Libertad Digital
En 1956 Roma abrió un expediente a Maciel, pero no fue hasta 1998 cuando un grupo de ex legionarios entre los que estaba su sobrino, Alejandro Espinosa, denunciaron los abusos del fundador. Pero éste junto a sus colaboradores lograron parar el escándalo usando sus influencias e incluso sobornos, según cuenta Crónica.
No fue hasta el 2004 cuando el Vaticano comenzó la investigación, momento en que se puso en entredicho su liderazgo entre la cúpula de la orden. Según fuentes consultadas por Crónica, el vicario, Luis Garza Medina contrató a un detective privado para vigilarle. A raíz de estas averiguaciones se llegó incluso a pensar en un plan para envenenar al fundador.
Cuando el Vaticano comprobó la veracidad de las acusaciones de pederastia contra Maciel, le instó a retirarse a una casa en Los Ángeles para orar. Fueron a buscarle a un hotel, frente a Central Park en Nueva Cork –en donde estaba con Norma, una de sus mujeres y su hija, también del mismo nombre–. Allí estuvo durante dos años.
Pederasta, con varias familias y su increíble tren de vida
Al parecer Marcial Maciel se hacía acompañar de su secretario personal, el padre John Devlin para ir a Tailandia donde se aprovechaba del tráfico sexual de menores.
Algunos administradores cifran su imparable tren de vida en 50.000 dólares semanales. Además el fundador habría tenido hasta siete hijos: su hija Norma, tres hijos en México –Omar, José, Christian González Lara–, uno en Inglaterra –Kevin–, otra en Suiza –que murió en un accidente de coche cuando iba a buscarle al aeropuerto– y otro en Colombia, aunque no se conoce su identidad.
A Norma la conoció cuando ésta tenía 17 años y trabajaba en un bar de camarera. Se presentó como un broker del petróleo. Tras su muerte, el legionario dejó a Norma y a su hija un piso de 327 metros cuadrados en Conde de Orgaz (Madrid), otra vivienda en el mismo edificio, varios pisos en las Torres Colón, que adquirió por valor de 90.000 euros cada uno, un palacete en Sevilla y una caja fuerte en el Banco Santander con 50 kilos de joyas.
A Kevin, según publica Crónica, le dejó una línea de ropa que cosecha buenos beneficios.
En 1956 Roma abrió un expediente a Maciel, pero no fue hasta 1998 cuando un grupo de ex legionarios entre los que estaba su sobrino, Alejandro Espinosa, denunciaron los abusos del fundador. Pero éste junto a sus colaboradores lograron parar el escándalo usando sus influencias e incluso sobornos, según cuenta Crónica.
No fue hasta el 2004 cuando el Vaticano comenzó la investigación, momento en que se puso en entredicho su liderazgo entre la cúpula de la orden. Según fuentes consultadas por Crónica, el vicario, Luis Garza Medina contrató a un detective privado para vigilarle. A raíz de estas averiguaciones se llegó incluso a pensar en un plan para envenenar al fundador.
Cuando el Vaticano comprobó la veracidad de las acusaciones de pederastia contra Maciel, le instó a retirarse a una casa en Los Ángeles para orar. Fueron a buscarle a un hotel, frente a Central Park en Nueva Cork –en donde estaba con Norma, una de sus mujeres y su hija, también del mismo nombre–. Allí estuvo durante dos años.
Pederasta, con varias familias y su increíble tren de vida
Al parecer Marcial Maciel se hacía acompañar de su secretario personal, el padre John Devlin para ir a Tailandia donde se aprovechaba del tráfico sexual de menores.
Algunos administradores cifran su imparable tren de vida en 50.000 dólares semanales. Además el fundador habría tenido hasta siete hijos: su hija Norma, tres hijos en México –Omar, José, Christian González Lara–, uno en Inglaterra –Kevin–, otra en Suiza –que murió en un accidente de coche cuando iba a buscarle al aeropuerto– y otro en Colombia, aunque no se conoce su identidad.
A Norma la conoció cuando ésta tenía 17 años y trabajaba en un bar de camarera. Se presentó como un broker del petróleo. Tras su muerte, el legionario dejó a Norma y a su hija un piso de 327 metros cuadrados en Conde de Orgaz (Madrid), otra vivienda en el mismo edificio, varios pisos en las Torres Colón, que adquirió por valor de 90.000 euros cada uno, un palacete en Sevilla y una caja fuerte en el Banco Santander con 50 kilos de joyas.
A Kevin, según publica Crónica, le dejó una línea de ropa que cosecha buenos beneficios.
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