EL COMUNISMO
LIBERTARIO
Aunque
tal vez parezca que se encuentre un poco fuera del mandato que nos ha sido
encomendado por el congreso, creemos preciso puntualizar algún tanto nuestro
concepto de la revolución y las premisas más acusadas que a nuestro juicio
pueden y deben presidirla.
Se
ha tolerado demasiado el tópico según el cual la revolución no es otra cosa que
el episodio violento mediante el que se da al traste con el régimen
capitalista.
Aquélla
no es otra cosa que el fenómeno que da paso de hecho aun estado de cosas que
desde mucho antes ha tomado cuerpo en la conciencia colectiva.
Tiene
la revolución, por tanto, su iniciación en el momento mismo en que, comprobando
la diferencia existente entre el estado social y la conciencia individual, ésta,
por instinto o por análisis, se ve forzada a reaccionar contra aquél.
Por
ello, dicho en pocas palabras, conceptuamos que la revolución se inicia:
Primero. Como fenómeno psicológico en contra de
un estado de cosas determinado que pugna con las aspiraciones y necesidades
individuales.
Segundo. Como manifestación social cuando, por
tomar aquella reacción cuerpo en la colectividad, choca con, los estamentos del
régimen capitalista.
Tercero. Como organización, cuando sienta la
necesidad de crear una fuerza capaz de imponer la realización de su finalidad
biológica.
En el
orden externo, merecen destacarse estos factores:
a) Hundimiento de la ética que sirve de
base al régimen capitalista.
b) Bancarrota de éste en su aspecto
económico.
c) Fracaso de su expresión política,
tanto en orden al régimen democrático como a la última expresión, el
capitalismo de Estado, que no otra cosa es el comunismo autoritario.
El conjunto de estos factores,
convergentes en un punto y momento dado, es el llamado a determinar la
aparición del hecho violento que ha de dar paso al período verdaderamente
evolutivo de la revolución.
Considerando que vivimos el momento
preciso en que la convergencia de todos estos factores engendra esta
posibilidad prometedora, hemos creído necesaria la confección de un dictamen
que, en sus líneas generales, siente los primeros pilares del edificio social
que habrá de cobijarnos en el futuro.
Concepto constructivo de la revolución.
Entendemos que nuestra revolución debe organizarse sobre una base estrictamente
equitativa.
La revolución no puede cimentarse ni
sobre el apoyo mutuo, ni sobre la solidaridad, ni sobre ese arcaico tópico de
la caridad. En todo caso estas tres fórmulas, que a través de los tiempos han
parecido querer llenar las deficiencias de tipos de sociedad rudimentarios en
los que el individuo aparece abandonado frente a una concepción del derecho
arbitrario e impuesto, deben refundirse y puntualizarse en nuevas normas de
convivencia social que encuentren su más clara interpretación en el comunismo
libertario: dar a cada ser humano lo que exijan sus necesidades, sin que en la
satisfacción de las mismas tenga otras limitaciones que las impuestas por las
necesidades de la nueva economía creada.
Si todos los caminos que se orientan
hacia Roma conducen a la Ciudad Eterna, todas las formas de trabajo y
distribución que se dirijan hacia la concepción de una Sociedad igualitaria
conducirán a la realización de la justicia y de la armonía social.
En
consecuencia, creemos que la revolución debe cimentarse sobre los principios
sociales y éticos del comunismo libertario. Que son:
Primero. Dar a cada ser humano lo que exijan
sus necesidades, sin que en la satisfacción de las mismas tenga otras
limitaciones que las impuestas por las posibilidades de la economía. Segundo.
Solicitar de cada ser humano la aportación máxima de sus esfuerzos a tenor de
las necesidades de la sociedad, teniendo en cuenta las condiciones físicas y
morales de cada individuo.
Organización de la nueva sociedad después del hecho
revolucionario. Las primeras medidas de la revolución. Terminado el aspecto
violento de la revolución, se declararán abolidos: la propiedad privada, el
Estado, el principio de autoridad y, por consiguiente, las clases que dividen a
los hombres en explotadores y explotados, oprimidos y opresores.
Socializada la riqueza, las
organizaciones de los productores, ya libres, se encargarán de la
administración directa de la producción y del consumo.
Establecida en cada localidad la comuna
libertaria, pondremos en marcha el nuevo mecanismo social. Los productores de
cada ramo u oficio, reunidos en sus sindicatos y en los lugares de trabajo,
determinarán libremente la forma en que éste ha de ser organizado.
La comuna libre se incautará de cuanto
antes detentaba la burguesía, tal como víveres, ropas, calzados, materias
primas, herramientas de trabajo, etc. Estos útiles de los órdenes desde un
punto de vista peninsular, la administración será de manera absoluta de
carácter comunal.
La base de esta administración será,
por consiguiente, la comuna. Estas comunas serán autónomas y estarán federadas
regional y nacionalmente para la realización de los objetivos de carácter
general. El derecho de autonomía no excluirá el deber de cumplir los acuerdos
de conveniencia colectiva, no compartidos por simples apreciaciones y que sean
aceptados en el fondo.
Así, pues, una comuna de consumidores
sin limitación voluntaria, se comprometerá a acatar aquellas normas de carácter
general que después de libre discusión hayan sido acordadas por mayoría. En
cambio, aquellas comunas que, refractarias a la industrialización, acuerden
otras clases de convivencia, como, por ejemplo, las naturistas y desnudistas,
podrán tener derecho a una administración autónoma, desligada de los
compromisos generales. Como estas comunas naturistas-desnudistas, u otra clase
de comunas, no podrán satisfacer todas sus necesidades, por limitadas que éstas
sean, sus delegados a los congresos de la Confederación ibérica de comunas
autónomas libertarias podrán concertar convenios económicos con las demás
comunas agrícolas e industriales.
En
conclusión proponemos:
La creación de la comuna como entidad
política y administrativa.
La comuna será autónoma, y confederada
al resto de las comunas.
Las comunas se federarán comarcal y
regionalmente, fijando a voluntad sus límites geográficos, cuando sea
conveniente unir en una sola comuna pueblos pequeños, aldeas y lugares. El
conjunto de estas comunas constituirá una Confederación ibérica de comunas
autónomas libertarias.
Para la función distributiva de la
producción, y para que puedan nutrirse mejor las comunas, podrán crearse
aquellos órganos suplementarios encaminados a conseguirlo. Por ejemplo, un
Consejo confederal de producción y distribución, con representaciones directas
de las Federaciones nacionales de producción y del Congreso anual de comunas.
Misión y funcionamiento interno de la
comuna. La comuna deberá ocuparse de lo que interesa al individuo.
Deberá cuidar de todos los trabajos de
ordenación, arreglo y embellecimiento de la población.
Del alojamiento de sus habitantes; de
los artículos y productos puestos a su servicio por los sindicatos o
asociaciones de productores.
Se ocupará asimismo de la higiene, de
la estadística comunal y de las necesidades colectivas. De la enseñanza. De los
establecimientos sanitarios y de la conservación y perfeccionamiento de los
medios locales de comunicación.
Organizará las relaciones con las demás
comunas y cuidará de estimular todas las actividades artísticas y culturales.
Para el buen cumplimiento de esta
misión, se nombrará un Consejo comunal, al cual serán agregados representantes
de los Consejos de cultivo, de sanidad de cultura, de distribución y de
producción y estadística.
El procedimiento de elección de los
Consejos comunales se determinará con arreglo a un sistema en el que se
establezcan las diferencias que aconseje la densidad de población, teniendo en
cuenta que se tardará en descentralizar políticamente las metrópolis,
constituyendo con ellas Federaciones de comunas.
Todos estos cargos no tendrán ningún
carácter ejecutivo ni burocrático. Aparte los que desempeñen funciones técnicas
o simplemente de estadística, los demás cumplirán asimismo su misión de
productores, reuniéndose en sesiones al terminar la jornada de trabajo para
discutir las cuestiones de detalle que no necesiten el refrendo de las asambleas
comunales.
Se celebrarán asambleas tantas veces
como lo necesiten los intereses de la comuna, a petición de los miembros del
Consejo comunal, o por la voluntad de los habitantes de cada una.
Relaciones e intercambio de productos.
Como ya hemos dicho, nuestra organización es de tipo federalista y asegura la
libertad del individuo dentro de la agrupación y de la comuna, la de las
comunas dentro de las federaciones y la de éstas en las confederaciones.
Vamos, pues, del individuo a la
colectividad, asegurando sus derechos para conservar intangible el principio de
libertad.
Los habitantes de una comuna discutirán
entre sí sus problemas internos: producción, consumo, instrucción, higiene y cuanto sea
necesario para el desenvolvimiento moral y económico de la misma. Cuando se
trate de problemas que afecten a toda una comarca o provincia, han de ser las
federaciones quienes deliberen, y en las reuniones y asambleas que éstas
celebren estarán representadas todas las comunas, cuyos delegados aportarán los
puntos de vista previamente aprobados en ellas.
Por ejemplo, si han de construir
carreteras, ligando entre sí los pueblos de una comarca o asuntos de transporte
e intercambio de productos entre las comarcas agrícolas e industriales, es
natural que todas las comunas expongan su criterio, ya que también han de
prestar su concurso. En los asuntos de carácter regional será la Federación
regional quien ponga en práctica los acuerdos, y éstos representarán la
voluntad soberana de todos los habitantes de la región. Pues empezó en el
individuo, pasó después a la comuna, de ésta a la federación y, por último, a
la confederación.
De igual forma llegaremos a la
discusión de todos los problemas de tipo nacional, ya que nuestros organismos
se irán complementando entre sí. La organización nacional regulará las
relaciones de carácter internacional, estando en contacto directo con el
proletariado de los demás países, por intermedio de sus respectivos organismos,
ligados, como el nuestro, a la Asociación Internacional de los Trabajadores.
Para el intercambio de productos de
comuna a comuna, los Consejos comunales se pondrán en relación con las
Federaciones regionales de comunas y con el Consejo confederal de producción y
distribución, reclamando lo que les haga falta y ofreciendo lo que les sobre.
Por medio de la red de relaciones
establecidas entre las comunas y los Consejos de producción y estadística,
constituidos por las Federaciones nacionales de productores, queda resuelto y
simplificado este problema.
En lo que se refiere al aspecto comunal
del mismo, bastarán las cartas de productor, extendidas por los Consejos de
taller y de fábrica, dando derecho a que aquellos puedan adquirir lo necesario
para cubrir sus necesidades. La carta de productor constituye el principio de
un signo de cambio, el cual quedará sujeto a estos dos elementos reguladores:
Primero, que sea intransferible; segundo, que se adopte un procedimiento
mediante el cual en la carta se registre el valor del trabajo por unidades de
jornada y este valor tenga el máximo de un año de validez para la adquisición
de productos.
A los elementos de la población pasiva
serán los Consejos comunales los que les facilitarán las cartas de consumo.
Desde luego, no podemos sentar una
norma absoluta. Debe respetarse la autonomía de las comunas, las cuales, si lo
creen conveniente, podrán establecer otro sistema de intercambio interior,
siempre que estos nuevos sistemas no puedan lesionar, en ningún caso, los
intereses de otras comunas.
Deberes del individuo para con la colectividad
y concepto de la justicia distributiva. El comunismo libertario es incompatible
con todo régimen de corrección, hecho que implica la desaparición del actual
sistema de justicia correccional y, por tanto, los instrumentos de castigo
(cárceles, presidios, etc.).
Conceptúa esta ponencia que el
determinismo social es la causa principal de los llamados delitos en el
presente estado de cosas, y, en la generalidad de los casos, éste dejará de
existir.
Así,
pues, consideramos:
Primero. Que el hombre no es malo por
naturaleza, y que la delincuencia es resultado lógico del estado de injusticia
social en que vivimos.
Segundo. Que al cubrir sus necesidades, dándole
también margen a una educación racional y humana, aquellas causas han de desaparecer.
Por ello, entendemos que cuando el
individuo falte al cumplimiento de sus deberes, tanto en el orden moral como en
sus funciones de productor, serán las asambleas populares quienes, con un
sentido armónico, den solución justa al caso.
El
comunismo libertario sentará, pues, su «acción correccional» sobre la medicina y
la pedagogía, únicos preventivos a los cuales la ciencia moderna reconoce tal
derecho. Cuando algún individuo, víctima de fenómenos patológicos, atente
contra la armonía que ha de regir entre los hombres, la terapéutica pedagógica
cuidará de curar su desequilibrio y estimular en él el sentido ético de
responsabilidad social que una herencia insana le negó naturalmente.
La
familia y las relaciones sexuales. Conviene no olvidar que la familia fue el primer núcleo
civilizador de la especie humana. Que ha llenado funciones admirabilísimas de
cultura moral y solidaridad. Que ha subsistido dentro de la propia evolución de
la familia con el clan, la tribu, el pueblo y la nación, y que es de suponer
que aún durante mucho tiempo subsistirá.
La revolución no deberá operar
violentamente sobre la familia, excepto en aquellos casos de familias mal
avenidas, en las que reconocerá y apoyará el derecho a la disgregación.
Como la primera medida de la revolución
libertaria consiste en asegurar la independencia económica de los seres, sin
distinción de sexos, la interdependencia creada, por razones de inferioridad
económica, en el régimen capitalista, entre el hombre y la mujer, desaparecerá
con él. Se entiende, por tanto, que los dos sexos serán iguales, tanto en
derechos como en deberes.
El Comunismo libertario proclama el
amor libre, sin más regulación que la voluntad del hombre y de la mujer,
garantizando a los hijos la salvaguardia de la colectividad y salvando a ésta
de las aberraciones humanas por la aplicación de los principios
biológico-eugenésicos.
Asimismo, por medio de una buena
educación sexual, empezada en la escuela, tenderá a la selección de la especie,
de acuerdo con las finalidades de la eugenesia, de manera que las parejas
humanas procreen conscientemente, pensando en producir hijos sanos y hermosos.
Sobre los problemas de índole moral que
puede plantear el amor en la sociedad comunista libertaria, como son los que
hallen su origen en las contrariedades amorosas, la comunidad y la libertad no
tienen más que dos caminos para que las relaciones humanas y sexuales se
desarrollen normalmente. Para el que quisiera amor a la fuerza o bestialmente,
si no bastara el consejo ni el respeto al derecho individual, habría de
recurrirse a la ausencia. Para muchas enfermedades se recomienda el cambio de
agua y de aire.
Para la enfermedad del amor, que es
enfermedad al convertirse en tenacidad y ceguera, habrá de recomendarse el
cambio de comuna, sacando al enfermo del medio que le ciega y enloquece, aunque
no es presumible que estas exasperaciones se produzcan en un ambiente de
libertad sexual. La cuestión religiosa. La religión, manifestación puramente
subjetiva del ser humano, será reconocida en cuanto permanezca relegada al
sagrario de la conciencia individual, pero en ningún caso podrá ser considerada
como forma de ostentación pública ni de coacción moral ni intelectual.
Los individuos serán libres para
concebir cuantas ideas morales tengan por conveniente, desapareciendo todos los
ritos.
De la
pedagogía, del arte, de la ciencia, de la libre experimentación. El problema de la enseñanza habrá que
abordarlo con procedimientos radicales. En primer lugar, el analfabetismo
deberá ser combatido enérgica y sistemáticamente. Se restituirá la cultura a
los que fueron desposeídos de ella, como un deber de reparadora justicia social
que la revolución debe acometer, considerando que, así como el capitalismo ha
sido el acaparador y detentador de la riqueza social, las ciudades han sido las
acaparadoras y detentadoras de la cultura y de la instrucción.
Restituir la riqueza material y la
cultura son los objetivos básicos de nuestra revolución. ¿Cómo? Expropiando al
capitalismo en lo material, repartiendo la cultura a los carentes de ella en lo
moral.
Nuestra
labor pedagógica
deberá dividirse, por tanto, en dos tiempos. Tenemos una obra pedagógica a
realizar inmediatamente después de la revolución social, y una obra general
humana dentro ya de la nueva sociedad creada. Lo inmediato será organizar entre
la población analfabeta una cultura elemental, consistente, por ejemplo, en
enseñar a leer, a escribir, contabilidad, fisicultura, higiene, proceso
histórico de la evolución y de la revolución, teoría de la inexistencia de
Dios, etc. Esta obra pueden realizarla un gran número de jóvenes cultivados,
los cuales la llevarán a cabo, prestando con ello un servicio voluntario a la
cultura, durante uno o dos años, debidamente controlados y orientados por la
Federación nacional de la enseñanza, la cual, inmediatamente después de
proclamarse el Comunismo libertario, se hará cargo de todos los centros
docentes, aquilatando el valor del profesorado profesional y del voluntario. La
Federación nacional de enseñanza apartará de ésta a los que intelectual y sobre
todo moralmente sean incapaces de adaptarse a las exigencias de una pedagogía
libre. Lo mismo para la elección del profesorado de primera que de segunda
enseñanza se atenderá únicamente ala capacidad demostrada en ejercicios
prácticos.
La
enseñanza,
como misión pedagógica dispuesta a educar a una Humanidad nueva, será libre,
científica e igual para los dos sexos, dotada de todos los elementos precisos
para ejercitarse en no importa qué ramo de la actividad productora y del saber
humano. A la higiene y la puericultura se les acordará un lugar preferente,
educando a la mujer para ser madre desde la escuela.
Asimismo se dedicará principal atención
a la educación sexual, base de la superación de la especie.
Estimamos como función primordial de la
pedagogía la de ayudar a la formación de hombres con criterio propio -y conste
que al hablar de hombres lo hacemos en un sentido genérico-, para lo cual será
preciso que el maestro cultive todas las facultades del niño, con el fin de que
éste logre el desarrollo completo de todas sus posibilidades.
Dentro del sistema pedagógico que
pondrá en práctica el Comunismo libertario quedará definitivamente excluido
todo sistema de sanciones y recompensas, ya que en estos dos principios radica
el fermento de todas las desigualdades.
El cine, la radio, las misiones
pedagógicas -libros, dibujos, proyecciones-, serán excelentes y eficaces
auxiliares para una rápida transformación intelectual y moral de las
generaciones presentes y para desarrollar la personalidad de los niños y
adolescentes que nazcan y se desarrollen en régimen comunista libertario.
Aparte el aspecto simplemente
educativo, en los primeros años de la vida la sociedad comunista libertaria
asegurará a todos los hombres, a lo largo de su existencia, el acceso y el
derecho ala ciencia, el arte, a las investigaciones de todo orden compatibles
con las actividades productoras de lo indispensable, cuyo ejercicio garantizará
el equilibrio y la salud de la naturaleza humana.
Porque los productores, en la sociedad
comunista libertaria, no se dividirán en manuales e intelectuales, sino que
todos serán manuales e intelectuales a la vez y el acceso a las artes ya las
ciencias será libre, porque el tiempo que se empleará en ellas pertenecerá al
individuo y no a la comunidad, de la cual se emancipará el primero, si así lo
quiere, una vez concluida la jornada de trabajo, la misión de productor.
Hay necesidades de orden espiritual,
paralelas a las necesidades materiales, que se manifiestan con más fuerza en
una sociedad que satisfaga las primeras y que deje emancipado moralmente al
hombre.
Como la evolución es una línea
continua, aunque algunas veces no sea recta, el individuo siempre tendrá aspiraciones, ganas de gozar
más, de superar a sus padres, de superar a sus semejantes, de superarse a sí
mismo.
Todas estas ansias de superación, de
creación -artística, científica, literaria-, de experimentación, una sociedad
basada en el libre examen y en la libertad de todas las manifestaciones de la
vida humana, no podrá ahogarlas bajo ninguna conveniencia de orden material ni
general; no las hará fracasar como ahora sucede, sino que, por el contrario,
las alentará y las cultivará, pensando que no sólo de pan vive el hombre y que
desgraciada la Humanidad que sólo de pan viviera.
No es lógico suponer que los hombres,
en nuestra nueva sociedad, carezcan del deseo de esparcimiento. Al efecto, en
las comunas autónomas libertarias se destinarán días al recreo general, que
señalarán las asambleas, eligiendo y destinando fechas simbólicas de la
Historia y de la Naturaleza. Asimismo se dedicarán horas diarias a las
exposiciones, a las funciones teatrales, el cinema, a las conferencias
culturales, que proporcionarán alegría y diversión en común.
Defensa
de la revolución.
Admitimos la necesidad de la defensa de las conquistas realizadas por medio de
la revolución, porque suponemos que en España hay más posibilidades
revolucionarias que en cualquiera de los países que la circundan. Es de suponer
que el capitalismo de éstos no se resigne a verse desposeído de los intereses
que en el curso del tiempo haya adquirido en España.
Por tanto, mientras la revolución
social no haya triunfado internacionalmente, se adoptarán las medidas
necesarias para defender al nuevo régimen, ya sea contra el peligro de una
invasión extranjera capitalista, antes señalado, ya para evitar la
contrarrevolución en el interior del país. Un ejército permanente constituye el
mayor peligro para la revolución, pues bajo su influencia se forjaría la
dictadura que había de darle fatalmente el golpe de muerte.
En los momentos de lucha, cuando las
fuerzas del Estado, en su totalidad o en parte, se unan al pueblo, estas
fuerzas organizadas prestarán su concurso en las calles para vencer a la
burguesía. Dominada ésta habrá terminado su labor.
El pueblo armado será la mayor garantía
contra todo intento de restauración del régimen destruido por esfuerzos del
interior o del exterior. Existen millares de trabajadores que han desfilado por
los cuarteles y conocen la técnica militar moderna. Que cada comuna tenga sus
armamentos y elementos de defensa, ya que hasta consolidar definitivamente la
revolución éstos no serán destruidos para convertirlos en instrumentos de
trabajo. Recomendamos la necesidad de la conservación de aviones, tanques,
camiones blindados, ametralladoras y cañones antiaéreos, pues es en el aire
donde reside el verdadero peligro de invasión extranjera.
Si llega este momento, el pueblo se
movilizará rápidamente para hacer frente al enemigo, volviendo los productores
a los sitios de trabajo tan pronto hayan cumplido su misión defensiva. En esta
movilización general se comprenderá a todas las personas de ambos sexos aptas
para la lucha y que se apresten a ella desempeñando las múltiples misiones
precisas en el combate.
Los cuadros de defensa confederal,
extendidos hasta los centros de producción, serán los auxiliares más valiosos
para consolidar las conquistas de la revolución y capacitar a los componentes
de ellos para las luchas que en defensa de la misma debamos sostener en grandes
planos.
Por tanto, declaramos:
Primero. El desarme del capitalismo implica la
entrega de las armas a las comunas, que quedarán encargadas de su conservación
y que cuidarán, en el plan nacional, de organizar eficazmente los medios
defensivos.
Segundo. En el marco internacional, deberemos
hacer intensa propaganda entre el proletariado de todos los países para que éstos
eleven su protesta enérgica, declarando movimientos de carácter solidario
frente a cualquier intento de invasión por parte de sus respectivos gobiernos.
Al mismo tiempo, nuestra Confederación
ibérica de comunas autónomas libertarias ayudará, moral y materialmente, a
todos los explotados del mundo, a libertarse para siempre de la monstruosa
tutela del capitalismo y del Estado.
Palabras
finales.
He aquí terminado nuestro trabajo, mas antes de llegar al punto final estimamos
que debemos insistir, en esta hora histórica, sobre el hecho de no suponer que
este dictamen deba ser algo definitivo que sirva de norma cerrada a las tareas
constructivas del proletariado revolucionario.
La pretensión de esta ponencia es mucho
más modesta. Se conformaría con que el congreso viera en él las líneas
generales del plan inicial que el mundo productor habrá de llevar a cabo, el
punto de partida de la Humanidad hacia su liberación integral.
Que todo el que se sienta con
inteligencia, arrestos y capacidad mejore nuestra obra.
CNT-AIT PUERTO REAL
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