Lucía Sánchez Saornil
El 2 de junio de 1970 muere en Valencia (Comunidad
Valenciana) la escritora, poetisa, feminista y militante libertaria Lucía
Sánchez Saornil. Había nacido el 13 de diciembre de 1895 en el seno de una
familia pobre de la calle Labrador del barrio de Peñuelas de Madrid (España).
Eugenio, su padre, era un republicano que trabajaba como telefonista del duque
de Alba y su madre, Gabriela, murió pronto y también su hermano, lo que obligó
Lucía a hacerse cargo de su padre y de una hermana más pequeña. Estudió en el
Centro de Hijos de Madrid y pintura en la Academia de Bellas Artes de San
Fernando. Empezó a trabajar en la Compañía de Teléfonos a partir de 1916 y
desde muy joven se liga a los renovadores de la poesía, primero como modernista
y después como ultraísta - encontramos poemas suyos en revistas literarias
desde 1916 como Los Quijotes, Grecia, Cervantes, Ultra, Tableros, Plural, Gran
Guiñol, Manantial -, pero con un sentido crítico ajeno a muchos ultraístas.
Frecuentó Larrea, Gerardo Diego, Borges, Garfias, Vighi, Guillermo de Torre y
Adriano del Valle, entre otros literatos. Su presencia en el anarquismo es
segura desde finales de la Dictadura de Primo de Rivera y, ya afiliada en la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT), participó en la gran huelga de la
Telefónica tras la cual sufrió represalias, primero con un traslado a Valencia
en 1927, despachada en 1931 y finalmente readmitida en octubre de 1936. En
Madrid, entre 1933 y 1934, participó en la redacción de CNT y en la secretaría
de la Federación Nacional de Industria ferroviaria. Durante el periodo
republicano desarrolló una extensa labor de propaganda y colaboró en los más
importantes rotativos libertarios, quedando marginadas sus tendencias poéticas
que, sin embargo, recuperaría durante la guerra. Participó en el asalto del
Cuartel de la Montaña cuando estalló el golpe militar fascista y se dedicó a
tareas periodísticas en la frente. En 1937 aparece como jefe de redacción de
Umbral, en Valencia, donde conocerá la que será su compañera el resto de su
vida, América Barroso. Intervino en la organización de colectividades agrarias
en Castilla. A finales de 1937 se traslada a Barcelona. Ejerció importantísimas
tareas de organización de las mujeres, como en la participación directa en la
fundación de «Mujeres Libres», ocupando la secretaría general y siendo su
portavoz, y en la realización de mítines (Elda, etc.). En mayo de 1938 ocupó la
secretaría general de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA),
organización en la que ya había ejercido cargos importantes - secretaria de
prensa y de propaganda junto a Baruta, Carrasquer y otros, y secretaria de su
consejo mundial en 1938 a la salida de Pedro Herrero -, lo que le implicará
tener que realizar numerosos viajes a Francia en busca de víveres. En 1939 se
instaló en Francia, donde durante los últimos meses de la guerra se mantuvo muy
activa en Perpiñán y más tarde en París (1940) y Montalbán. En el exilio vivió
del retoque fotográfico y Montalbán fue además secretaria de una asociación
cuáquera. Retornó clandestinamente a Madrid para encontrarse con su padre
enfermo entre 1940 y 1941, y según otras fuentes ante el peligro de acabar en
los campos nazis, en 1942. Tras ser reconocida en Madrid, se trasladó a
Valencia, donde vivió clandestinamente hasta 1954, cuando legalizó su
situación, trabajando del retoque de fotografías, y en América en un consulado.
No parece que militara en la clandestinidad libertaria. Tras serle
diagnosticado un cáncer, pasó los últimos años de su vida inmersa en una
angustiosa búsqueda de la fe. Siempre utilizó el seudónimo Luciano San-Saori.
Podemos encontrar escritos suyos en Avance Marino, CNT, El Libertario, Más
lejos, Mujeres Libres, La Revista Blanca, Solidaridad Obrera, Tiempos Nuevos,
Tierra y Libertad, Umbral, entre otros. Es autora de Versos sobre Durruti
(1937), Horas de revolución (1938), Romancero de Mujeres Libres (1938). En 1996
la editorial Pre-Textos y el IVAM publicó Poesía, conjunto de su obra poética
conocida, que no es todo la que escribió, editado por Rosa María Martín
Casamitjana y con la colaboración de Antonia Fontanillas. Pionera de la
reivindicación del deseo lésbico, sus poemas eróticos dedicados a la belleza
femenina tienen una fuerza y originalidad poco comunes.
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