Tras un 2009 tranquilo, las voladuras de la explotación Fátima vuelven a generar grietas, desprendimientos y otros desperfectos en viviendas y garajes. La asociación vecinal Unión Zona Sur denuncia que sufre las detonaciones desde hace siete años. Los ayuntamientos de Chinchón y Villaconejos “miran hacia otro lado”.
Tras un periodo de relativa calma, varios núcleos urbanos de Chinchón y Villaconejos vuelven a sufrir a diario las consecuencias de las fuertes detonaciones de la explotación a cielo abierto que la empresa Sulquisa tiene en el vecino Colmenar de Oreja. Tal y como denuncia Josefina Núñez, portavoz de la Asociación de Vecinos La Unión Zona Sur, “cada día del mes de julio, entre las 14h y las 17h, hemos de soportar explosiones de la mina, lo que provoca no sólo un ruido molesto sino el temblor de nuestras casas y la aparición de nuevas grietas”. Aunque el vecindario llevaba más de un año sin padecer estas molestias, el problema no es nuevo. La entidad ciudadana sostiene que las cargas del yacimiento Fátima se producen desde hace siete años, tal y como ha denunciado en repetidas ocasiones -hasta ahora en vano- ante la Comunidad de Madrid y los ayuntamientos afectados. “Antes las explosiones eran muy fuertes y ahora, aunque se ha reducido el estruendo, el temblor de la tierra y las casas es mayor, parece que las hacen las cargas a más profundidad”, indica Núñez, que teme que se repita un verano como el de 2008. Entonces, como sucede desde esta primavera, las detonaciones, además de provocar contaminación acústica, caídas de objetos y otros perjuicios menores en las casas, están generando “grietas en paredes, suelos y techos de habitaciones, fisuras en muros, garajes y piscinas, así como a desprendimientos de materiales (tejas, baldosas, etc.), rotura de cristales e incisiones en depósitos de agua”.
La Unión Zona Sur de Madrid ha reunido decenas de declaraciones de daños y numerosas firmas con objeto de conseguir la reducción de las cargas explosivas y un mayor control de la actividad de Sulquisa. Las familias damnificadas, procedentes sobretodo de las urbanizaciones de Los Cohonares, han sufragado hasta el momento todas las reparaciones, por lo que exigen a la empresa y a los organismos competentes una compensación por los perjuicios ocasionados y, por supuesto, que se solucione de manera permanente algo que viene de lejos. La propiedad de la mina siempre ha negado que exista una relación directa entre su actividad y los daños de las casas, pero los vecinos tienen claro que su origen no puede ser otro que las voladuras cotidianas, algo que les ha metido el miedo en el cuerpo.
Ante las reclamaciones vecinales, que tienen el apoyo de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), el ejecutivo de Esperanza Aguirre ha llevado a cabo varias mediciones acústicas de las explosiones de la mina, resolviendo que los niveles de vibraciones estaban siempre dentro de lo estipulado por la ley. La Unión Zona Sur replica que Sulquisa, cuyos representantes asistieron a estos controles junto a miembros de la asociación, redujo las cargas que habitualmente emplea en previsión de los controles.
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