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domingo, 13 de mayo de 2012

A LOS SINDICALISTAS QUE NO TIENEN CHALET NI USAN RELOJ DE ORO


Lucas León Simón
En este país de mangantes, fascistas –de tomo y lomo- y pelagatos que pasan por directores de periódico, hace tiempo que lleva desatada una campaña de desprestigio calamar contra los sindicatos y los sindicalistas.

Pretende el gremio de junta letras a sueldo de los banqueros, que con la tinta que injuriosamente expande en su caldo de cultivo de jubilados de la guardia civil, antiguos falangistas, policías represores, curas con sotana y fascistas rancios y de medio pelo, ocultar el latrocinio soberano que dos decenas de millares de capitalistas, empresarios de profesión defraudadora y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, someten a este país, al que farisaicamente llaman “la patria”.

Tienen una leyenda urbana preferida: los sindicalistas son unos vagos, que no quieren trabajar que arruinan al país con sus “liberados”, que tienen chalets, comen en restaurantes de lujo y pavonean pelucos de oro.
El rigor intelectual y de realidad de este análisis esta a la misma altura que la de su autores. Exactamente una mierda. Hay en el conjunto del país un total de 33.000 “liberados”, imprescindibles para el funcionamiento de una estructura tan compleja administrativa y funcional como un sindicato de clase. Su sueldo no siempre lo paga la subvención del estado sino que está recogido en innumerables convenios del sector y de empresa. La CEOE, organización fraudulenta, dedicada al fraude sistémico de impuestos con asesoramientos de ex ministros, tiene cerca de 35.000, con sueldos de cinco estrellas y estos si que tienen chalets de lujo, patronean yates, comen en restaurantes de cinco tenedores, a costa del dinero de todos, del de las subvenciones y del que defraudan, y las portadas del ABC, La Razón o La Gaceta los ignoran. Son su mismo clan o peña de Alí Babá y los perros no comen carne de perro.

Los sindicalistas que yo conozco o he conocido, tienen modestísimas economías, tienen un historial plagado de detenciones, torturas y sacrificios por una determinada idea de la organización social. En su mayoría son sobrios, moderados y de ejemplar actitud personal y política. Y he conocido a comunistas, socialistas, anarquista, cristiano de base, curas obreros y hasta falangistas de izquierdas.

El sindicalismo y los sindicatos son esenciales para la convivencia democrática de cualquier país. En el nuestro está recogido en los títulos fundamentales de la Constitución y el advenimiento de un estado, democrático y de libertades tiene una deuda no satisfecha con el sacrificio personal y colectivo de miles de sindicalistas.

Nos denigran, nos insultan y pretenden amotinar a un segmento de los trabajadores contra nosotros. Únicamente no somos mansos subcotizados o cabestros del toro con cuernos de su amo. Como ellos.

Postdata amplia:
Este post está dedicado a la memoria y al trabajo de personas como Marcelino Camacho y Manolo Rubia; Fernando Soto y Eduardo Saborido; Enrique Rodríguez y Antonio Hens; Laureano Mohedano y Paco García Salve; Salce Elvira y María Amor Gutiérrez; Manolo Caballero y Juan José Giner: Manolo Ortiz y Pepe Balmón; Fernando Vico y Pepe Antequera; Ildefonso Jiménez y Paco Povedano Cáliz; Manolo Alcalá y Pepe Ramírez; José Luis García Rúa y Eduardo Cerezo; Juan Jiménez Costilla y Paco Ferrero; Ildefonso López y Antonio Arjona; Germán Toledo y Rafael de la Peña; José Luis Villegas y Manoli Corredera; Pepe Cienfuegos y Rafa Crespo; Antonio Muñoz Otero y Antonio Núñez Magaña; Manolo Rueda y Paco Muñoz Molina; Alejandro Galindo y Pedro Zafra; Frasquito Ojos Claros; Mari Carmen Santiago y Rafael Laguna; Juan García Baena y Rafael García Contreras; Macario Sánchez y el Padre Llanos; Filomeno Aparicio y Rafael Martínez; Pedro Cortés y Jorge Santamaría; J.V. Ojinaga y Andrés Gálvez…

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