Finalidades y consecuencias de la
educación pro-sistema: el respeto al desarrollo individual.
El sistema educativo ha sido utilizado desde sus
comienzos como un instrumento más del poder, donde modelar y perpetuar la
sociedad que este necesita para unos intereses particulares. Por tanto no es
más que un instrumento con que conseguir unos planes mercantilistas de la
educación muy alejados estos del sentido
puramente pedagógico. El ser humano se convierte así en el producto de unas
minorías poderosas en las que paradójicamente han delegado sus
responsabilidades y su vida misma.
Que la educación no está al servicio del niño es
algo que podremos contemplar observando nuestro actual sistema educativo.
Organizaciones internacionales de índole neoliberal como la OCDE (apodada el
club de los países ricos) son responsables de la introducción de ese modelado
del niño dentro del sistema educativo, de donde por ética capitalista pretenden
sacar beneficios económicos con el desarrollo del programa de las competencias,
que deben haber adquirido al finalizar la educación obligatoria, siendo estas desarrolladas a partir de las demandas
económicas y sociales. Así nacen las famosas “competencias básicas” que exigen
conocer y utilizar a educadores de medio mundo para la formulación de sus
unidades didácticas.
Estas competencias educativas pueden parecer
inofensivas a simple vista sin embargo buscan hacer del niño un sujeto
versátil, útil y capaz de adaptarse a cualquier tipo de trabajo, olvidando al
propio niño, sus cualidades, necesidades, felicidad, libertad, en demanda de
una sociedad más productiva y preparada para generar riqueza material.
Este adoctrinamiento silencioso donde pretenden
convertirnos en sujetos útiles para su sociedad capitalista, mantiene en su
estructura una sutil y maquiavélica estrategia, donde olvidamos el verdadero
derecho a una educación.
Podemos pensar por ello que se está tergiversando
el término profesional, así como el propio concepto de educación, degenerándolo
en utilidad, lo que repercute notablemente en el conocimiento predominante en
este tipo de sociedad: conocimientos mediocres, muy básicos, falsos y
fragmentados a cerca del mundo, así como competitividad y transformación del
niño en consumidor y trabajador para esta sociedad.
Podíamos hacer una reflexión e intentar imaginar
hasta donde podría alcanzar una persona a la que se le dejara desarrollar su
potencial mediante una educación real, respetuosa y enfocada al alumno y no a
la sociedad, más increíble aún sería en el caso de una persona con altas
capacidades o superdotación.
Obviamente una crítica constructiva no se puede
limitar a atacar sin dar respuestas, por ello la necesidad de exponer unos
fines educativos reales donde sí se contempla al niño como sujeto de su propia
educación. Y esta es, sin duda, la pedagogía o educación libertaria
Dentro de los principios educativos libertarios nos
encontramos con el respeto a la libertad del individuo, es la libertad
colectiva ya que convivimos en grupos, teniendo en cuenta a los demás.
La autoridad o autoritarismo
(las diferencias entre ambos términos para mí son inexistentes) se contraponen
con la libertad de manera directa, ya que esa supuesta autoridad tan bien
expuesta en la preparación universitaria de los educadores, la cual no
significa imposición sino respeto al maestro, no deja de ser menos opresiva que
el puro autoritarismo, ya que el respeto
se presenta como unidireccional, no suponiendo que debe ser algo mutuo y que
nadie es superior a nadie. El lugar del profesor debe estar en igualdad, aunque
el papel a desempeñar sea distinto, debe mostrar compromiso, ser reflexivo,
crítico y afectivo pues de lo contrario, de no promover respeto, humanidad y libertad en el aula estaríamos
fomentando una “dependencia intelectual”.
Esto nos conduce por consecuencia al fomento de las
decisiones colectivas, abiertas y sinceras, donde el alumno comprende, asimila
y aprenderá la autodisciplina.
La autonomía es otra de las indispensables
consecuencias de este tipo de educación, donde el propio niño dirige su
educación, desarrollando capacidades como la reflexión, distinción o creación
de ideas propias.
Con el autodidactismo permitimos además acceder a
una información con que los niños puedan aprender por ellos mismos (aprender a
aprender), haciendo posible la cooperación didáctica, donde juega su papel el
profesor, quién también deberá incentivar los campos de interés de los alumnos,
para no limitarlos solo a lo que ya conocen.
Sin embargo la piedra angular de esta educación es
el asamblearismo, donde se toman las decisiones de forma consensuada, asumiendo
los compromisos y generando la participación.
Se podrían enumerar muchos más principios
educativos pero todo dependerá de las necesidades características de cada aula
y alumno, lo que no se puede olvidar en esta “pedagogía de la libertad” es que
se busca la felicidad, realización y respeto de cada niño como ser único,
teniendo en cuenta sus intereses, sus formas de llegar al conocimiento, de
pensar o de expresarse.
Lo que como anarquistas no podemos seguir
permitiendo, es que sigan existiendo los “reformismos pedagógicos” de la
democracia (con su Curriculum oculto), ya que tienen como finalidad convertir
al alumno en cómplice de su propia coerción, para que este no se sienta una
víctima del sistema educativo. Al igual son las estrategias utilizadas en
política, donde comprenden que al tener la libertad para elegir entre un
candidato u otro, ya se está participando y decidiendo sobre la vida social,
haciendo pensar al individuo que no es víctima del sistema y que es necesaria
este tipo de aportación, procurando así el mantenimiento seguro de la “democracia”.
Ahora bien, el sentido de la imposición de las
escuelas, de todo tipo de escuelas, es un problema aún por resolver ya que no
caben los juegos de palabras que intenten esconder cualquier tipo de represión
hacia los alumnos. Ahí cabe preguntarse ¿con qué derechos un simple maestro
tiene el poder de arrojarse el título de creador de sujetos críticos? Foucault
decía: “el término sujeto tiene dos sentidos: sujeto sometido al otro por el
control y la dependencia, y sujeto relegado a su propia identidad por la
conciencia y el conocimiento de sí mismo”. Esta concepción del sujeto, sometida
a la vida social y al contexto escolar, no deja de ser en ambos casos una forma
de reprimir la libertad e igualdad de los individuos ya que en ambos casos se
introducen más claramente o menos una serie de ideas que aceptar sin más. Es
difícil, sin caer en la imposición, ser el artífice y conocedor del tipo de
sujeto que se necesita para progresar socialmente: esto es modelar al niño para
que sea crítico, autónomo, creativo, libre, pacifico, tolerante o solidario.
Por ello en las escuelas libres hay que tener mucho
cuidado de no caer en los mismos errores de las escuelas pro-sistema, ya que
muchas veces son admitidas sin ser sometidas a crítica. Estas no deben entonces
obligar al alumno a cumplir los principios de los que hablamos anteriormente:
asamblearismo, solidaridad o cooperación del maestro, sino que debemos llevar
al máximo exponente la libertad e igualdad de nuestros alumnos posibilitándole
cualquier tipo de saber que necesiten, cualquier tipo de educación que exijan,
cualquier tipo de necesidad que pidan, a fin de no imponer si quiera una
pedagogía libertaria, es decir, la escuela como espacio que pueden o no usar
los niños en su desarrollo individual, colectivo, intelectual o práctico.
En conclusión, no debemos procurar una educación
que lleve a un tipo de sociedad concreta, sino centrarnos en posibilitar el crecimiento
del niño, respetando al individuo, la verdadera promoción de la libertad como
seres únicos y sociales y de la igualdad como diferentes unos de otros, con sus
necesidades y sus intereses.
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