Jose Luis Garcia Rua
Conferencia de José Luis García Rua pronunciada en la Federación Local de Madrid, con motivo del Otoño Libertario 2007 organizado por CNT.
Es de sobra conocida la relación de proporcionalidad inversa entre lo intenso y lo extenso, y el pueblo parece tenerla bien determinada en el dicho “el que mucho abarca, poco aprieta”. Es claro, sin embargo, que, para dar por buena esta aserción, es necesario tener bien determinado, junto a ella, el alcance semántico concreto de los términos “intensión” o “intensidad” y “extensión”, que no en todos los casos presentan el mismo arco de matizaciones. Por lo que respecta al mundo del trabajo y de la lucha obrera, el tema es de importancia fundamental, pues en él estriba la posibilidad o imposibilidad de ser, al mismo tiempo, público y revolucionario.
En el campo libertario, tal cuestión fue objeto de debate, si no permanente, sí recurrente, y el hecho de que esa recurrencia se haya venido manifestando, sobre todo, en períodos de especial persecución y represión del movimiento obrero creemos que sea suficiente factor probatorio de que el dilema, lo uno o lo otro, no depende de una contrariedad intrínseca del movimiento mismo, sino de elementos históricos aleatorios, o sea, algo de fuera, algo externo correspondiente al escenario variable, en el que el movimiento ha de desarrollarse, aunque es claro que, con esa variabilidad, debe contar de antemano todo proyecto estratégico en el campo de la lucha político-social.
Cuando Giusseppe Fanelli, tras parlamento con Miguel Bakunin, viene a España, mediado el mes de noviembre de 1868, disfruta de una facilidad de movimientos al amparo de la revolución setembrina que derroca a los Borbones, lo que le permite la toma de contactos pertinentes que habrían de llevar a la constitución de la sección madrileña de la AIT, el 24 de enero de 1869, con los nombres sobresalientes de Tomás González Morago, Francisco Mora y Anselmo Lorenzo (todos, obreros manuales), y a la de Barcelona, el 2 de mayo siguiente, con los nombres sobresalientes de Rafael Farga Pellicer, Gaspar Sentiñón, Trinidad Soriano y José García Viñas (con predominio de los intelectuales). Esta que podríamos denominar relativa bonanza política, que facilita los primeros pasos de la Internacional en España, dura, con altibajos, hasta la caída de la I República, a principios de 1874, aunque ya con el último presidente, Emilio Castelar, se había perseguido con dureza a la FRE (Federación de la Región Española de la AIT) por su actividad en los movimientos cantonalistas que precedieron al fin del unienio republicano.
Algo fundamental y determinante para el movimiento obrero español fue el hecho de que Fanelli no haya venido a España sólo como embajador de las ideas de la Asociación Internacional de los Trabajadores, sino también de las ideas de la Alianza Democrática Socialista, fundada por Bakunin y que, más tarde y en ese mismo año, habría de acceder a la AIT como sección ginebrina. Fanelli expuso y defendió, ante sus interlocutores, documentos con los estatutos, principios y programa de ambas organizaciones, así como el “Manifiesto a los trabajadores del mundo”, redactado por Carlos Marx, y no sabemos si por mayor incidencia y calor de Fanelli en la exposición de uno de ellos o por la propia idiosincrasia de sus interlocutores, éstos, tanto en Madrid como en Barcelona, sin rechazar el contenido de ninguno de los textos, que, además, no incluían contradicciones intrínsecas, quedaron, como más radical, más impresionados y más bajo la influencia del programa de la Alianza, que, aquí en España, ya antes del primer Congreso de la FRE, en abril de 1870, se había constituido como sociedad secreta y empezado a funcionar como grupo informal de trabajadores de mayor dedicación, radicalización y convencimiento, en el seno de los estatutos y acuerdos de los Congresos de la AIT. Ello va a decidir, desde el origen, la especial idiosincrasia del movimiento obrero español de signo libertario, definido por un sabio y no siempre fácil equilibrio entre dos elementos de tensión, a saber, el principio anárquico de carácter finalista y, por ello, mediatizado siempre por el horizonte de futuro, y el principio utilitario y reivindicativo, de realización inmediata, atado, por definición, al presente o futuro más inmediato. Ambos elementos tensionales contienen potenciales situaciones extremas de carácter vicioso, la de raíz anárquica que deriva al individualismo nihilista y a la indiscriminada “propaganda por el hecho”, y la otra, concretada en el reivindicativismo tradeunionista y reformizante. La dificultad del equilibrio entre esas peligrosas situaciones extremas radica en su sensibilidad a las alteraciones históricas que comporten fuerte restricción o anulación de las libertades fundamentales, o aquellas en las que la formalidad de tal concesión viene condicionada por la contrapartida de integración en el sistema por parte del “beneficiado”, dado que las situaciones políticas de tal signo favorecen o promueven la presencia y actividad de las viciosas situaciones extremas de que hablamos.
(...)
Descargar el texto completo de la conferencia
En el campo libertario, tal cuestión fue objeto de debate, si no permanente, sí recurrente, y el hecho de que esa recurrencia se haya venido manifestando, sobre todo, en períodos de especial persecución y represión del movimiento obrero creemos que sea suficiente factor probatorio de que el dilema, lo uno o lo otro, no depende de una contrariedad intrínseca del movimiento mismo, sino de elementos históricos aleatorios, o sea, algo de fuera, algo externo correspondiente al escenario variable, en el que el movimiento ha de desarrollarse, aunque es claro que, con esa variabilidad, debe contar de antemano todo proyecto estratégico en el campo de la lucha político-social.
Cuando Giusseppe Fanelli, tras parlamento con Miguel Bakunin, viene a España, mediado el mes de noviembre de 1868, disfruta de una facilidad de movimientos al amparo de la revolución setembrina que derroca a los Borbones, lo que le permite la toma de contactos pertinentes que habrían de llevar a la constitución de la sección madrileña de la AIT, el 24 de enero de 1869, con los nombres sobresalientes de Tomás González Morago, Francisco Mora y Anselmo Lorenzo (todos, obreros manuales), y a la de Barcelona, el 2 de mayo siguiente, con los nombres sobresalientes de Rafael Farga Pellicer, Gaspar Sentiñón, Trinidad Soriano y José García Viñas (con predominio de los intelectuales). Esta que podríamos denominar relativa bonanza política, que facilita los primeros pasos de la Internacional en España, dura, con altibajos, hasta la caída de la I República, a principios de 1874, aunque ya con el último presidente, Emilio Castelar, se había perseguido con dureza a la FRE (Federación de la Región Española de la AIT) por su actividad en los movimientos cantonalistas que precedieron al fin del unienio republicano.
Algo fundamental y determinante para el movimiento obrero español fue el hecho de que Fanelli no haya venido a España sólo como embajador de las ideas de la Asociación Internacional de los Trabajadores, sino también de las ideas de la Alianza Democrática Socialista, fundada por Bakunin y que, más tarde y en ese mismo año, habría de acceder a la AIT como sección ginebrina. Fanelli expuso y defendió, ante sus interlocutores, documentos con los estatutos, principios y programa de ambas organizaciones, así como el “Manifiesto a los trabajadores del mundo”, redactado por Carlos Marx, y no sabemos si por mayor incidencia y calor de Fanelli en la exposición de uno de ellos o por la propia idiosincrasia de sus interlocutores, éstos, tanto en Madrid como en Barcelona, sin rechazar el contenido de ninguno de los textos, que, además, no incluían contradicciones intrínsecas, quedaron, como más radical, más impresionados y más bajo la influencia del programa de la Alianza, que, aquí en España, ya antes del primer Congreso de la FRE, en abril de 1870, se había constituido como sociedad secreta y empezado a funcionar como grupo informal de trabajadores de mayor dedicación, radicalización y convencimiento, en el seno de los estatutos y acuerdos de los Congresos de la AIT. Ello va a decidir, desde el origen, la especial idiosincrasia del movimiento obrero español de signo libertario, definido por un sabio y no siempre fácil equilibrio entre dos elementos de tensión, a saber, el principio anárquico de carácter finalista y, por ello, mediatizado siempre por el horizonte de futuro, y el principio utilitario y reivindicativo, de realización inmediata, atado, por definición, al presente o futuro más inmediato. Ambos elementos tensionales contienen potenciales situaciones extremas de carácter vicioso, la de raíz anárquica que deriva al individualismo nihilista y a la indiscriminada “propaganda por el hecho”, y la otra, concretada en el reivindicativismo tradeunionista y reformizante. La dificultad del equilibrio entre esas peligrosas situaciones extremas radica en su sensibilidad a las alteraciones históricas que comporten fuerte restricción o anulación de las libertades fundamentales, o aquellas en las que la formalidad de tal concesión viene condicionada por la contrapartida de integración en el sistema por parte del “beneficiado”, dado que las situaciones políticas de tal signo favorecen o promueven la presencia y actividad de las viciosas situaciones extremas de que hablamos.
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