Nuestra patria es el mundo,
nuestra familia la humanidad
La CNT-AIT de Salamanca convoca
una nueva concentración bajo el lema “Ni guerras, ni fronteras” el próximo
lunes 12 de octubre en la Puerta de Zamora.
A la mayoría no nos cuesta
identificar la guerra como causante de muertes en masa, desplazamientos
forzados, torturas, hambre o violaciones. Pero también supone un negocio
tremendamente rentable para las minorías dirigentes carentes de escrúpulos.
Los conflictos armados casi
siempre se producen por motivos económicos y geopolíticos. Bajo eufemismos como
“misión de paz” o “ayuda humanitaria” se camuflan operaciones cuyo objetivo es
el control militar de zonas estratégicas para el expolio de recursos naturales
y materias primas como el petróleo, el gas o ciertos minerales.
La población más humilde sufre
las peores consecuencias: infraestructuras y hogares destruidos, vidas y
familias destrozadas y, en el mejor de los casos, la huida desesperada a otro
lugar para tratar de sobrevivir empezando de cero.
Tras padecer las peores penurias
en su tierra de origen, se topan con un
nuevo sinsentido físico y legal: las fronteras.
Las fronteras no han existido
desde siempre, ni aparecieron por arte de magia. Los estados más poderosos las
fijaron a base de masacres y saqueos, y las siguen manteniendo, reforzando y
ampliando. No dudan en reprimir, encarcelar o incluso asesinar a quienes
intentan saltárselas, excepto si traen un buen fajo de billetes por delante.
La existencia de fronteras sólo
conviene a la burguesía mundial, que se reparte la riqueza mientras malvivimos
y morimos bajo su dominio y explotación. Los discursos patrióticos intentan que
sintamos simpatía hacia quienes nos roban y pisotean en este o aquel país,
mientras desconfiamos de nuestras iguales en el resto del mundo.
Nos gustaría llamar la atención
sobre los repulsivos sentimientos xenófobos y racistas que han mostrado
gobiernos, partidos políticos, grupos e individuos filofascistas. Basta con un
poco de empatía para comprender que no es tiempo de rechazo, sino de apoyo
mutuo entre todos los miembros de una única clase trabajadora, vengan de donde
vengan. Afortunadamente, las y los obreros no tenemos ni color ni patria, sólo
la fuerza de la solidaridad.
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