Luisa es el testimonio vivo de la represión durante el franquismo en Montellano. Huyó a Málaga embarazada y trabajo durante cuatro años para un militar y tras eso, en el trayecto de regreso a su pueblo perdió a su hijo en un accidente. Al llegar a Montellano la raparon y humillaron por su condición de madre soltera. De nada le sirvió la recomendación que el militar le había proporcionado. Tiene 102 años y recuerda, sobre todo, el miedo que ha sentido durante muchos años.
Ateneo de Montellano
Juan Antonio Moreno, presidente del Ateneo de Montellano, responsable de la investigación que tras casi 10 años ha permitido que 80 familias de vecinos desaparecidos y represaliados por el régimen vean hoy el nombre de sus seres queridos en el monumento con sus nombres que se ha descubierto en el cementerio de este pueblo de Sevilla.
Represaliada
El diario El País publicaba recientemente un reportaje de Isabel Pedrote sobre Luisa Rodríguez. En este reportaje se explica la dureza con la que el franquismo se empleaba con las mujeres que, por unas u otras razones, no entraban en el campo se sus simpatías. Este fue el caso de la mujer centenaria homenajeada en Montellano. Por su interés reproducimos integramente este interesante trabajo publicado el día 31 de Octubre pasado.
Reportaje de El País
Cuando por la noche se oían los ladridos de los perros, la vida se detenía en Montellano, un pueblo de 9.000 vecinos incrustado en la sierra sur sevillana, ejemplo de la pobreza del latifundismo agrario andaluz de los años treinta. Desde los corrales, los perros se iban pasando el testigo que alertaba del retumbar del escuadrón de Falange dirigido por el comandante del puesto de la Guardia Civil. A veces los pasos cesaban justo en la casa de Luisa Rodríguez García, joven jornalera sin vinculación política conocida, en avanzado estado de gestación y soltera. Esa era su falta.
Oculta bajo el colchón
El escuadrón nocturno nunca la llegó a coger. La madre de Luisa había ideado una forma de ocultarla bajo el colchón de la cama. Aguantó así muchos días desde que en julio de 1936 irrumpieron los regulares en Montellano. Siempre alerta, siempre aterrorizada. El ingenio no iba a durar demasiado y Luisa dejó de tentar a la suerte. Una noche la invadió el miedo y huyó con su madre. Dio a luz por el camino y el niño, un varón, murió al poco. Entró a trabajar en Málaga en casa de un militar como ama de cría y así pasó los tres años de la guerra. Al volver al pueblo con una carta de recomendación bajo el brazo, se presentó en la Comandancia de la Guardia Civil. Le sirvió: no la mataron. Pero la raparon y la llevaron diariamente a la iglesia junto con otras mujeres para expiar culpas.
Viejecita encantadora
Ahora Luisa tiene 102 años y es una viejecita encantadora de pelo blanquísimo que sonríe solícita detrás de unas espesas gafas de montura azul eléctrico. Su nieta, que la cuida, ha pedido para ella la indemnización de 1.800 euros que concede la Junta de Andalucía a las mujeres que fueron vejadas durante la Guerra Civil y el franquismo, conocidas en Andalucía como las pelonas porque les cortaron el pelo al cero y las pasearon por las calles después de obligarles a ingerir grandes cantidades del laxante de la época: aceite de ricino.
Vejaciones consentidas por el párroco
Era un castigo exclusivo de las mujeres, pensado para horadar su dignidad y avergonzarlas. Este tipo de escarnio no se registraba en expedientes administrativos ni judiciales, y hasta ahora había quedado fuera de las normas de compensación que la Junta y el Gobierno han ido librando para presos y fusilados de ambos sexos. Se infligía a discreción, y normalmente bajo la mirada atenta del párroco local y los preceptos de la Iglesia, a la que el franquismo entregó la regencia de los principios morales de la nueva España, que asumieron las otras autoridades en todos sus términos.
Responsabilidad del cura de Montellano
El cura de Montellano tuvo mucho que ver con lo de Luisa y las demás mujeres. También en la detención y fusilamiento del centenar de fallecidos de este pueblo. Todos del bando republicano, porque, pese al paisaje revuelto de odio y a que esta agrociudad no fue liberada del "yugo marxista" hasta los últimos días de julio de 1936, no se mató ni asesinó a ninguna persona de las derechas, recoge un cronista de la villa en una publicación que analiza el periodo de la República.
Cura chivato de falangistas
Juan Antonio Moreno -autor de varios trabajos de investigación histórica de la localidad, especialmente del arraigo anarquista- cuenta que con las informaciones del religioso los falangistas enseguida se hicieron una composición de lugar de quién estaba casado por la Iglesia, quién no, quién iba a misa, quién seguía el patrón de la gente de orden... En definitiva, de quienes eran los garbanzos negros. Ahí entraba Luisa Rodríguez, soltera y embarazada.
"A las mujeres solteras y embarazadas las mataba la Falange, que era muy mala"
Sentadita en el sofá del salón de su casa y sin soltar la mano de Auxiliadora García Fuentes (nieta de fusilado y miembro del Ateneo Montellanense que ha intervenido en la tramitación de la ayuda), Luisa inicia un relato inconexo. Mantiene intacta la lucidez, pero ha perdido casi por completo el oído y desgrana a saltos, según le va pareciendo, los fragmentos de su vida. Es menuda y viste de negro riguroso de arriba abajo, con el toque exótico que le confiere las gafas de montura estridente. Solo quiebra su aspecto saludable una afección dermatológica en la nariz que le ha ido formando una postilla púrpura. "A las mujeres solteras y embarazadas las mataba la Falange, que era muy mala", repite mientras busca con la mirada la aprobación de su nieta, llamada también Luisa, que sostiene a su hijo en brazos.
Muerte del hijo
Cuando "los moros" entraron en Montellano ella estaba en las afueras del pueblo. Una bala le pasó cerca. Vivía con sus padres en un caserón de la calle San José, en la parte alta, y algunos de sus cinco hermanos. "Mi padre no quería irse pero yo estaba gorda y mi madre se vino conmigo porque no quería dejarme sola". Anduvieron por olivares y eras hasta recalar en una iglesia en algún lugar del campo de Málaga. El niño llegó prematuramente y falleció en unos días. "Nació asustaíto y se me murió, me lo dijo un médico", explica entre lágrimas.
Regreso a Montellano
Al abordar la parte de su regreso a Montellano -una vez terminada la guerra y con las recomendaciones del militar de Málaga cuyos hijos había amantado-, Luisa se agita. Apenas emite unos sollozos. Auxiliadora, que le sigue apretando las manos, interviene para apuntar que el Ateneo Montellanense, en colaboración con el Ayuntamiento, empezó a grabar hace unos años los testimonios de víctimas de la represión. Cinco ya han fallecido. Ahí se recoge el relato de Luisa, completado por el trabajo de los investigadores locales que respaldan la solicitud de la indemnización de la Junta, junto con una certificación del alcalde, Francisco Gil.
Mofa pública
La carta del militar le libró de la muerte, pero no de la humillación de la pena de mofa pública, rapado y vejaciones. Luisa recupera el hilo de su historia de pronto para contar que gracias a su enchufe, "un tío de los gordos", resalta, ella no tuvo que "hincar las rodillas" en el frío suelo de la iglesia las muchas horas que el grupo de mujeres del que era miembro -"individuas de dudosa moral", en la terminología de la justicia franquista- pasaron purgando sus pecados. "Yo podía estar sentada", insiste, "me lo dijeron en el cuartel, vaya junco que tiene usted".
El modelo femenino de los vencedores
De la casa de la que huyó quedaban únicamente los muros. Su madre y ella se fueron a vivir con una hermana, Frasquita. Luego tuvo dos hijos (que han muerto) y acomodó en su vida la memoria del infierno que padeció por transgredir la doctrina del modelo femenino de los vencedores.
fuente: elplural
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