Para no olvidar
El pasado 27 de marzo la sociedad chilena se vio estremecida por la
muerte del joven homosexual Daniel Zamudio, quien unas semanas antes había sido
brutalmente agredido por un grupo de supuestos neo-nazis.
Los detalles de la golpiza que recibió son escalofriantes, y reflejan en
toda su crudeza los extremos a que puede llegar la homofobia en el país, que ya
anteriormente se había cobrado otras víctimas también inocentes.
Luego del ataque y posterior fallecimiento de Daniel Zamudio, fueron
numerosas las reacciones de auténtico repudio ante un hecho tan deleznable, y
el propio gobierno le otorgó máxima urgencia al proyecto de Ley
Antidiscriminación que se discute en el Parlamento, lo que constituye
ciertamente una muy buena señal.
Sin embargo, la tarea mayor que continúa pendiente es la de desmontar
todas las construcciones culturales que, en mayor o menor medida, brindan
legitimidad ideológica a las manifestaciones de intolerancia que existen
todavía en el país. Una sociedad moderna debería estar en condiciones de
superar los estereotipos y prejuicios que estigmatizan, sin ninguna
justificación, a determinadas comunidades e identidades, exponiéndolas así al
odio y a la acción violenta de grupos que se sienten amparados en su propósito
de hostigar o perseguir a quienes consideran seres de inferior categoría.
Conjuntamente con los necesarios avances legales en la comentada
materia, la educación que se brinde en los hogares y colegios resultará
fundamental para dejar atrás una serie de actitudes y conductas que no
contribuyen precisamente a cimentar una sociedad pluralista y verdaderamente
abierta a las distintas expresiones de la diversidad.
Nadie debería quedar indiferente frente al brutal asesinato que acabó
con la vida del joven Daniel Zamudio, sobre todo porque tal crimen interpela a la
sociedad respecto de aquellas zonas oscuras que pocas veces se analizan con la
profundidad y valentía que se requieren.
A partir del señalado caso, y de tantos otros, todos deberíamos
preguntarnos qué es lo que estamos haciendo concretamente, en términos
individuales y colectivos, para poder vivir efectivamente en un país más justo,
fraterno e integrado, donde no se discrimine ni excluya a nadie.
La diversidad no es una amenaza; es una oportunidad para encontrarnos
con el otro.
José Miguel Casanueva Werlinger
Sociedad Civil Pro
Derechos Humanos
No hay comentarios:
Publicar un comentario