La industria naval estalla en la Bahía ante el
desmantelamiento de los astilleros
El temor al desmantelamiento y cierre de los astilleros
gaditanos quedó patente ayer en las movilizaciones que protagonizaron los
trabajadores de la industria auxiliar naval. La dirección de Navantia comunicó
el pasado martes al comité intercentros la aplicación de un drástico plan de
ajuste para reducir gastos. Una de las medidas adoptadas por la compañía es la
eliminación de las subcontratas y la revisión de los contratos con los
proveedores. Navantia pretende ahora asumir con su mano de obra los servicios
que tiene externalizados. De esta forma, reduciría la inactividad y, al mismo
tiempo, recortaría gastos. La decisión tuvo ayer una respuesta contundente pro
parte de la industria auxiliar de la Bahía que se echó a la calle en señal de
protesta por los planes de Navantia.
Los trece
representantes de los seis astilleros públicos que integran el comité
intercentros salieron decepcionados de la reunión mantenida el martes en Madrid
con el presidente de Navantia, José Manuel Revuelta, y el consejero delegado,
Jaime de Rábago. Los portavoces sindicales aseguraron al término del encuentro
que el panorama económico que presentaron ambos ejecutivos era desolador y, sin
embargo, no dieron muestras de nuevos contratos de construcción naval para
mantener con vida los astilleros. Los trabajadores de Navantia son pesimistas y
temen que la empresa aplique medidas de regulación laboral antes del verano. La
compañía presentará el mes que viene su cuenta de resultados correspondiente al
ejercicio de 2012 y se prevé que duplique sus perdidas hasta alcanzar un
déficit de 83 millones de euros.
El plan de ajuste que
emprende ahora la empresa afecta, sobre todo, a proveedores e industria
auxiliar, pero ya ha puesto en marcha medidas especiales en las plantas con el
traslado de operarios a otras factorías para atender carga puntual de trabajo.
Esta actuación se ha detectado en el astillero de Puerto Real.
La respuesta a los
planes de Navantia no se hizo esperar. Sobre las seis de la mañana de ayer se
daba el aviso y la Policía entraba en acción. Se había cortado la carretera de
acceso a La Carraca impidiendo la entrada tanto a la instalación militar como a
la factoría de Navantia. Una hoguera realizada con restos de árboles y bidones
de gasolina era el preludio de lo que vino a continuación. Una batalla campal
entre los antidisturbios, que fueron los primeros en llegar a la zona, y un
centenar de encapuchados pertenecientes a la industria auxiliar de Navantia. El
anuncio realizado por la empresa de un duro plan de ajuste, toca de lleno a los
medianos y pequeños empresarios de la zona, que dependen del astillero para
subsistir y poder mantener a sus plantillas. Es por ello que un grupo de
afectados no dudó en tomar medidas contundentes y no solo cortar la carretera
sino que también derribar las farolas que se encontraban a su alrededor. La
Policía respondió con pelotas de goma.
Finalmente lograron
que se retiraran a la factoría. A las ocho de la mañana las retenciones eran ya
considerables. Se había cortado el conocido como puente de Hierro así como el
polígono que lleva el mismo nombre. Trabajadores de las instalaciones militares
y de la propia Navantia se agolpaban a unos kilómetros de esta batalla
escuchando los fogonazos de la Policía. Una vez que tomó el control de la
situación decidió retenerlos en ese lugar con el objetivo de evitar que se
dispersaran y decidieran acudir a otras zonas o a la manifestación del metal
que se había convocado a las once de la mañana.
El tira y afloja no daba tregua, aunque no llegó a
producirse ningún herido, al menos de forma grave, ya que hubo pelotas que
impactaron en algunos de los trabajadores que protestaban. A mediodía, los
encapuchados decidieron alejarse de la visión de la Policía y adentrarse en el
astillero. Fue entonces cuando se buscó poner fin al enfrentamiento, a través
de la mediación del comité de empresa de Navantia. La Policía decidió iniciar
una retirada escalonada, mientras que se iba permitiendo el acceso de los
trabajadores a la fábrica, momento en el que llegó el punto final, ya que en el
interior se mezclarían con la plantilla y sería complicado su detención.
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