Los políticos son los asesinos del Estado. Y si se va uno,
viene otro.
Son éstos unos fragmentos del libro del escritor austríaco
Thomas Bernhard “Maestros Antiguos”.
Me he tomado la
licencia de eliminar las referencias a Austria, cuando las había, porque sin
ellas, es éste un texto de carácter más universal que en mi opinión no está
falto de verdad y de actualidad.
Todos los días,
cuando pensamos en ello, nos damos cuenta nada más de que nos gobierna un
gobierno hipócrita y mentiroso e innoble, que por añadidura es el gobierno más
tonto que cabe imaginar, dijo Reger, y pensamos que no podemos cambiar nada,
eso es al fin y al cabo lo más horrible, que no podemos cambiar nada, que
tenemos que ver sencillamente impotentes cómo ese gobierno, cada día, se vuelve
más mentiroso e hipócrita e innoble y abyecto aún, y más o menos en un estado
de consternación permantente tenemos que ver cómo ese gobierno se vuelve cada
vez peor e insoportable.
[...]
Realmente, este país
ha llegado ahora al punto absolutamente más bajo, dijo Reger, y pronto habrá
renunciado a su sentido y finalidad de espíritu. ¡Y por todas partes todos esos
repugnantes desatinos sobre la democracia! [...] Todos los días ve uno, con
espanto cada vez mayor, la decadencia de este país destruido y de este Estado
corrompido y de este pueblo embrutecido. Y la gente de este país y de este
Estado no hace nada por remediarlo, dijo Reger, eso es lo que a alguien como yo
lo atormenta diariamente. La gente ve o siente, naturalmente, cómo ese Estado
se vuelve cada día más bajo y cada día más innoble, pero no hace nada para
remediarlo. Los políticos son los asesinos, sí, los genocidas de un país así y
de un estado así, dijo Reger, desde hace años, los políticos asesinan los
países y los Estados y nadie se lo impide.
[...]
En la cúspide de
nuestro Estado están los políticos como asesinos del Estado, en nuestro
Parlamento se sientan los políticos como asesinos del Estado, dijo, ésa es la
verdad. Todo Presidente y todo ministro es un asesino del Estado y con ello
también un asesino del país, dijo Reger, y se se va uno viene otro, dijo Reger,
si se va un asesino como Presidente, viene ya otro Presidente como asesino, si
se va un ministro como asesino del Estado, viene ya otro. El pueblo es siempre
sólo un pueblo asesinado por los políticos, dijo Reger, pero el pueblo no lo
ve, siente sin duda que es así, pero no lo ve, ésa es la tragedia. [...] Los
políticos son asesinos del Estado y asesinos del país, dijo Reger y, mientras
están en el poder, asesinan sin reparo, y la justicia del Estado apoya sus
asesinatos innobles y abyectos, sus innobles y abyectos abusos. Pero cada
pueblo y cada sociedad merece naturalmente el estado que tiene y merece también
por lo tanto sus asesinos como políticos, dijo Reger.
[...]
La justicia [...] no
es ya desde hace muchos años digna de fe, actúa de una forma vituperablemente
política, no independiente, como debería actuar. La justicia en X es hoy una
justicia política, no independiente. La justicia se ha convertido realmente en
una justicia política que es un peligro público. La justicia hace hoy causa
común con la política, dijo Reger.
[...]
No hay atrocidad
política tan grande que no hayan olvidado una semana después, no hay crimen tan
grande. [...] Durante decenios comenten nuestros ministros horrorosos crímenes
y son encubiertos por esas mosquitas muertas oportunistas. Durante decenios
mienten y engañan esos ministros sin escrúpulos y sin embargo son encubiertos
por esas mosquitas muertas. Es ya un milagro que, de vez en cuando, se mande al
diablo a alguno de esos ministros criminales y estafadores, dijo Reger, porque
se le reprochan graves crímenes cometidos durante decenios, pero ya una semana
después todo el asunto se ha olvidado, porque las mosquitas muertas han
olvidado ese asunto. El que roba veinte chelines es perseguido y encarcelado
por la justicia, el que estafa millones y millares de millones en su puesto de
ministro es expulsado, en el mejor de los casos, con una pensión gigantesca y
olvidado enseguida, así Reger. Al fin y al cabo es realmente un milagro, así
Reger entonces, que se haya expulsado ahora otra vez a un ministro, pero mire,
apenas ha sido destituido y expulsado y apenas han escrito los periódicos que
ha estafado millares de millones y apenas han escrito esos mismo periódicos que
ese ministro es un criminal empedernido y debe ser llevado ante los tribunales,
se le olvida ya para siempre por esos mismos periódicos y, con ello, por toda
la opinión pública.
Thomas Bernhard,
“Maestros Antiguos”, (1985)
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