El fuerte deterioro que ha sufrido el mercado laboral español tiene una explicación relativamente fácil, pero una solución francamente compleja. En casi cuatro años, desde que el mercado inmobiliario empezó a hacer sonar las alarmas a mediados de 2007, el paro en España ha tocado los dos extremos. De marcar un mínimo en aquella primavera, el número de personas sin trabajo se ha disparado a los niveles más altos que recogen las estadísticas. De una tasa del 7,9% o 1,7 millones de parados al 21% de desempleo y a un récord de 4,9 millones de trabajadores que quieren un empleo. Demasiado movimiento como para no mostrar cierta curiosidad. Y preocupación.
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