NO HAY NOCHE SIN DIA NI LIBERTAD SIN ANARQUIA - LOS BIENES MAS PRECIADOS SON LA VIDA Y LA LIBERTAD - SALUD, ANARQUIA Y REVOLUCIÓN SOCIAL-

martes, 5 de octubre de 2010

Historias de tres mujeres andaluzas que vivieron las vejaciones del franquismo

Aurora Galé tenía sólo 17 años cuando los falangistas fueron de noche a buscar a su padre. Clemente era un miembro destacado de la CNT y sabía que iban a por él ya que acababan de fusilar a Vicente Ballester, secretario regional de la CNT, en Cádiz. Era el 19 de septiembre de 1936, una fecha que Aurora no olvidará.


En la línea de fuego

Aquella noche, la joven se cruzó en la línea de fuego que los falangistas abrieron contra su padre. El resultado: una bala alojada en el pulmón para el resto de sus días. Irónicamente, un jovencísimo camisa azul fue la que la salvó al ayudar a trasladarla con el médico.

"Para que no se me olvide"

Su padre también recibió una bala que no logró acabar con su vida, intentó escapar pero la gravedad de la herida se lo impidió. Poco después fu fusilado en la Plaza Fragela de Cádiz. Aurora pasó seis meses ingresada y ahora recuerda el episodio tocando la herida que guarda la bala en su pecho "Para que no se me olvide", ha dicho al Diario Sur.

Condenas sin juicio

Antonia Aguilar también sufrió las vejaciones de los falangistas, en 1940 era una muchacha alegre y "echá pa'lante" según sus familiares. Visitaba a menudo la sede del sindicato, pero no entendía de política. El local servía de punto de reunión de la juventud de la época. Eso no importaba para los falangistas ya que eran ellos los que se encargaban de juzgar.

Rapada en la plaza

A finales de septiembre un grupo de falangistas la rapó en la plaza de Vejer (Cádiz), después la hicieron desfilar por el pueblo para reírse de ella. Su marido Francisco es quien cuenta la historia, aunque en 70 años de matrimonio Antonia nunca habló de ella. Francisco recuerda que "sólo cuatro sinvergüenzas" asistieron a la humillación. El resto del pueblo se encerró en sus casas.

Testigo de las humillaciones

Otra de las historias de humillación la vivió María Calvillo en las carnes de su abuela. Huérfana de padre y con su madre trabajando en casa de otra familia, María tuvo que vivir con sus abuelos. Recuerda cuando en agosto del 36, mientras vendía tomates en la calle llegaron camiones con tropas franquistas y comenzaron los disparos, al ser hija del carbonero, no hubo quién le abriera la puerta.

Cinco moños

Después de los fusilamientos los falangistas fueron a casa de su abuelo, el hombre pensaba que venía a por él ya que tenía cinco hijos "señalados". Los intrusos sólo querían cal para las fosas donde estaban enterrando a sus amigos. Su abuela no tuvo la misma suerte. A ella, una mañana la llevaron a la plaza de Benamahona (Cádiz) y le cortaron el pueblo. "Le dejaron cinco moños: una por cada hijo" cuenta María al Diario Sur.

Otras tuvieron menos 'suerte'

Después la obligaron a punta de fusil a ingerir pan mojado en aceite de ricino. A pesar del dolor que le provocó la purga tuvo suerte, "a otras se las llevaban por las noches a la casa grande, o al cuartel, ya se puede imaginar cualquiera para qué. Las que tenían miedo iban con sus madres, o con sus hijos, pero no les servía», añade María.

Cuentas saldadas

La indemnización de la Junta no reparará el daño hecho, pero el reconocimiento a su sufrimiento significará para ellas un alivio moral. Para la sociedad será el pago de la deuda con la historia de los miles que sufrieron la represión franquista.

*Foto: Mujeres de Oropesa, Toledo, rapadas por los franquistas en represalia por su condición política o por su parentesco.

No hay comentarios: