La infanta florero
Según Urdangarín, la
infanta Cristina estaba en la Junta Directiva del Instituto Nóos sólo para
cubrir asientos, lo cual suena bastante feo. Poco más o menos el duque vino a
decirle al juez que su esposa en Nóos no hacía nada ni servía para otra cosa
que no fuese calentar una silla. Era como si jugaran al póker y necesitaran dos
pardillos más. El juez replicó que bastaba con tres, como suele ser habitual en
estos casos: la Santísima Trinidad, los tres Reyes Magos, las tres Gracias, los
tres Sudamericanos. Sigan ustedes que a mí me da la risa.
Tres únicas virtudes enumeró Urdangarín para la presencia de
la infanta en una Junta Directiva. Transparencia, comodidad y formalismo. No sé
para la realeza, pero para el feminismo no suena muy halagador. Querida, te voy
a nombrar vocal porque eres cómoda, formal y transparente, pero ni se te ocurra
abrir la boca. Tú a lo tuyo. Esto, que parece una afrenta a la dignidad de la
mujer, en efecto lo es. A menos que Urdangarín (a quienes siempre hemos
menospreciado como aristócrata advenedizo y así nos fue, que un poco más y le
donamos la camisa) esté elaborando una compleja maniobra psicológica al estilo
del doctor House.
En el primer capítulo de House, la doctora Cameron, enterada
de que a Chase lo han contratado por enchufe y a Foreman por su habilidad para
entrar en casas ajenas, le pregunta al puñetero de su jefe por qué diablos la
ha fichado a ella para la unidad de diagnóstico. “Porque estás muy buena”
replica House. “Verte es como mirar un cuadro hermoso”. Cameron se indigna,
recita su currículum y le dice que quedó segunda de su promoción. “Segunda”
dice mordaz House. “Iba a contratar a la primera, pero no era tan guapa como
tú. Entonces fue cuando me pregunté por qué una auténtica preciosidad, que
podía haberse ganado muy bien la vida como modelo, había dedicado ocho años a
estudiar medicina”.
Ahí tenemos a la infanta Cristina, una mujer que toda su
vida se ha sentado en segunda fila, detrás de su padre, detrás de su hermano,
detrás de su marido, detrás de su título, y nunca, nunca, nunca va a salir a la
palestra, ni siquiera en un vulgar caso de corrupción, aparte del día de la
boda. Es muy triste encontrarse siempre a la sombra del varón, relegada al
decorativo rol de florero, así sea una fregona, ama de casa, médico, ejecutiva,
ministra portavoz, princesa alemana o princesa española.
Últimamente la corona es un microcosmos del país, como no
podía ser menos. El rey en paro y la infanta de bulto, para cumplir la cuota.
Por DAVID TORRES
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