Víctimas del mercurio
Carlos Martínez, oficial de primera montador de estructuras,
46 años, lleva media vida metido en calderas, silos con ácido, cementeras,
hornos de coc de los que salía “como un watusi”… Y nunca, asegura, había
trabajado en un ambiente como el que encontró a finales de noviembre pasado en
la fábrica de Asturiana de Zinc en San Juan de Nieva, junto a la ría de Avilés.
Fue contratado, junto con otro medio centenar de obreros, por la empresa
Ingeniería Montajes del Norte S. A. (Imsa), para trabajar en una parada técnica
en la tercera factoría que más zinc produce en el mundo. Pese a la mascarilla,
aquel aire “se mascaba”, recuerda. El 2 de diciembre, tras dos semanas de
trabajo, ingresó de urgencia en el hospital de Avilés. Intoxicación aguda por
mercurio y zinc, reza su informe de alta.
Desde su cama en la
UCI, con la cara hinchada, “los ganglios como nueces”, náuseas y diarrea,
reconoció la voz de su compañero Laureano. Luego supo que llegaron más. Todos
con síntomas parecidos. La intoxicación afectó inicialmente a medio centenar de
trabajadores de Imsa, los que participaron en la reparación del intercambiador
de la planta de tostación número 4 de Asturiana de Zinc. Después empezaron los
análisis de sangre masivos, tanto a los empleados de la empresa —tiene más de
800— como a los de las 18 subcontratas que trabajaron en la parada programada.
Una treintena más de personas han ido dando positivo, algunas con puestos de
trabajo en edificios alejados del foco original. El informe médico de Martínez
señala que al llegar a urgencias le encontraron 632 microgramos de mercurio por
litro en sangre. El límite son 15.
“El ambiente estaba muy cargado”
“El ambiente siempre
estuvo muy cargado”, asegura David Peláez, de 36 años, uno de los operarios de
Imsa que participó en la parada técnica de Asturiana de Zinc. “Llegaba a casa
reventado, y no era el cansancio físico habitual. Me cambió el carácter, estaba
siempre de mala hostia. Me costaba dormir, y aún me cuesta. Tengo lagrimeo y
noto pinchazos en el lado derecho”. Aún está de baja, aunque su caso no fue de
los más graves de entre los intoxicados por mercurio. No llegó a ingresar en el
hospital, pero sus análisis mostraron 249 microgramos por litro en sangre de
este metal pesado.
“El término ‘normal’
es relativo”, señala Fernando Carreras, subdirector de Sanidad Ambiental y
Salud Laboral del Ministerio de Sanidad. “Según la OMS, el valor estándar en
sangre es de 10 microgramos, pero no está definido un nivel a partir del cual
aparezcan los síntomas”, añade. Distingue entre la intoxicación aguda, como la
que han padecido los obreros de Avilés, muy poco habitual, y la crónica: “El
mercurio va acumulándose poco a poco y afecta al sistema nervioso central. Hay
síntomas neuronales irreversibles”, explica.
En la intoxicación
aguda, como la que padecieron Peláez y su compañero Carlos Martínez, se
producen úlceras en la boca, diarrea, colitis, sangrado de encías... Aunque la
exposición sea corta, también puede ocasionar daños graves, por ejemplo en la
función renal.
Las cifras de
afectados varían según el departamento del Gobierno de Asturias en el que se
pregunte. Y de nada sirve hacerlo en Asturiana de Zinc, que asegura tener aún
en curso su investigación y considera “una irresponsabilidad” hacer conjeturas.
Lo cierto es que han pasado tres meses y medio de la que los expertos
consideran la mayor intoxicación por mercurio registrada en España y
probablemente en Europa. Un tiempo durante el que ha ido creciendo la
intranquilidad de algunos vecinos cuyas casas prácticamente lindan con la
factoría. Pasado este tiempo, sigue sin conocerse qué pasó en la planta de
tostación número 4. ¿Por qué estaba allí ese mercurio?
Los operarios de Imsa
tenían el encargo de sustituir más de 3.000 tubos de acero de uno de los
intercambiadores de la planta. Había que cortarlos con radial y colocar los
nuevos, todo dentro de una especie de silo hermético que se abrió para la
reparación. La propia Imsa había realizado el mismo trabajo antes en otras
plantas. En la fase de tostación, la materia prima, sulfuro de zinc, se
transforma en un óxido de zinc impuro, llamado calcine, aplicándole aire
caliente a 900 grados. En el proceso también se genera dióxido de azufre,
utilizado para fabricar ácido sulfúrico, un subproducto que Asturiana de Zinc
(Azsa) vende a su vecina en la ría Chemastur, que elabora fertilizantes. Otro
subproducto es el mercurio. La empresa había detectado unos meses antes del
accidente contaminación de este metal en el ácido sulfúrico, explican en el
sindicato CC OO. Martínez no sabe qué pudo pasar, pero algo sí tiene claro: “Al
abrir esa zona, ese cofre, hubo un escape y no se detectó. Nunca nos tendrían
que haber dejado entrar allí”.
Los peligros del
mercurio
El mercurio y sus
compuestos son extremadamente tóxicos.“Se acumula en el riñón, el hígado, el
sistema inmunitario y, donde más, en el nervioso”, explica el químico del CSIC
José Luis García Fierro. “También afecta a la vista y al tacto y los efectos
pueden ser irreversibles”, añade.
La intoxicación más
habitual suele ser la crónica, a causa de la alimentación. El mercurio aparece
en el pescado debido a la contaminación química de los océanos. En 2011, España
recomendó a embarazadas y menores de tres años no comer emperador ni atún rojo.
A principios de este
año, más de 140 países cerraron un acuerdo —llamado convención de Minamata por
la localidad japonesa que en los años cincuenta sufrió una intoxicación masiva
por vertidos de metilmercurio al mar— para vetar su uso.
“Aún no se conocen
bien los efectos en la salud del mercurio. Solo hace 50 años de Minamata”, dice
García Fierro. “Conozco casos de trabajadores expuestos muchos años a vapores
de mercurio con problemas en el sistema nervioso”, explica.
Un pinar de poco más
de 200 metros es todo lo que separa las coloridas casas del barrio de San Juan
de Nieva de Asturiana de Zinc. De no ser por los árboles, el paisaje desde los
balcones consistiría en chimeneas humeantes, silos y tanques. A uno de ellos se
asoma Chelo Muñiz: “Aquí nadie avisó de nada”, se queja. Lo que sabe del
accidente lo ha leído en la prensa local. Muchos de sus vecinos se alarmaron
cuando en los periódicos empezó el goteo incesante de nuevos afectados. Todos
eran trabajadores, pero los límites de la fábrica no son impermeables. Quisieron
saber si ellos también estaban respirando mercurio. “Mi médica dijo que nos
podíamos hacer análisis, pero luego le dieron orden de que no, que si no había
síntomas no. Y como nadie nos ha dicho los síntomas…”, se encoge de hombros
Muñiz.
“Todos los datos
ambientales son negativos”, dice tajante Julio Bruno, director general de Salud
Pública del Principado. “La población no se ha visto expuesta”, insiste en su
despacho del centro de Oviedo mientras abre una carpeta con un estudio del
Instituto de Geología Aplicada de la Universidad de Castilla-La Mancha. Se
hicieron cerca de 6.000 mediciones en dos días de enero en diferentes puntos de
la fábrica. La concentración de mercurio varió entre 0,023 y 12,5 microgramos
por metro cúbico. El valor límite ambiental (VLA) de este contaminante en el
medio laboral es de 20. El de las áreas residenciales, 0,3, según la Agencia
Americana de Protección Ambiental.
Bruno dice estar
seguro de que el mercurio se quedó en la fábrica. La mujer de la zona con altos
niveles de este metal en sangre de la que hablaron durante días los periódicos
“no consta” en ninguna parte. Este diario tampoco pudo encontrarla. Bruno
reconoce que el accidente supone “un problema importante de salud” y que apenas
hay conocimiento de hechos similares “ni en Asturias ni en España ni en
Europa”. La Consejería de Sanidad hará un seguimiento a lo largo de los años de
la salud de los trabajadores intoxicados, anuncia.
“La gente viene aquí
a pedir explicaciones, no va allí a ver al consejero”, se enciende la alcaldesa
de Castrillón, Ángela Vallina (IU). “No recibimos información del Gobierno ni
de la empresa. Llamamos a las puertas nosotros. Hay una opacidad completa”,
asegura. Como aún no hay informe oficial ni apenas explicaciones
extraoficiales, Vallina se pregunta si no habrá en la fábrica un segundo foco
aún sin controlar que explique los casos que, tres meses después, se siguen
detectando. “La fábrica para este municipio es vital. Sin su IAE \[Impuesto de
Actividades Económicas\] difícilmente haríamos los presupuestos”, reconoce. “Un
accidente puede ocurrir pero tiene que haber transparencia e información, y hay
que cumplir la normativa”.
El accidente en
Asturiana de Zinc ha ocurrido en un momento complicado para su propietaria, la
multinacional de las materias primas Xstrata, con sede en Suiza y que cotiza en
Londres. La fusión con Glencore, otro gigante del mercado mundial de cobre y
zinc, entre otros, es inminente.
La directora del
Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales, Miryam Hernández, dice
tener a cinco técnicos dedicados solo a esa investigación, de la que habrá
conclusiones “en breve”. “Es una circunstancia que no nos habíamos encontrado
nunca”, reconoce. Maneja hipótesis sobre por qué había exceso de mercurio, que
tienen que ver con el cambio de un filtro en mayo de 2012, pero destaca “la
imprevisión total y absoluta de las condiciones que se iban a encontrar los
operarios que entraron en ese espacio confinado”. “Hay una deficiente
evaluación del riesgo de exposición al mercurio”, añade. “Pero eso no quiere
decir que tengamos ahí un mini Chernóbil. No es un problema de salud pública,
sino de exposición laboral”.
Al exceso de
mercurio, que no se midió, contribuyeron otras circunstancias: turnos de 12
horas, la lluvia que impregnaba la ropa y exacerbaba la exposición al respirar,
la inexistencia de taquillas separadas de sucio y de limpio, la presencia de
máquinas de comida cercanas (los operarios pudieron ingerir el mercurio
depositado en los alimentos), enumera Hernández. Hubo trabajadores que dieron
hasta 900 microgramos de mercurio en sangre. El juzgado de Instrucción número 4
de Avilés, que ha abierto diligencias penales de oficio, espera los informes de
la Administración y la empresa. “Las mutuas están dando de alta a los operarios
que vuelven a niveles normales de mercurio, pero muchos siguen con síntomas. Y
no sabemos qué secuelas pueden tener en el futuro”, resume Marta Monteserín, la
abogada de 11 de los afectados.
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