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miércoles, 19 de mayo de 2010

De la corrupción política


Que nadie crea ingenuamente que el problema es reciente, puesto que se trata, por el contrario, de algo que viene ocurriendo desde los tiempos más remotos.
En los últimos tiempos parece que se ha extendido entre los políticos de este país una auténtica epidemia de cleptomanía. Pensábamos que la cleptomanía no era una enfermedad contagiosa, pero parece ser que no sólo lo es, sino que es también incurable y, además, se agrava con el tiempo.
Pero que nadie crea ingenuamente que el problema es reciente, puesto que se trata, por el contrario, de algo que viene ocurriendo desde los tiempos más remotos. Sin remontarnos a tiempos muy lejanos, podemos recordar que hasta el genial Miguel de Cervantes estuvo en prisión en más de una ocasión por meter la mano en los fondos que manejaba como recaudador de impuestos. Y de esa costumbre de quedarse con lo que no es de uno, sino de todos, no se ha librado ninguna época histórica, ningún régimen político, ningún gobierno ni ningún partido que haya tocado poder.
Por hacer un somero repaso -hacerlo exhaustivo supondría escribir más páginas que las que tiene la enciclopedia Espasa- citemos algunos casos célebres: Las irregularidades durante la llamada Guerra de Africa, que dieron lugar al Informe Picasso, que salpicaban a Alfonso XIII y que provocaron el golpe de estado de Primo de Rivera y la instauración de la Dictadura con el beneplácito del Rey; el caso del Estraperlo, en el que altos cargos del Gobierno de Alejandro Lerroux, entre ellos su sobrino Aurelio, fueron sobornados, lo que acabo provocando el hundimiento del Partido Radical que Lerroux presidia. O ya en plena contienda civil, algunas de las comisiones enviadas a Francia para la compra de armamento no hicieron un uso muy escrupuloso de los fondos que les habían sido confiados, como pone de relieve el escritor libertario Francisco Olaya, en su obra El oro de Negrín.

Durante la dictadura franquista fueron numerosos los casos de corrupción, siendo uno de los más conocidos el Asunto Matesa que salpicó al entonces ministro de Comercio. Ya en “democracia”, el caso de los GAL y los fondos reservados del ministerio del Interior, en el que junto al terrorismo de Estado, se distrajeron parte de dichos fondos. Más acá en el tiempo, el caso de la hija de Chaves y las subvenciones a la empresa de la que figuraba como apoderada. Y ya de plena actualidad, el Caso Gürtel, la imputación a Jaume Matas o la participación de un concejal del PP en una banda dedicada a la falsificación de dólares. así, ad infinitum.
Y es que resulta evidente que hay personas que ingresan en los partidos políticos con la meta de medrar. Incluso parece que puede hablarse de partidos constituidos con el fin principal de dedicarse al saqueo de las arcas públicas; tal sería el caso de Unión Mallorquina, en la que, según se desprende de las noticias de prensa, resulta difícil -si no imposible- el encontrar algún dirigente honrado. Ello se refleja, igualmente, en los innumerables escándalos urbanísticos salidos a la luz en Ayuntamientos de todo el territorio nacional.

Hay muchas Marbellas, y si se tirara de la manta en todos los municipios, y los responsables de delitos fueran condenados a penas de prisión, para que pudieran cumplirlas tendrían que habilitarse como cárceles los estadios, plazas de toros, palacios de exposiciones y cuantos locales de gran aforo existan. Y no es seguro que fueran suficientes. Sin embargo, son muchos los que siguen participando en el teatro electoral y siguen dando su voto a individuos que, a la vista de las estadísticas, es muy probable que sean auténticos sinvergüenzas o lleguen a serlo sin tardar mucho.

Y ello bajo la ficción de que lo que llaman democracia es el gobierno de la mayoría cuando la realidad es que mediante el voto se legitima a una minoría organizada -clase política se llaman a sí mismos los políticos- para que haga y deshaga a su antojo; y sobre todo, para que se enriquezca aún más, a costa del sudor de los forzados contribuyentes. Y claro, no sólo se lucran a título individual los profesionales de la política, sino que también lo hacen sus respectivos partidos. Se puede afirmar que, casi de manera general, detrás de cada caso de corrupción suele surgir la financiación irregular a algún partido. Las fuentes económicas en las que beben los partidos es uno de los secretos mejor guardados. Ni siquiera el Tribunal de Cuentas -que se supone que debe fiscalizar el uso que se da a los fondos públicos- es capaz de escudriñar la contabilidad de esas organizaciones, hasta el extremo de que se ha quejado de la falta de numerosa documentación contable referente a ingresos, gastos, subvenciones, donaciones anónimas, etc.
Lo que está muy claro es que la libertad jamás se ha ganado en las urnas, sino todo lo contrario; el introducir un voto en una urna supone remachar las propias cadenas. De una urna no puede salir más que lo que se introduce en ella; o sea, papeles y más papeles, pero nunca verdaderas soluciones a los problemas. La soluciones a los problemas sociales tenemos que buscarlas y conquistarlas los trabajadores mediante la autoorganización de clase y la lucha solidaria en la CNT. No se puede participar en esas farsas electorales que sólo refuerzan a nuestros opresores y contribuyen poderosamente a perpetuar la dominación política y la explotación económica de las que somos las principales víctimas.
¡Ninguna colaboración con nuestros enemigos de clase! Nuestro camino ha de ser el de la lucha constante hasta la emancipación total. Sólo así acabaremos con la corrupción de la que tratamos aquí y con todos los males sociales. Hay que fortalecer la CNT, hay que ir conquistando parcelas de libertad, hay que ir haciendo retroceder al enemigo, hasta que podamos decir nuevamente, y con garantías de éxito: Frente a las urnas … ¡Revolución social!
Artículo elaborado por Fidel Manrique, secretario general de la CNT, para la revista Andalucía Libertaria

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