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sábado, 2 de junio de 2012

PARA NO OLVIDAR


 Para no olvidar

El pasado 27 de marzo la sociedad chilena se vio estremecida por la muerte del joven homosexual Daniel Zamudio, quien unas semanas antes había sido brutalmente agredido por un grupo de supuestos neo-nazis.

 Los detalles de la golpiza que recibió son escalofriantes, y reflejan en toda su crudeza los extremos a que puede llegar la homofobia en el país, que ya anteriormente se había cobrado otras víctimas también inocentes.

 Luego del ataque y posterior fallecimiento de Daniel Zamudio, fueron numerosas las reacciones de auténtico repudio ante un hecho tan deleznable, y el propio gobierno le otorgó máxima urgencia al proyecto de Ley Antidiscriminación que se discute en el Parlamento, lo que constituye ciertamente una muy buena señal.

 Sin embargo, la tarea mayor que continúa pendiente es la de desmontar todas las construcciones culturales que, en mayor o menor medida, brindan legitimidad ideológica a las manifestaciones de intolerancia que existen todavía en el país. Una sociedad moderna debería estar en condiciones de superar los estereotipos y prejuicios que estigmatizan, sin ninguna justificación, a determinadas comunidades e identidades, exponiéndolas así al odio y a la acción violenta de grupos que se sienten amparados en su propósito de hostigar o perseguir a quienes consideran seres de inferior categoría.

 Conjuntamente con los necesarios avances legales en la comentada materia, la educación que se brinde en los hogares y colegios resultará fundamental para dejar atrás una serie de actitudes y conductas que no contribuyen precisamente a cimentar una sociedad pluralista y verdaderamente abierta a las distintas expresiones de la diversidad.

 Nadie debería quedar indiferente frente al brutal asesinato que acabó con la vida del joven Daniel Zamudio, sobre todo porque tal crimen interpela a la sociedad respecto de aquellas zonas oscuras que pocas veces se analizan con la profundidad y valentía que se requieren.

 A partir del señalado caso, y de tantos otros, todos deberíamos preguntarnos qué es lo que estamos haciendo concretamente, en términos individuales y colectivos, para poder vivir efectivamente en un país más justo, fraterno e integrado, donde no se discrimine ni excluya a nadie.

 La diversidad no es una amenaza; es una oportunidad para encontrarnos con el otro.


  José Miguel Casanueva Werlinger
 Sociedad Civil Pro Derechos Humanos

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