Fallece a los 86 años el filósofo Agustín García Calvo
(la foto no es del articulo) Agustín García Calvo, uno de
los principales latinistas españoles del siglo XX, ha fallecido hoy con 86
años. Ensayista, poeta, dramaturgo, traductor, filósofo, García Calvo fue
también y siempre un pensador polémico. Tanto que el franquismo le apartó de su
cátedra en la universidad Complutense de Madrid por apoyar las protestas de los
estudiantes. Aunque finalmente, años después, fue nombrado catedrático emérito
de Filología Clásica del mismo centro.
En el fondo, el
pensador, que falleció en el Hospital Virgen de la Concha de Zamora debido a
una insuficiencia cardíaca, no renunció nunca a oponerse al sistema. Desde el
nacimiento del movimiento, el año pasado, acudía cada jueves a las
concentraciones del 15-M en la madrileña puerta del Sol para "hablar con
los jóvenes", como cuenta Isabel Escudero, su pareja desde hace 36 años.
"Lo que más me consuela después de su muerte es la cantidad de jóvenes que
ha dejado tras él y tras su pensamiento. Gente viva, del 15-M, y no de la
Cultura en mayúsculas, que siempre ha mirado para el otro lado", añade
Escudero.
Hasta la semana
pasada García Calvo estuvo en la tertulia que organizaba semanalmente en el
Ateneo. En la última, habló sobre física y matemáticas en una conferencia
llamada Uno más uno son dos. Escudero destaca “el vigor y la gracia que ha
mantenido hasta el último día, también cuando ya estaba enfermo”.
En julio el filósofo
sufrió una parada cardíaca por la que tuvo que ser hospitalizado en Madrid. Desde
entonces, estuvo viviendo en Zamora, hasta que ayer volvió a tener el mismo
problema. De ahí que fuera ingresado en el centro clínico de la ciudad. Murió
hoy poco después del mediodía, por las consecuencias de esa parada cardíaca.
García-Calvo se encuentra
en el tanatorio La Soledad de Zamora y mañana será enterrado a las 17.00 en el
cementerio municipal de la ciudad.
En Zamora
García-Calvo nació, en 1926. Estudió Filología Clásica en la Universidad de
Salamanca, y a partir de 1951 se convirtió en profesor de instituto. En 1965,
privado de su cátedra en Madrid junto a José Luis Aranguren y Enrique Tierno
Galván, se fue en exilio a Francia, donde sí pudo seguir enseñando, tanto en la
Universidad de Lille como en el Collège de France. En París también fundó y
coordinó una tertulia política y literaria en el café La boule d'or del Barrio
Latino.
En España en cambio
lanzó en 1988 el proyecto de una Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del
Lenguaje, para reconciliar disciplinas a las que la enseñanza había ido
alejando hasta confinarlas en los compartimentos estancos de la filología, las
matemáticas y el teatro. La iniciativa duró hasta 1991, aunque el filósofo
quiso retomarla en 2010. Sea como fuere, García Calvo no sufrió especialmente
por el final del proyecto. "Aquello fracasó, como fracasa todo lo que
puede herir. El éxito solo llega a aquello que no hace daño a nadie, a aquello
que sigue la corriente", contaba a este periódico en una entrevista de
2010.
Entre sus obras más
importantes se encuentra la trilogía compuesta por Del lenguaje, De la
construcción (Del lenguaje II) y Del aparato (Del lenguaje III), en las que
desarrolló su teoría general sobre el lenguaje. Con Hablando de lo que habla.
Estudios de lenguaje, una recopilación de sus artículos, obtuvo en 1990 el
Premio Nacional de Ensayo.
“Agustín era un
hombre muy riguroso, siempre muy socrático. Creo que ha sido el último
Sócrates”, asegura Escudero. Sobre el filósofo griego, García Calvo escribió
algunos de sus textos más famosos, como Lecturas presocráticas y Lecturas
presocráticas II. Otras de sus conocidas reflexiones filosóficas son Razón
común, Contra el tiempo, De Dios y Contra la Realidad.
Recibió también los
premios nacionales de Literatura Dramática y de Traducción, respectivamente por
La Baraja del rey don Pedro y por el conjunto de su obra.
"Era un hombre
atípico, único e inconfundible, siempre alejado de modas y al margen de la vida
cultural oficial", ha declarado a la agencia Efe Fernando Savater, que fue
alumno de García-Calvo cuando daba clases en una academia de Madrid.
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