Tras los cristales de una de las cabinas de comunicaciones de la prisión de Puerto II, Clemente Ruiz García, principal imputado en el desfalco de 7,8 millones de euros en el Ayuntamiento isleño, se muestra sereno y paciente. El que durante años fue cajero municipal tiene que repetir sus palabras una y otra vez para que lleguen con nitidez al otro lado. El volumen del teléfono por el que habla es muy bajo y en el cubículo colindante un grupo de jóvenes le monta la fiesta a un amigo, que ríe a carcajadas. Clemente no ríe. Escucha las preguntas con atención, las medita un instante, se atusa el pelo y responde. Un calor sofocante envuelve la atmósfera. Las condiciones, para entrevistador y entrevistado, no son fáciles. "Explicar así algunos temas es complicado, no quiero que se me pueda malinterpretar", confiesa en sus primeras palabras para Diario de Cádiz. Al menos, la primera pregunta, será fácil.
-¿Se considera inocente?
-Por supuesto, absolutamente.
-Uno de los argumentos de peso en los que se basa su detención se refiere a que entre 2005 y 2009 tuvo ingresos y gastos desproporcionados como cantidades en entidades bancarias o la adquisición de un vehículo de alta gama.
-Esta mañana (por la del sábado) precisamente hemos estado tratando este asunto con mi nuevo abogado y el economista y ya ha quedado resuelto. Insisto en que es difícil explicarlo en dos frases. El informe policial dice que no están justificados estos gastos desproporcionados, pero yo estaba trabajando y mi mujer también. Además mi suegra que vive con nosotros también tenía una pensión.
-Otra fuente de ingreso son propiedades que vendió en 2004, justo cuando comenzaron las desapariciones de efectivo en el Ayuntamiento.
-En el informe policial se dice que yo vendo en 2004 para evitar los embargos en caso de que me pillaran, pero ese razonamiento es absurdo porque con esas ventas yo obtengo el dinero para comprar nuevas propiedades o para afrontar lo que me reclamara la Justicia.
-Otro de los argumentos es que usted hacía las hojas de caja (documento en que se recogen movimientos diarios) y las manipulaba.
-Esto quiero que quede muy claro. Yo soy auxiliar y mi función, como se recoge en la Relación de Puestos de Trabajo, dice que cada una de mis actuaciones tenía que ser supervisada por un superior que tenía que fiscalizar las hojas de caja. Yo sólo las pasaba del papel al ordenador según me ordenaban mis superiores y el tesorero es el que se encarga de fiscalizarlas. Dígame cómo es posible que el tesorero no notara nada durante años, en caso de que yo hubiera hecho algo. Quisiera aclarar que con las hojas de caja no se hacen los arqueos diarios, los arqueos diarios se hacen utilizando el Sicalwin, un programa que salta en el momento en el que se descuadra un céntimo.
-También se ha hablado mucho en estos meses de la llave de la caja. Cada versión apunta a una ubicación distinta y a que usted era el único encargado de custodiarlas.
-Las llaves de la caja estaban colocadas junto a un mueble en el departamento donde estamos los cajeros. La clave está en quién tenía acceso a este departamento. Y a él podían entrar al menos cuatro compañeros, entre ellos interventor y tesorera.
-Y se ha especulado sobre sus horarios de entrada y salida.
-Yo tenía un acuerdo por el que entraba algo después a mi puesto de trabajo y me iba un poco antes. Cuando llegaba mi ordenador ya estaba encendido; y cuando me iba las llaves, al contrario de lo que se ha dicho, no las guardaba yo en exclusiva porque se hacían operaciones en mi ausencia en la que éstas eran necesarias.
-Otra de las grandes dudas es por qué no denunció las irregularidades en el funcionamiento de la caja, porque ha dicho que las conocía.
-Yo las denuncio desde el primer momento, cuando las detecto en 2002. Se las comunico a mi superior en reiteradas ocasiones. Es más, cuando nos detienen, somos nosotros (la otra cajera imputada, María José Lebrero, además de él) los que decimos que el desfase es de siete millones de euros. La farsa comenzó entonces, con nuestro arresto, que se produce por una denuncia municipal por una cantidad inferior, de 480.000 euros. Ahí se ve que tienen algo que ocultar. Porque yo sé cómo lo iban a hacer, lo que pasa es que no tengo pruebas.
-¿ Y por qué no lo puso en conocimiento de la justicia?
-Lo único que puedo hacer es denunciar a mis superiores y eso es lo que hago. Y mis superiores me dan una explicación y me tranquilizan. Además, diariamente este desfase se muestra en los arqueos diarios que tenían el visto bueno de tesorera, de interventor y del propio alcalde, Manuel de Bernardo.
-Entonces, ¿dónde está el dinero?, ¿quién lo tiene?
-¿Qué quién tiene el dinero? Esa explicación la tienen que dar ellos. Yo, no.
-¿Y quiénes son esos 'ellos' a los que se refiere continuamente?
-Cuando hablo de ellos siempre me refiero a mis inmediatos superiores, que son cinco: interventor, tesorera, el jefe de contabilidad, el alcalde y la delegada de Hacienda.
-Por último, se ha especulado sobre su amistad y relaciones económicas con varios ciudadanos de origen marroquí, como la contratación de su mujer en una de sus empresas o la venta de un piso a ellos desde su inmobiliaria.
-Quiero ser muy discreto porque lo han pasado muy mal y no han hecho nada. Mi sensación es que cuando descubrieron mi amistad con ellos vieron el cielo abierto porque son personas extranjeras (bueno, tienen nombres marroquíes pero son de Ceuta) y todo lo que suena ajeno, suena extraño, dudoso y sospechoso. Además, debido a esta relación su negocio se ha ido a la quiebra.
Entre el estudio en la biblioteca y la práctica del yoga
Los días en la cárcel se suceden muy lentamente. La principal obsesión de Clemente Ruiz es pasar el tiempo con la cabeza ocupada. Para no pensar en la realidad que, según él, le ha tocado vivir. Para ello, explica, desde que lo cambiaron al módulo A, pasa el tiempo en la biblioteca. Por las tardes, con uno de los compañeros del que ya se ha hecho amigo, estudia, prepara escritos sobre su caso. Confiesa el principal imputado en el desfalco que ha cambiado mucho desde que lo detuvieron. Y mucho más desde que ingresó en prisión. "Irremediablemente la cárcel te cambia y ha alterado y modificado la forma de pensar que tenía sobre la ley, la justicia y los compañeros. De estos últimos, ahora sé a quién tengo en los momentos difíciles", explica. Momentos difíciles que, apunta, fueron especialmente intensos cuando ingresó en Puerto II hace ya casi un año. "Las primeras semanas aquí estuve a base de pastillas para poder aguantar el día a día. Pero he tenido que levantar la cabeza y he elegido seguir viviendo", confiesa. "Porque esto es lo único que me queda, aguantar". Junto a la lectura y el estudio, Clemente realiza yoga. Cuando estaba libre, ejerció de monitor de esta disciplina durante años. "Me ayuda a mantener la serenidad, a conservar la calma en estos momentos difíciles. La cárcel no es sitio para nadie", concluye.
fuente: diariodecadiz
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