¿Hasta qué punto recomendar la lectura de 1984, el libro de George Orwell, puede ser un clásico de la prensa libertaria y antiautoritaria de la segunda mitad de siglo?
Efectivamente, quizá lo sea, pero precisamente por eso, por ser un clásico, nos podemos permitir su reseña una vez más, pues lo que caracteriza a este tipo de libros es su permanente actualidad.
Y es que la antiutopía orwelliana nos viene al pelo ahora, precisamente en este 2010, donde la enésima crisis del capitalismo nos ha vuelto a dejar a los trabajadores y trabajadoras con cara de tontos... ¡La cara oscura del capitalismo! -dicen los viejos albañiles del sistema, que son los socialdemócratas (como si el capitalismo tuviera un lado amable...). La cara oscura del capitalismo, sí, una fase donde la tensión social se ve agudizada por la visibilidad de las contradicciones del sistema y el aumento de la brecha interclasista. La misma cantinela de siempre, pero ahora bajo el foco del espectáculo mediático: ¡los pobres cada vez más pobres, los ricos cada vez más ricos! Claro, la ruleta, que no para de girar (¡hasta que la echemos abajo!).
Hablamos de agudización de las contradicciones y eso significa hablar de las calles de Grecia, de Chile, de las huelgas salvajes y los piquetes, de los secuestros de empresarios y las barricadas, el sabotaje, la autoorganización, la pérdida de confianza en el sistema parlamentario... Y si hablamos de todo eso, de la implosión rebelde de los depauperados, tenemos que posar nuestra mirada, a la manera de Orwell, en los pasos que está dando el Gran Hermano para mantener bajo control los posibles estallidos de furia social. Pero ya no solo eso... En estos tiempos que corren, al Estado y, por ende, a los capitalistas y las oligarquías autoriatarias que lo mantienen, les interesa la desarticulación de la disidencia, de toda disidencia real.
¿Y dónde lo vemos? Leer 1984 nos aporta claves. Como toda literatura antiutopista, nos enseña a mirar... A nivel municipal, lo tenemos en las ordenanzas municipales que, como las de Zamora o Sevilla, permiten perseguir el uso de la calle como espacio de intervención política (multando por pegar carteles o repartir panfletos). Aumento de la represión y el control social a través de la videovigilancia urbana (Barcelona o el barrio de Lavapiés son ejemplos de ello), pero también con métodos muchos menos sutiles como son los distintos cuerpos policiales, cuyo número de agentes no ha parado de crecer en los últimos años. Control social a través de la televisión y el deporte de masas, el consumo y los sistemas de normalización basados en parámetros asquerosamente capitalistas (como la talla, el peso, la educación...). No salirse del tiesto -nos dicen desde que somos bien chiquitos-, tú dedícate a hacer lo que hacen los demás. ¡Y una mierda!
Y para terminar nos encontramos con el acuerdo adoptado por la Unión Europea durante la presidencia española para seguir los movimientos de los ciudadanos considerados "radicales". Un paso de gigante hacia el panopticon total que, sin embargo, evidencia el miedo de las transnacionales y el Estado al posible aumento de la tensión social. Un miedo que esperemos se les vuelva en contra y nos acabe empoderando a nosotros, los que no tenemos nombre (como decía García Oliver).
¿1984 antitiutópico? A veces se nos antoja tan real... Quién lo haya leído también sabrá de lo necesaria que es la resistencia a nivel existencial. No basta con la pertenencia a una organización que se declare revolucionaria. Hemos de tomar nuestra vida en nuestras manos y cambiarla de cabo a rabo, deseducarnos para romper con las cadenas que nos atan a los amos, y ser feroces, felices en nuestra manera de caminar por el mundo, sin dios ni amo, emancipados gracias al motor de la superación moral y la fraternidad.
A leer, claro que sí, y desde ahí... ¡A organizarse y luchar! ¡Arriba lxs que luchan!
Juan Cruz Lopez
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