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martes, 26 de octubre de 2010

El discurso oficial sobre los sindicatos: Subvenciones y una falsa transición


A un mes de la Huelga General del 29 de septiembre, todo sigue igual. El gobierno ha logrado sacar adelante su reforma laboral para demostrar a los mercados y a la maquinaria neoliberal que puede someter al pueblo cuando sea preciso. Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT continúan difuminándose cada vez más como representantes de unos trabajadores que ya no saben hacia dónde mirar y que no se sienten representados por la burocracia sindical. Los medios masivos de comunicación siguen con su voz unísona creando y moldeando el pensamiento único oficial y políticamente correcto.



Hasta el final de la huelga hemos sido bombardeados por una constante ofensiva para poner en tela de juicio la labor de los sindicatos, intentando desplazar el debate desde lo realmente importante hacia la confusión y la manipulación. El mensaje que oficialmente han transmitido y que en muchos casos ha calado en la sociedad gira en torno a tres ejes fundamentales: 1. Los sindicatos son CCOO y UGT, 2. Los sindicatos son malos porque reciben millones de euros en subvenciones en tiempos de crisis y 3.Los enemigos son los liberados sindicales que viven a nuestra costa.


Como siempre, una visión distorsionada e incompleta de la realidad. En primer lugar, hablar de sindicatos es hablar también de Solidaridad Obrera, es hablar del Sindicato Andaluz de Trabajadores, de la CNT, la CGT, la USO y un largo etcétera de organizaciones comprometidas con la mejora y el cambio. Para los medios y sus empresarios es más fácil simplificar, unificar, homogenizar y ocultar la riqueza de planteamientos, las opciones, en definitiva, la libertad.


La mayoría sabemos que la Huelga General fue no fue convocada únicamente por Comisiones y UGT y que fue apoyada por distintas organizaciones sindicales, culturales, vecinales... y por supuestos por personas particulares, muchas de ellas, además, en contra de los planteamientos de los sindicatos mayoritarios y a las que probablemente se les deba el verdadero éxito de la convocatoria.


Por otro lado y con las cifras en la mano, todos los sindicatos que aceptan subvenciones del Estado se llevaron en torno a 16 millones de euros en 2009 (1). El debate sobre si es lícito el tema de las subvenciones sindicales lo dejaremos para otro momento. Seamos serios, y hagamos un breve repaso sobre el dinero que se va de las arcas púbicas para otros menesteres, por ejemplo:


* Para los partidos políticos se destinaron durante el 2009 unos 81,38 millones para gastos corrientes más 33,5 millones para gastos electorales, en total 114,88 millones de euros (2), aunque lejos de los 193,1 millones asignados en 2006 (3). A pesar de que estos datos están a disposición de todos y en un medio tradicional, no se suele hablar del gasto de los miles de cargos políticos que tenemos a nuestro alrededor en ayuntamientos, diputaciones, comunidades, ministerios... que aparte de recibir su sueldo oficial, reciben millones de euros para sus partidos.


* Damos otro paso más y obsevamos que la esencial figura para el estado del bienestar, la democracia y cosas de estas, la monarquía, se embolsó en ese periodo de 2009, y de forma oficial, casi 9 millones de euros (4). Creo que en este caso, la media por afiliado sale un poco mayor que en el caso de los sindicatos e incluso los partidos.


* Un último y espeluznante ejemplo es, en efecto, la pía Iglesia Católica que se ha llevado en fondos públicos, entre churras y merinas, 6.000 millones de euros en 2010 (5). Aquí se incluyen, entre otros, fondos para que sus colegios concertados-sectarios financiados con dinero público sigan realizando su labor de evangelización, también para que los profesores de religión que adoctrinan e imparten clase en nuestras escuelas e institutos públicos sigan cobrando sin pasar por oposiciones, etc, etc.


En definitiva y ciertamente, los liberados sindicales son una plaga que debemos extinguir, pero, con mayores motivos también los "liberados políticos", los "liberados eclesiásticos" y por supuesto, los "liberados reales y aristocráticos".


Lógicamente es más fácil para el poder establecido culpar a los liberados sindicales de todos nuestros males que poner sobre el tapete los verdaderos motivos de una crisis creada por los bancos, las multinacionales y la entidades privadas que hace tiempo se marcan el compás de nuestras sociedades, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial y así, aparte de distraer, se desune y se crean enfrentamientos entre los posibles enemigos que nunca viene mal.


Centrándonos en el caso de los liberados, el problema de fondo está en un modelo sindical que en el Estado español nació muerto con su hermano siamés, el modelo político. Todo se remonta a los conocidos Pactos de la Moncloa de 1977, unos pactos que pretendieron (y lograron) mantener el poder en las manos de los que hasta ese momento lo tenían y hoy siguen teniendo.


La transición española fue un proceso vacío e insípido que logró ensanchar unos pocos centímetros el embudo de lo políticamente correcto y el discurso oficial. Ese fue el momento en el que de un día para otro dejaron de existir fascistas en nuestro país para convertirse en conservadores. A la vez, los de izquierdas abrazaban el eurocomunismo y la socialdemocracia cambiando el Marxismo por ansias de poder y los anarcosindicalistas empezaban a hacerse de nuevo fuertes hasta que empezó la guerra fraticida que aún hoy continúa.


En los Pactos de la Moncloa se repartieron el pastel. Por un lado, los postfranquistas se aseguraron la impunidad y mantuvieron su poder; por otro, los socialistas compartirían los puestos de mando, a cambio sólo tuvieron abrazar incondicionalmente la democracia capitalista y renunciar a la justicia que demandaba gran parte de la sociedad después de una larga dictadura militar.


En este festín había que tener a la clase trabajadora contenta, más que nada por motivos prácticos para mantener la paz social. Así, invitaron a la mesa para ofrecerles unos bocados a Comisiones Obreras, formada por antiguos miembros del sindicato vertical y militantes del Partido Comunista y a UGT, la vertiente sindical de los socialistas para crear la figura de los "sindicatos mayoritarios" y prostituir a la clase obrera por su hegemonía social y su sustento económico.


Y después de esta comilona, la monarquía consiguió perpetuarse, la Iglesia Católica salir indemne y el sistema aristocrático-feudal pasar desapercibido (por supuesto, recibiendo también sus correspondientes ayudas públicas (6).


En definitiva, todavía hoy vivimos en este empacho que la dictadura nacional-católica de Franco no dejó como herencia y que los sindicatos mayoritarios, el nuevo bipartidismo capitalista, la monarquía con su correspondiente corte aristocrática y la Iglesia como guinda moral se empeñan en recorarnos día a día hasta que nos hagan vomitar.

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