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jueves, 15 de diciembre de 2011

La Revolución española, los anarquistas y el cine

El cine libertario. Cuando las películas hacen historia es un excelente documental escrito y dirigido por José María Almela y Verónica Vigil. Aunque existe una versión de 16 minutos, la cual fue nominada a los premios Goya este año, el auténtico trabajo audiovisual es el largometraje de una hora, que ha sido proyectado en algún evento, como es el caso del Festival de Cine Europeo de Sevilla, y es de esperar que sea todo lo difundido posible. El caso de la producción cinematográfica anarquista, realizada durante la Revolución española, es una experiencia única no suficientemente conocida. La llegada de la II República en España coincide con la eclosión del séptimo arte como medio de masas y se intuye muy pronto su potencial cultural y propagandístico. Como nos recuerda Román Gubern, historiador cinematográfico, es una época dorada para el cine español en el que se produce por primera y única vez una completa sintonía entre el medio y la cultura de masas. El más poderoso sindicato del momento, la anarquista CNT, supo ver desde el primer momento el potencial artístico y propagandístico del cine.

 Por su propia naturaleza, el anarquismo está abierto a toda innovación en cualquier ámbito de la vida, por lo que no extraña en absoluto el interés mostrado en el séptimo arte como campo de experimentación. Al tener un progresivo aumento de afiliados pertenecientes a la producción, distribución y exhibición cinematográficas, la CNT crea en 1930 el SUEP (Sindicato Único de Espectáculos Públicos) el cual aglutina a todos los trabajadores del mundo del espectáculo. Entre los realizadores cinematográficos anarquistas, merece mencionarse a Armand Guerra (pseudónimo de José Estívalis), personalidad excepcional a la que merece dedicarse especial atención. Es este hombre el que comienza, solo unos días antes del alzamiento militar de julio de 1936, el rodaje de Carne de fieras, película a la pertenece la imagen del cartel de El cine libertario.

Aunque este film no puede catalogarse estrictamente de producción anarquista, sí contiene algunos rasgos temáticos de lo que serán los posteriores trabajos, ya con la industria en manos de los trabajadores. Carne de fieras, título de obvio sentido ambivalente, muestra a una peculiar pareja que adopta a un chaval para sacarle de la miseria, formando una familia no unida por lazos sanguíneos, sino por la solidaridad y el apoyo mutuo. A pesar de la interrupción que produce el conflicto bélico, Guerra decide acabar la película e incluso en alguna escena colectiva puede verse a milicianos armados como parte del contexto. Entre las influencia de este film, pueden mencionarse el expresionismo alemán y la gran La parada de los monstruos, de Tod Browning, que sin duda conocía muy bien el realizador. Desgraciadamente, Carne de fieras no sería estrenada hasta 56 años después.

La primera producción de la industria colectivizada será Reportaje del movimiento revolucionario, realizada en Barcelona por Mateo Santos. Es el SUEP el que aporta el material técnico para este trabajo y la CNT lo sostiene administrativamente; se trata de un documento excepcional

que recoge los primeros momentos de acción revolucionaria en una Barcelona en manos de los trabajadores en donde el Estado ya no existe, transmitidos al espectador de una forma vívida y emocionalmente intensa. A principios de agosto de 1936, la industria cinematográfica está ya en manos de los trabajadores en Barcelona, incluidas la distribución y la exhibición. Es la organización sindical anarquista la que encarga de nuevo a Mateo Santos otro trabajo documental con buenos resultados, Barcelona trabaja para el frente, en el que se explica la organización de la retaguardia y se puede ver cómo los lugares enblemáticos de la burguesía ahora están gestionados por la clase obrera. En otra gran ciudad, Madrid, no existía una fuerza política hegemónica. En la capital española, la FAI creará la productora Spartacus films y el informativo Momentos de España, noticiario de retaguardia de gran valor.

Es a mediados de octubre de 1936, cuando se crea el primer comité de producción cinematográfica en el que deciden hacerse films auténticamente sociales. El modelo primigenio para este tipo de cine estará en la producción soviética y en el de la Alemania previa al nazismo. El primer guión elegido para convertirse en película es Aurora de esperanza, de Antonio Sau, de indudable temática obrerista. La idea central del film es que la clase obrera pasa un momento oscuro de dominio de la burguesía, pero con la esperanza de que algún día llegará la nueva sociedad, la cual es la aurora del título con la que se concluye la historia. Ese deseo de que los trabajadores sean conscientes de que las cosas pueden ser de otra manera, así como la dignidad inherente al ser humano, están muy bien plasmados en el film; representa el primer ejemplo de cine revolucionario en España y puede considerarse como un precedente claro del neorrealismo. Otro hecho notable es que durante la Revolución española y Guerra Civil, el documental bélico tiene una importancia primordial, siendo otro importante laboratorio de experimentación. Los expertos consideran estas producciones la antesala de lo que luego será el cine en la Segunda Guerra Mundial. Las andaduras de la Columna Durruti, todo el proceso revolucionario en el que las tierras eran entregadas a los campesinos, fueron plasmados en importantes trabajos audiovisuales.

En 1937, otra producción de la CNT es ¡Nosotros somos así!, una original película musical protagonizada por niños de una escuela de danza barcelonesa. La influencia de este film parece ser esta vez el cine americano, la intenciones eran realizar una obra que gustara al gran público sin estar exenta de carga ideológica sobre la lucha de clases y de mensaje social. ¡Nosotros somos así! cuenta la historia de un niño rico, cuyo padre es condenado por espía al estallar la Guerra Civil siendo los hijos de la clase trabajadora los que finalmente interceden para salvar la vida de ese hombre. El 2 de agosto de ese mismo año, se crea el Consejo Superior de Cinematografía (o segundo comité) y se producen las películas Criminales y Alas negras, en las que se denunciaban por primera vez los estragos producidos por los bombardeos sobre la población civil, la intención es crear conciencia sobre esos hechos cruentos, algo que se consiguió a nivel internacional generándose una importante campaña de solidaridad. Román Gubern, en el documental, nos introduce en unos hechos indignantes, si bien la mayoría del mundo artístico de Hollywood era partidario de la República española, la cúpula de magnates propietarios, intuyendo la victoria de Franco y para no perder un futuro mercado, prohibieron toda película de denuncia.

Otra importante película anarquista fue Barrios bajos, de Pedro Puche, folletín social de ambiente prostibulario muy influenciado por el cine francés de la época. Este film es un claro alegato contra la prostitución, lo que era la visión anarquista del momento, integrada por mujeres de las clases más humildes, y contra todo aquello que envilece al ser humano. Es un discurso que los anarquistas, poco amigos de meras teorizaciones, estaban llevando a la práctica en la acción revolucionaria. De nuevo nos encontramos ante una temática innovadora abordándose por primera vez las cuestiones de las drogas, algo sorprendente e inédito, o de la prostitución desde el punto de vista de la mujer. Sin embargo, tal vez la película más brillante de la industria colectivizada sea la comedia musical Nuestro culpable, dirigida por Fernando Mignoni, en la que el protagonista acaba en la cárcel después de robar a un banquero. De nuevo se realiza una película al estilo de Hollywood, con afán de entretener y divertir, pero en la que se muestra al mismo tiempo una crítica devastadora a la sociedad. Este film fue una de las últimas películas anarquistas estrenadas en 1938. Con la victoria franquista, multitud de trabajadores de la industria cinematográfica partieron hacia el exilio dejando tras de sí un legado único. Este importante cine realizado fue ocultado, relegado al olvido, y cuatro décadas de dictadura sumieron al país en las tinieblas, algo que todavía sigue constituyendo un lastre para el avance social. Como señala el historiador y compañero Juan Pablo Calero, viendo lo que se realizó con tan pocos medios nos queda la duda de lo que habría podido hacerse al cabo del tiempo. Que ello nos haga, además de continuar trabajando por la sociedad que nos gustaría, seguir soñando con ella.

La personalidad de Armand Guerra, cineasta, escritor y periodista, bien merecía un texto aparte. José Estívalis Cabo, nombre real de Guerra, nació en el pueblo valenciano de Liria el 4 de febrero de 1886. No se conoce demasiado sobre sus humildes orígenes, sí que fue monaguillo y enseguida se hizo furibundo anticlerical cambiando la iglesia por la imprenta y el teatro. Sin que pueda asegurarse la fecha exacta, a partir de 1906, se sabe que su participación en huelgas le conduce a la cárcel y luego a Francia. En Marsella, contacta con los principales anarquistas franceses e italianos, y pasa también por Lyon y París. Ya en septiembre de 1908, y sin que sepa exactamente por qué, se dirige a Ginebra donde también contacta con revolucionarios ácratas formando parte del grupo Germinal. A pesar de la intensa vigilancia policial, Estívalis se muestra activo trabajando y escribiendo. En 1909, aparece una colaboración suya en Tierra y libertad de Barcelona, publicación en la que acabará figurando como director, dedicando gran parte de su labor a favorecer la campaña para que se libere al finalmente ejecutado Ferrer Guardia. También colabora con artículos en el semanario ¡Tierra! de La Habana y en publicaciones italianas y francesas, al dominar ya ambas lenguas.

José Estívalis emprenderá una vida de aventuras por diversas partes del mundo. En 1911, se dirige a Italia permaneciendo unas semanas en Milán. Tal y como escribe en ¡Tierra!: "He visto Milán: su miseria y sus riquezas, sus alturas y sus bajos, su intelecto y su ignorancia (…). Y parto. Parto sin ninguna esperanza definida, a la ventura, empujado por la sed de correr a través de los pueblos, de admirar las bellezas de Natura, de estudiar a los hombres, de sembrar rebeldías, de gozar a mis anchas". Venecia le impacta, acaba en Alejandría (Egipto) e, increíblemente, contacta con un grupo de libertarios de distintas razas y países. Visita también El Cairo, donde crea en mayo de 1911 un periódico trilingüe, en francés, italiano y griego, llamado L'Idea. Desgraciadamente, se les prohíbe utilizar el árabe, por lo que el alcance de la propaganda es limitado. Su interés por el periódico va decreciendo y le acaba afectando el clima de miseria e ignorancia de El Cairo, por lo que parte hacia Grecia. Desde Atenas, embarca hacia Constantinopla prosiguiendo por el Mar Negro y después por el Danubio. En el puerto rumano de Constanza, comienza una auténtica osadía para nuestro protagonista esperándole la policía en cada lugar que visita de Rumanía, Serbia y, de nuevo, Grecia. 1911 es un año intenso, cuyas aventuras son descritas por Estívalis en amenos textos.

En 1913, debuta como cineasta. Su película Un grito en la selva recibe elogios de Yves Bidamant, secretario de la Unión de Sindicatos de Francia, que señala lo necesario de un cine de temática social. Así, nace entre la clase obrera la cooperativa Le Cinéma du Peuple, para la que rueda Les Miséres de l'aiguille, Le Vieux Docker y La Commune, las cuales han sido recuperados, total o parcialmente, por la Cinémathéque de París. Roman Gubern, en el documenal El cine libertario..., señala su cortometraje sobre la Comuna como una obra brillante. Estas películas, junto a Carne de fieras, son el único patrimonio cinematográfico existente dentro de la gran producción que realizó Armand Guerra. En 1917, crea en Madrid Cervantes Films, para la que dirige y protagoniza El crimen del bosque azul, La zarpa del paralítico y La maldición de la gitana, las cuales se desconoce cuándo pasaron por las salas o si lo hicieron. Es otra experiencia que tiene que llevar a cabo prácticamente solo, por lo que apenas dura un año. En 1920, trabajará en Alemania, en los estudios de la UFA de Babelsberg, haciendo todo tipo de trabajos como director de doblaje, productor, realizador, guionista, rotulador e, incluso, siendo corresponsal de la revista Popular Film de Barcelona. Su película Luis Candelas, el bandido de Madrid data de 1926, a la que sigue Batalla de damas (1927). Parece que en 1931 va a realizarse su deseo de instalarse definitivamente en España, por lo que adquiere unos terrenos en Valencia para los estudios Hispano-Cineson. A pesar de que Mateo Santos le dedica un reportaje en Popular Film, es otro proyecto que se viene abajo sin que se conozca muy bien por qué.

Los años previos a la Guerra Civil española, los calificó él mismo de "ostracismo", aunque realizara importantes trabajos como traductor y afianzara su vida personal al lado de su pareja Isabel Anglada y con el nacimiento de una niña en 1934. Existen unas memorias de Armand Guerra, escritas de manera muy amena, casi con seguridad en 1937, sobre sus experiencias en los primeros meses después del alzamiento militar de julio de 1936. Ese libro, reeditado en 2005 por La Malatesta Editorial, es el único documento escrito que ha quedado en el que se relate las peripecias de aquel equipo que filmó tres documentales llamados Estampas guerreras, dirigidos por Guerra, y que no se han recuperado. Es un testimonio audiovisual desgraciadamente desaparecido, sobre la lucha de los milicianos y la obra constructiva de la Revolución española, pero ahí está el libro de Guerra para evidenciarlo. Este cineasta, periodista y anarquista falleció prematuramente en marzo de 1939 debido a una mala salud consecuencia de malas experiencias carcelarias. Sin embargo, forma ya parte de la historia gracias también al recuperado film Carne de fieras, convertido en patrimonio cultural del cine, que comenzó solo dos días antes de la sublevación y que terminó rápidamente antes de partir con su equipo al frente. Un hombre de múltiples facetas, de vida en gran parte misteriosa y siempre aventurera, trotamundos infatigable, propagador del ideal ácrata y "sembrador de rebeldías", como han sido siempre los libertarios.

J. F. Panigua


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