Doña Aurelia y la señora quemada a lo bonzo en Almassora nos
avisan de lo que nos espera en poco tiempo
Un pueblo desamparado y en manos de un gobierno sin
escrúpulos que machaca derechos, desahucia, genera suicidios masivos y utiliza
sus cuerpos represivos para aplastar cualquier respuesta social. Una realidad
nefasta, diseñada a la medida de los que buscan mantener su vergonzoso estatus,
para seguir ganando millones mientras gran parte del pueblo pasa hambre y
miseria.
El nuevo asesinato de
estado cometido en una sucursal de la Caja Rural en Almassora, Castellón,
estremece la sangre, nos hiela la conciencia al ver como una mujer de 47 años,
separada, con tres hijas y en proceso de desahucio, se rociaba este lunes 18 de
febrero con líquido inflamable, quemándose a lo bonzo dentro de esta sede
bancaria, lanzando lamentos y acusaciones contra estos vampiros del capital,
por haberla dejado sin nada y en la calle.
Al otro lado de este
saqueado país en A Coruña, una anciana de 84 años sufría el segundo intento de
desahucio en pocos meses, simplemente por haber dejado de pagar un mes el
alquiler de su vivienda. La policía cargó de nuevo salvajemente contra la gente
de Stop Desahucios, contra los vecinos y vecinas de todas las edades que se
solidarizaban con esta respetable anciana, que gracias a que los bomberos se
negaron a participar en este nuevo expolio fascista, se pudo evitar que dejarán
en la calle a una señora mayor, sin un techo donde pasar los últimos años de su
vida.
Lo más grave de todo
esto que viene sucediendo, auspiciado por el sobrecogido gobierno del PP y sus
antecesores del PSOE, es que ya nos puede pasar a cualquiera, basta que te
despidan del trabajo, que te quedes sin nada, para que la delincuencia
financiera vaya a por ti, utilicen a sus perros de presa de la judicatura y la
policía del régimen para expulsarte de tu universo, del lugar donde habitas y
sueñas, para que te veas abocado, abocada al suicidio y a la destrucción de tu
esperanza.
Esta es la idea de
estos gobernantes corruptos, dejarnos sin nada, sin ganas de vivir, de luchar.
Arrojarnos al pozo del miedo, a la sima de la miseria, de la extrema pobreza y
de la indigencia. Esa es su perfecta estrategia: QUITARNOS TODO, dejarnos sin
sanidad pública, sin servicios sociales, sin educación, sin derecho a una
vivienda digna, condenarnos a un futuro de barbarie, de violencia, haciéndonos
volver a los tiempos del derecho de pernada en sus asquerosos cortijos del
robo, del sobre, del pelotazo, del terrorismo de estado.
La pobre mujer que
ahora sufre en un hospital de Valencia con el 47% de su cuerpo quemado resume
todo, la respetable decisión de acabar con su vida es una llamada de
emergencia, un grito desgarrado, un SOS dirigido a otras personas que todavía
no se creen que en poco tiempo podrán acabar igual.
Hacia ese abismo nos
lleva este sistema asesino si no hacemos nada, quieren que la muerte sea
nuestra única salida para evitar que nos sigan presionando, chantajeando,
robando la vida y nuestros derechos elementales. Utilizando una deuda que ellos
mismos crearon en sus lujosos despachos para esclavizarnos de por vida y si no
actuamos lo conseguirán. Debemos reaccionar para evitarlo y antes de
suicidarnos tomar otras medidas más dignas: alzarnos, luchar y si fuera
necesario combatir su violencia terrorista con insurgencia revolucionaria.
Cualquier cosa antes que matarnos, antes que darles ese gusto, para que en su
miseria humana se alegren de una muerte más, de alguien más a quien no tendrán
que pagarle pensiones ni subsidios de desempleo.
A la misma hora que
los esbirros intentaban desahuciar a doña Aurelia en A Coruña, el príncipe
Felipe de Borbón esquiaba sonriente en Candanchú con su ociosa prole. Rodeado
de periodistas trataba de justificar lo injustificable, de dar una falsa imagen
de normalidad, abofeteando nuestra dignidad con unas nuevas vergonzosas
vacaciones a lo grande, pagadas con las listas de espera, con las personas que
mueren en los hospitales sin mantas y sin agua, con 3 millones de niños y niñas
bajo el umbral de la pobreza, con 6 millones de hombres y mujeres desempleadas,
con infinidad de familias sin ninguna entrada de dinero en el estado español.
El ocio real también lo pagamos todos y todas con nuestra miseria, también con
los suicidios diarios, con el cuerpo quemado de esta desgraciada mujer de
Almassora, con el miedo de muchas familias que no viven, que se agitan y
estremecen cada vez que oyen el timbre de sus puertas, esperando el inminente
desahucio.
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