Una panadería anarquista junto a París
París, 8 sep (EFE).- "La conquête du pain" es un
comercio de barrio a las afueras de París donde nueve personas se dedican a
elaborar baguettes, cruasanes y bollos de chocolate, un establecimiento de
esquina no muy diferente, a priori, de las otras 35.000 panaderías esparcidas
por el territorio galo.
Sin embargo, es la única "boulangerie" anarquista
del área de la capital de Francia, país donde el pan, el queso y el vino,
forman parte del imaginario colectivo con el que se identifica la nación de la
Torre Eiffel.
"Somos una panadería autogestionada. Aquí no hay jefes,
funcionamos de manera colegiada y celebramos una asamblea cada dos semanas
donde decidimos lo que vamos a hacer. Todos tenemos el mismo salario de 1.350
euros al mes (unos 1.780 dólares) y el mismo reparto de beneficios",
explica a Efe Pierre Pawin, impulsor de esta peculiar cooperativa.
"La conquête du pain" nació hace tres años en
Montreuil, antiguo feudo del Partido Comunista aledaño a París, gobernado hoy
por los ecologistas. Varios militantes anarquistas decidieron pasar de la
teoría a la práctica y ensayar con un negocio autogestionado.
Como nombre para su tienda eligieron "La conquête du
pain" (La conquista del pan), un guiño a la homónima obra del anarco-comunista
del siglo XIX Piotr Kropotkine. Y como logotipo, una silueta extraída de
"La libertad guiando al pueblo", de Delacroix, en la que el personaje
del lienzo cambia las pistolas por una barra de harina y cereal.
"Yo era informático y no tenía ninguna formación como
panadero. Un día Pierre me llamó y me dijo: llevas diez años hablándome de
alternativas. Voy a montar una panadería, ven a trabajar con nosotros",
comenta Thomas, que dejó su empleo en una escuela de negocios para lanzarse a amasar
"baguettes".
Tres años después, la panadería se demuestra rentable,
transforma dos toneladas de harina a la semana y emplea a siete personas y dos
aprendices. Thomas no se arrepiente por haberse sumado a esta iniciativa que
toma el relevo de "La Fraternelle", panadería autogestionada que
nació a principios del siglo XX y desapareció noventa años después.
"Aquí me siento mucho mejor. Sé por qué hago las cosas,
aunque físicamente sea mucho, muchísimo más duro", confiesa mientras
enseña a un estudiante a preparar una crema de chocolate.
Hornean su propios productos, hasta 35 referencias
artesanales que dan prioridad a los productos biológicos, e identifican sus
bocadillos y menús con nombres de revolucionarios históricos: "El
Bakunin", con atún y cebolleta; "El Durruti", con pollo, queso y
curry; "El Marx", con jamón cocido y queso emmental...
Además, si el cliente declara que atraviesa dificultades
económicas, tiene derecho automático a un "precio de crisis".
"Basta con pedir una tarjeta en la panadería que da acceso
a una reducción. En los productos de primera necesidad, la reducción es del
veinticinco por ciento. En el resto, del diez por ciento. La 'baguette' cuesta
un euro y con al reducción se queda en 75 céntimos", resume Pierre (1,3 y
1 dólar).
"La gente sabe que es una panadería anarquista, pero
vienen porque el pan es bueno y somos agradables", sentencia Pierre.
Por ahora, estos empresarios ácratas no reparten dividendos
y dedican los beneficios a devolver los préstamos, a aligerar la jornada
laboral y a financiar nuevas contrataciones.
Lejos de ideales utópicos a gran escala, aspiran a que su
negocio se mantenga bajo esa fórmula solidaria de repartición de la riqueza y a
poder seguir creando empleos.
"¿Creer que vamos a cambiar la sociedad gracias a la autogestión?
Sería como pensar que vamos a cambiar el mundo con una bicicleta", resume
Pierre.
Javier Albisu
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