La inutilidad de las leyes
Grupo El Amanecer Anarquista
Quien dice ley, dice limitación; quien dice limitación, dice
falta de libertad. Esto es axiomático. Los que fían a la reforma de las leyes
el mejoramiento de la vida y pretenden por ese medio un aumento de libertad
carecen de lógica o mienten lo que no creen. Porque una ley nueva destruye otra
ley vieja. Destruye pues, unos límites viejos, pero crea otros límites nuevos.
Y así, las leyes son siempre traba al libre desenvolvimiento de las actividades,
de las ideas y de los sentimientos humanos. Es, por tanto, un error, tan
generalizado como se quiera, pero error al fin, la creencia de que la ley es
garantía de la libertad. No, es y será siempre su limitación, que es como decir
su negación.
“Puede ser –se nos
dice– que la ley no pueda dar facultad a quien no posee ninguna; es posible
también que obstaculice en lugar de facilitar las relaciones humanas; será, si
se quiere, una limitación de la libertad individual y colectiva; pero es
innegable que sólo mediante buenas leyes se llega a impedir que los malvados
ofendan y pisoteen a los buenos y que los fuertes abusen de los débiles. La
libertad, sin leyes que la regulen, degenera en libertinaje. La ley es la
garantía de la libertad.”
Con este común razonamiento
nos responden todos aquellos que en la ley confían la solución del problema del
bien y del mal, sin fijarse en que, con semejante modo de razonar, en lugar de
justificar las leyes dan, al contrario, mayor fuerza a nuestras opiniones
antilegalistas.
¿Acaso es posible que
los débiles impongan la ley a los fuertes? Y si no son los débiles, sino los
fuertes, los que están en condiciones de imponer la ley, ¿no se da en tal caso
un arma más a los fuertes contra los débiles? Se habla de buenos y malos; pero
por ventura, ¿hay dos especies de hombres sobre la tierra?
¿Hay alguno en el
mundo que no haya cometido nunca una mala acción o alguno que no haya hecho una
acción buena? ¿Quién estará entonces en condiciones de poder afirmar: éstos son
los buenos; aquéllos los malos? ¿Otros hombres? ¿Quién nos garantizará la
bondad de estos hombres que están en tales condiciones? ¿Daremos la preferencia
a los inteligentes sobre los ignorantes? ¿Acaso la maldad no está generalmente
en proporción con la inteligencia? Y de este modo, ¿no abusarán los ignorantes?
Y si acordamos la confección de las leyes a los ignorantes, ¿qué especie de
leyes no saldrán de sus manos? Encargad que las leyes las hagan los ingenuos y
serán burladas por los astutos; estableced que las hagan los astutos y entonces
serán mal intencionadas y en perjuicio de los justos. El problema es siempre el
mismo. ¿Son malos los hombres? ¿Sí? Entonces no pueden hacer leyes. ¿Son
buenos? entonces ninguna necesidad tienen de ellas.
Ricardo Mella,
Publicado en el
Periódico Acción Libertaria, n° 5, octubre de 1910.
No hay comentarios:
Publicar un comentario