Un penquista instalado en la
historia
Las ciudades son mucho más que
lugares de residencia, pues en ellas se gestan también procesos que dan cuenta
de los climas culturales y políticos que caracterizan a una determinada época.
Y en tales contextos surgen
hombres y mujeres que por sus cualidades son capaces de encarnar en gran medida
el espíritu de un tiempo específico.
Ése es el caso de Edgardo
Enríquez Frödden, nacido en Concepción (Chile) un día 9 de febrero de 1912, es
decir hace ya cien años.
Médico de renombre, docente
universitario, director de hospital y también rector de la Universidad de
Concepción (1969-1972), símbolo hasta hoy de la urbe penquista.
Contrajo matrimonio con la
señora Raquel Espinosa Townsend, naciendo con los años sus hijos Marco Antonio,
Edgardo, Miguel e Inés. De todos ellos, el que más notoriedad nacional e
internacional alcanzó fue su hijo Miguel, médico como su padre, quien no dudó
en sacrificar su propia vida en aras de la causa de cambio que abrazó sin
ambages.
También Edgardo Enríquez Frödden
incursionó en la política, en las canteras del radicalismo, y fue nada menos
que el último ministro de Educación del presidente constitucional Salvador
Allende Gossens, libre pensador como él.
Asimismo, destacó por años en
sus actividades masónicas, las que tuvieron un amargo y lamentable quiebre
luego de la instauración de la dictadura militar, el 11 de septiembre de 1973.
Mucho tiempo más adelante, y ya en el exilio, después de haber estado
prisionero en la isla Dawson, junto a otros hermanos se esmeró por levantar una
masonería progresista para Chile, conocida en la actualidad como Gran Oriente
Latinoamericano, de la cual sería su primer Gran Maestro.
La ciudad de Concepción mantiene
una deuda con este hijo tan ilustre, la que debe ser reparada respetando su
altura moral.
Una calle principal debería
llevar su nombre, y podría ser la propia Avenida Roosevelt, pues él vivió
muchos años, junto a toda su familia, en la casa signada con el número 1674.
Además, la mencionada arteria desemboca en uno de sus extremos precisamente en
el plantel de estudios superiores donde don Edgardo estudió, ejerció docencia y
posteriormente ocupó la rectoría.
La memoria histórica es parte
constitutiva de la identidad de las instituciones, ciudades y países. Y
Concepción no debe esperar más para rendir el justo y perfecto homenaje que se
merece el hombre integral que llevó por nombre distintivo el de Edgardo
Enríquez Frödden, fallecido en Santiago el 1 de noviembre de 1996.
José Miguel Casanueva Werlinger
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