Quién y por qué de Jorge Mario Bergoglio
El pasado 13 de marzo un nuevo jefe de Estado subió al trono
en el Vaticano. De nombre Jorge Mario Bergoglio y de origen argentino, pasó
bastante desapercibido durante el cónclave, aunque fuese una figura reconocible
para quienes están al tanto de la realidad del cono sur.
Julio Reyero | Periódico CNT
Las empresas de
comunicación nos bombardearon con toneladas de información-propaganda durante
los días anteriores a la fumata blanca, pero quizá se superaron cuando se hizo
pública la elección del nuevo hombre fuerte de la Iglesia. La “información”
giraba constantemente (y no se descarta que lo siga haciendo) en torno a la
preocupación del Papa por la pobreza, su humildad al acercarse a besar a la
gente, desproteger el vehículo blindado habitual y otras cosas por el estilo.
Por otra parte la ausencia en la prensa y las pantallas de muchos detalles
comprometidos de su vida, en especial sobre el período de la dictadura
argentina, dice mucho más sobre la intención de la propaganda que todo lo
anterior. Ha sido necesario recurrir como casi siempre a los ordenadores y la
red para saber de quién estamos hablando.
Primeros pasos
Bergoglio nació en
Buenos Aires, en diciembre de 1936, después de que sus padres de origen
italiano emigrasen ante el auge de Mussolini. Se gradúa como técnico químico e
ingresa en los jesuitas en 1957. Después de pasar por la Universidad de Alcalá
de Henares es elegido en 1973 provincial de los jesuitas argentinos. Es en esa
época en la que se integra en la organización Guardia de Hierro, llamada así en
memoria de la homóloga rumana antisemita dirigida por el filonazi Corneliu
Codreanu. El encuadre ideológico de la Guardia de Hierro argentina no es tan
sencillo como en el caso rumano. Lo que sí se puede afirmar es que su
autoritarismo, uniformidad, nacionalismo, jerarquía, religiosidad, eran tan
fuertes como en cualquier otra organización de extrema derecha. El componente
social que pudiera tener (se cita en wikipedia como “organización de trabajo
barrial” únicamente) demuestra ser un mero barniz cuando en plena dictadura la
Junta establece estrechos lazos de colaboración con sus dirigentes utilizando
su considerable fuerza paramilitar. En este sentido también son ejemplares las
conocidas relaciones posteriores de “Guardianes” con el gobierno de Menem.
Las amistades peligrosas
Quizá uno de los
episodios que ha arrojado luz sobre la sombra que provocan los flashes
periodísticos en torno a Bergoglio haya sido la concesión por parte de la
Universidad del Salvador del doctorado honoris causa a Emilio Eduardo Massera,
miembro de la Junta golpista y director de la ESMA (Escuela Superior de
Mecánica de la Armada) durante la represión, centro de tortura por excelencia.
La Universidad del Salvador es propiedad de los jesuitas y pasó a ser dirigida
por manos laicas (por la Asociación Civil Facultades Loyola), por orden del
Padre Arrupe directamente a Bergoglio, dos años antes de distinguir al
torturador. Este proceso de ocultación bajo un disfraz civil del control de los
jesuitas se puede observar en numerosas instituciones y organizaciones de
carácter internacional por aquellos años (véase el caso de Intermón en
Cuadernos para el Debate nº 8). Bergoglio sitúa a dos hombres de su confianza
en la dirección de la Universidad pertenecientes también a Guardia de Hierro:
Francisco Piñón, como rector, y Walter Romero.
Aunque Bergoglio no
era una excepción. El nuncio apostólico Pío Laghi, el arzobispo de Buenos Aires
Juan Carlos Aramburu, el cardenal Raúl Primatesta y otras cabezas de la
Conferencia Episcopal Argentina aplaudían las directrices de Videla. El 15 de
noviembre del 76 se reúne la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal con
la Junta Militar dejando por escrito: “los Obispos [...] acompañamos al actual
proceso de reorganización del País, emprendido y encabezado por las Fuerzas
Armadas, lo acompañamos con comprensión, a su tiempo con adhesión y aceptación.”
Esta postura no difiere mucho de la adoptada en España (1936), o en Chile
(1973).
Otro de los episodios
que oscurecen su curriculum es el secuestro y tortura en la ESMA de varios
sacerdotes jesuitas que estaban bajo su responsabilidad. Aún sin aclarar del
todo, parece que Bergoglio y Aramburu señalaron ante las autoridades a Orlando
Yorio y Francisco Jalics (entre otros) además de dejarlos sin protección poco
antes de ser detenidos y hechos desaparecer durante 5 meses. Otras 4
catequistas y los esposos de dos de ellas siguen desaparecidos.
Pero dejando atrás
ese oscuro e intangible pasado, Bergoglio se está forjando en el presente una
imagen que se ha llegado a calificar de revolucionaria con ayuda de
prácticamente la totalidad de los grandes medios. Se dice que es cercano a los
problemas de la gente, a la pobreza, etc. Se resalta que ya no viste los
exclusivos mocasines de Ratzinger de 400 euros, que va en transporte público y
que no porta el pectoral de oro sino de plata, que es mucho más mundano. Le hemos
visto besar los pies de adolescentes en público (ojo, sin connotaciones
sexuales de por medio) e identificarse directamente con el cardenal Roncalli
(alias Juan XXIII) que fue apodado “el Papa Bueno”. Sin duda esto último puede
ser la clave de lo que vamos a ver en los próximos años y no serán verdaderos
cambios para modificar el status quo mundial.
Aquel Papa realizó
gestos ciertamente inéditos, pero la perspectiva que nos da el paso del tiempo
nos hace ver que fueron brindis al sol. Habló de renovación de la iglesia,
nombró por vez primera cardenales indios y africanos, se reunió con la alta
jerarquía de otras confesiones, aplicó derechos inexistentes entre los
empleados del Vaticano, aumentó algo sus míseros salarios y redujo las fortunas
que recibían cardenales y obispos y, por supuesto, inició el concilio Vaticano
II, referencia para muchos a pesar de su evidente inutilidad.
Pero una institución
dogmática asentada en un Estado Teocrático machista, no se puede reformar. Como
mucho se puede esconder nuevamente debajo de la alfombra todo aquello que
contradice la condición de santo que pretenden aplicar a Roncalli y
probablemente con los años a Bergoglio. Aquél excomulgó a Fidel Castro y se
entendió con todos los obispos franceses que habían aplaudido el régimen
filonazi de Vichy (lo llamaron “cohesionar” la Iglesia). Pero lo que más le
deshonra es la redacción del Crimine Solicitacionis, documento que ordena
ocultar todos aquellos casos de abusos sexuales a menores por parte de la
curia, amenazando con excomulgar a aquella víctima que denuncie su caso ante
las autoridades civiles y no exclusivamente ante las eclesiásticas. Las
consecuencias de la aplicación de este protocolo son de sobra conocidas.
Bergoglio toma el
control del Vaticano cuando en parte se ha hecho pública la ocultación de las
correrías sexuales del clero. El diario La Repubblica ha llegado a hablar de un
miembro del coro del Vaticano que ofrecía servicios sexuales de jovencitos
seminaristas y también han aparecido noticias acusando a Ratzinger de la
obstaculización al trabajo de la comisión de investigación de los abusos
sexuales del clero alemán. La investigación fue encargada al Instituto Central
Criminológico de Baja Sajonia (KFN) e interrumpido a los 5 meses ante las
presiones de la Iglesia. Aunque
aseguraron dar plena libertad a los científicos, después quisieron
arrogarse el derecho de manipular los informes e incluso prohibirlos. No sólo
no ha cumplido con la “tolerancia cero” a los abusos, que prometió al visitar
EE.UU. tras conocerse la magnitud de los mismos con epicentro en Boston (más de
500 casos en una sola diócesis), sino que ha seguido aplicando la misma
política de ocultación y espera. El tiempo mitiga las acusaciones, la memoria
es frágil.
Papa de Mercaderes
Otro de los motivos
del “cambio” es el relacionado con el Instituto para las Obras de Religión
(IOR): el Banco del Vaticano. La misma mentalidad que motivó el robo
multimillonario durante los 70 que acabó conociéndose como el escándalo
Ambrosiano ha continuado hasta nuestros días. Aquel asunto pareció acabar
cuando en el año 82 Roberto Calvi, director del banco, apareció ahorcado en
Londres. En 1986 Michele Sindona, compañero de aventuras de Calvi y relacionado
con las familias de la heroína siciliana, le seguía los pasos bebiendo cicuta.
Ambos fueron responsables de blanquear millones de dólares a través del IOR con
la ayuda del obispo Marcinkus, protegido de Juan Pablo II.
Pero no acabó
entonces. En 1993 se conoce el caso Enimot, uno de los mayores casos de corrupción
entre la clase política italiana. El dinero de las comisiones que se pagaron a
los diputados para que aceptasen la unión de Enichem (empresa química pública)
y la privada Montedison por encima de la ley antimonopolio fue blanqueado a
través de cuentas del IOR (Gianluigi Nuzzi, Vaticano S.A.).
En España se
relaciona a Ricard María Carles, arzobispo de Barcelona y miembro del IOR, con
una operación de blanqueo de dinero procedente del tráfico de armas dirigidas a
Eslovenia y Croacia en el proyecto de liquidación de la antigua Yugoslavia.
También ha salido a relucir en los papeles el cardenal Sandoval Íñiguez,
perteneciente a la estructura del IOR, y de cuyas relaciones con el
narcotráfico sospecha la fiscalía mexicana. En 2008, incluso el obispo Carlos Aguilar
Retes, presidente de la Conferencia Episcopal, declaró públicamente que los
narcos mexicanos eran “muy generosos”.
En 2010, con Gotti
Tedeschi a la cabeza del IOR, expresidente de la división italiana del Banco
Santander, se produce la incautación de una transferencia de 23 millones de
euros que vulneraba la normativa comunitaria. Todo lo anterior confirma que las
promesas de un futuro transparente hechas por Ratzinger para no seguir
apareciendo en el “top ten” de países donde más dinero se blanquea (publicado
en London Telegraph) han caído en saco roto.
Un Papa muy progre
Pero es absurdo ver
en Bergoglio algo nuevo. No hay muchas dudas sobre las posiciones del nuevo
Papa respecto a las pulsiones vitales o la posición de las mujeres en la
Iglesia. Durante la legalización de los matrimonios entre parejas homosexuales
en Argentina calificó la medida de “estrategia de Satanás” y anunció una
“guerra de Dios” contra ella. De igual modo se opone a los anticonceptivos e
incluso a la fecundación in vitro. También libra combate contra lo que denomina
“cultura de la muerte”, esto es, lo referente a la eutanasia o muerte digna.
Por ello, lo único
que podemos concluir es que estamos ante una de las campañas de imagen más
agresivas que la Iglesia ha elaborado en los últimos años, y que nada
trascendente cambiará en la forma de hacer política, economía y religión desde
los muros del Vaticano hasta la última capilla del mundo. Lo lamentable es la
sensación de que el dinero invertido en esa campaña puede estar dando
resultado.
Periódico CNT nº 400 - Mayo 2013
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