Según los datos de afiliación a las centrales del Ministerio de Trabajo, 276.086 empleados dejaron de pertenecer a organizaciones como CCOO y UGT en un año. Si en 2008 sólo el 17,4% de los ocupados estaba afiliado a estas organizaciones (algo menos de 3,5 millones de afiliados), el pasado ejercicio este índice cayó al 17,2% (algo más de 3,2 millones), según publica este viernes el diario Expansión -para los cálculuos hay que tener en cuenta que el número de ocupados cayó de forma drástica en 2008-.
El desplome ha sido mayor entre los trabajadores jóvenes. Casi 150.000 ocupados de entre 16 y 29 años se dieron de baja en estas organizaciones el pasado año. Además, tan sólo el 10,9% de los empleados de entre 25 y 29 años están apuntados a sindicatos como UGT y CCOO frente al 12,2% de 2007, lo cual pone en serios aprietos el relevo generacional de las afiliaciones sindicales. Esta exigua cifra contrasta con la afiliación sindical de los trabajadores con más de 45 años, que asciende al 23,7%, mientras que en el caso de los mayores de 55 años se sitúa en una tasa del 20,1%.
Pese a todo, los sindicatos cuentan con el colchón financiero que les otorga el Gobierno mediante la inyección de subvenciones y ayudas públicas. Y es que los sindicatos se financian vía impuestos, con lo que este desplome en las afiliaciones apenas tendrá repercusión en sus cuentas internas. Pese a su escasa representatividad -otros datos manejan que apenas el 10% de los trabajadores está afiliado a algún sindicato-, estas organizaciones regularon las condiciones laborales de 10,3 millones de empleados en 2009 (el 60%de los trabajadores).
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