista, como todas las
conquistas del proletariado, no podía obtenerse sin sangre, sin sacrificios. Y
esta es la otra noticia: nuestro camarada Emilio García, dirigente del POUM en
Asturias la roja, sucumbió como sólo los caudillos revolucionarios sucumben. Ha
sucumbido en el momento de lograr una victoria para las fuerzas obreras, en el
momento de lograr una victoria para la causa a la cual había entregado toda su
vida. No es solamente el POUM quien pierde un gran camarada. Los compañeros
anarquistas pierden también un luchador ejemplar. Emilio García había
desempeñado cargos de responsabilidad en el Sindicato de la Construcción de la
CNT de Gijón. Ya cuando el movimiento de octubre, Emilio García había dado pruebas
de lo que era: un revolucionario cien por cien. En el mes de septiembre de 1934
tuvo lugar en Gijón uno de los comicios obreros que pasarán a la historia de
nuestra revolución: fue el pleno regional de la CNT, en el cual debía de
inclinarse dicha organización sindical a favor de la Alianza Obrera
revolucionaria. En las jornadas históricas que fueron las sesiones de dicho
pleno, destacaron sobre todo tres intervenciones decisivas. Fueron las de los
camaradas José María Martínez, símbolo del sacrificio de la revolución obrera
en Asturias en 1934; Aurelio Solares, militante del POUM y de la CNT en Gijón;
y, finalmente, la de Emilio García. Y fue precisamente merced a la decisión de
la CNT y del POUM en Asturias que la Alianza Obrera quedó constituida. Y la Alianza
Obrera fue también quien hizo posible que en octubre de 1934 ondease en
Asturias la bandera roja de la revolución socialista triunfante durante quince
días. Ahora esa bandera se levanta de nuevo. Ni José María Martínez, ni Emilio
García están ya a nuestro lado. Ambos han caído por la revolución. Pero la
revolución triunfó precisamente por ellos. No importa que mientras tanto haya
gentes que dediquen sus mejores cuidados a propalar la calumnia, la insidia, el
insulto y la mentira contra los mejores luchadores de la revolución obrera.
Porque la revolución que triunfa sobre todo, triunfa también sobre el insulto y
la calumnia, sobre la insidia y la mentira. José María Martínez y Emilio
García, héroes supremos de la emancipación proletaria, proclaman bien alto, con
la elocuencia de sus vidas sacrificadas en la revolución, esta gran verdad. Que
los escisionistas sempiternos chismorreen a su antojo. Las ranas nada tienen
que ver con la revolución socialista. Su puesto está en la cloaca infesta de la
podredumbre burguesa.
Sus compañeros
llevaron su cuerpo al local del Sindicato Único de la Construcción de la CNT
del que era secretario local: el chalet incautado al constructor Posada. Allí
estuvo expuesto para recibir el último adiós del pueblo de Gijón, hasta que el
lunes fue conducido al cementerio de Ceares, acompañado por una enorme
comitiva, a pesar de las recomendaciones del Comité de Guerra, relativas a no
hacer concentraciones por seguridad y por los insistentes bombardeos por aire y
mar, de la que fue objeto Gijón durante los 15 meses de Revolución Social y
Poder Obrero, hasta la entrada de las tropas fascistas el 21 de octubre de 1937
y con ello la caída del Frente Norte.
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