LA MAFIA DEL CARBÓN
La minería española, desgraciadamente, ya está vendida.
El Gobierno de España, que no ha dudado en ir cerrando pozos y arruinando la vida a miles de familias desde hace años, prefiere depender de otros países para exportar carbón en lugar de aprovechar su propio potencial y hacer uso de sus recursos. Es uno más de los sinsentidos que estamos viviendo, agravado por un nuevo matiz del problema sobre el que no se desea que obtengamos información: TODO en las comarcas mineras de Asturias, como en el resto de las cuencas del país, TODO, depende absolutamente de la minería. Los pocos pozos que quedan en funcionamiento tenían un salvavidas hasta el 2018, acordado oficialmente. Sin embargo, el Gobierno de Rajoy pretende incumplirlo y adelantar su cierre. Las consecuencias no son únicamente las que parecen: el adelanto del cierre establecido para 2018 es un hecho que perjudicaría, de manera extrema, a los sindicatos de las comarcas mineras ya que perderían, entre otras cosas, varios años de subvenciones millonarias.
“Aquí para encontrar trabajo debemos afiliarnos a un sindicato, SOMA-FIA-UGT o CC OO. Es como el seguro del coche: no es obligatorio tenerlo pero es imposible conducir si no tienes uno, así que tarde o temprano todos acabamos afiliados a alguno de los dos”, nos ha comentado uno de los mineros afectados con los que hemos conversado.
Resulta extraño, interesadamente extraño, que las exigencias de los sindicatos -quienes supuestamente representan y defienden los intereses de miles de trabajadores- se ciñan casi exclusivamente al cumplimiento del pacto acordado por el Gobierno en lugar de exigir que no se acabe la minería en España, que no sea cerrado ningún pozo más, que no se permita el dejar a miles de familias sin trabajo y sin futuro, arruinadas, en la calle o abocadas al exilio y que, como consecuencia, se consienta la muerte agónica de las comarcas mineras, que pasarían a ser pueblos fantasmas, completamente vacíos. Ante esta situación, la afirmación que se escucha con más frecuencia es que “Esta lucha se debería haber hecho hace mucho tiempo, ahora ya es tarde“. No deberíamos conformarnos con esta frase sino preguntarnos qué papel están jugando los sindicatos. Me dirijo a uno de los mineros, quien me habla con una conmovedora mezcla de impotencia y rabia:
“Ahora mismo quien me representa en el sindicato está de vacaciones en Cancún, tomando el sol, mientras que yo llevo un mes en huelga junto con todos mis compañeros, sin cobrar, sin dormir y sin estar en casa con mi mujer, cortando carreteras y jugándome el pellejo. ¿Para qué? No puedo más. Estoy harto”.
Sus pupilas negras me miran de frente, con una mirada que, como su voz, tiembla de rabia y pena. Es asturiano, alto y delgado. A pesar de que tiene treinta y algunos años, su cuerpo y su rostro destilan cansancio, un cansancio crónico que no puede pasar desapercibido. Al igual que su abuelo y su padre, él también es minero. Agotado confiesa que está hasta las narices de todo y no sabe qué hacer.
“¿Tú crees que me apetece madrugar todos los días para estar en el pozo a las 6 de la mañana? ¿Que no tengo otra cosa mejor que hacer que andar poniendo barricadas para cortar carreteras? ¿Que en lugar de aprovechar lo poco que le queda a la minería y trabajar todo lo que pueda para traer mi sueldo a casa, me apetece estar en huelga y ni siquiera estar con mi familia? ¿Crees que no dormir, no trabajar y no descansar desde hace más de un mes merece la pena? Cada día me arriesgo a que me den un pelotazo, me detengan, ando corriendo todo el día y mientras ¿qué? esta gente está de vacaciones, estoy harto”.
El verdadero problema aparece, una vez que la impotencia hace que el silencio se rompa. La fuerza que tienen los sindicatos en regiones como Asturias es sobresaliente, mucho más contundente y visible que en otras provincias como, por ejemplo, Madrid. Tanto es así que cuesta encontrar a gente que se atreva a criticarlos abiertamente, personas que confiesen y describan tanto lo bueno como lo malo, que confíe en ti y diga en voz alta lo que realmente piensa acerca de esos sindicatos que, teóricamente, tienen como objetivo defenderles. Muy pocos se atreven a hablar sobre los sindicatos de manera crítica, intentando no decir sólo lo que es políticamente correcto y, si lo hacen, no darán su nombre o pedirán que no transcribamos ni una palabra de la conversación. ¿Por qué? La respuesta parece ser la de siempre: “No están los tiempos como para meter más cizaña. Además esto es pequeño, aquí te conoce todo el mundo“.
Gobierno, prensa y sindicatos
Es cierto. Corren tiempos muy duros, pero quizás estamos siendo obligados a vivir un tiempo en que lo que se erige como necesario e inevitable es atreverse a hablar, a decir unas cuantas verdades, que pueden doler, pero que no han de ocultarse más. Hablar en voz alta y, de una vez, poner todas las cartas sobre la mesa.
El Gobierno ha condenado la vida del carbón español al firmar los acuerdos de su cierre total para el 2018 y no va a ceder ni un ápice porque, de ser así, y esto es uno de los factores que hacen políticamente correcto la búsqueda del SILENCIO, el resto de los sectores en crisis tomarían ejemplo de la resistencia minera. No contento con constituirse verdugo del carbón, ha recortado un 63% de las ayudas a la minería, pero, aunque se escuda en ello, no por cumplir órdenes de la UE. Ha sido una decisión propia de un Gobierno que, tras atacar a sectores fundamentales como el de la educación y la sanidad, ahora decide también acabar con los mineros.
La prensa española, actuando a la perfección su papel de EMPRESA, monopolio informativo, NEGOCIO MEDIÁTICO con grandes y cuantiosos intereses, responde a sus propios intereses económicos y políticos, dando una mínima cobertura al conflicto minero, para mantener la anestesia social, la ceguera casi total que sufre, ante la manipulación mediática, la opinión pública, votantes en las urnas y lectores del periodismo-negocio. Por su parte, los sindicatos miran por sus propios intereses: impulsan una huelga, varios encierros en pozos y una marcha a Madrid, con la INTENCIÓN FUNDAMENTAL, no permitamos que nos engañen, para mantener las subvenciones que reciben durante el máximo tiempo posible. Los mineros en huelga no cobran un duro, sus familias difícilmente llegan a fin de mes, pero los sindicatos sí siguen cobrándoles la cuantía de sus afiliaciones y esta información ha de saberse.
¿Y los mineros? Hace más de un mes que cientos de mineros están en huelga. Unos decidieron aprovechar para irse de vacaciones o quedarse en casa y descansar. Otros se levantan, cada día, a las 6 de la mañana y se reúnen en sus respectivos pozos para constituir su asamblea y decidir qué van a hacer a lo largo de la jornada: barricadas, corte de carreteras o raíles de tren, manifestaciones, etc. Otros se encerraron espontáneamente en sus pozos –aceptando que no tenían tiempo ni siquiera para despedirse de sus familias- y están viviendo un encierro dolorosísimo en el que no han sin haber visto ver la luz del sol desde hace un mes. Otro grupo de mineros inició una marcha hacia Madrid, bajo la tutela y órdenes de sus respectivos sindicatos.
“Ni siquiera he podido ir a la marcha, los sindicatos han puesto un cupo de personas a las que han elegido, los demás o estamos de reserva o directamente fuera. Además no tiene sentido, hace años que nos enfrentan los unos con los otros, ni siquiera comenzaron la marcha juntos cada sindicato eligió un sitio diferente de la ciudad para iniciar la marcha, después se juntaron pero caminan separados. Los dirigentes sindicales están ahí el primer día solo para la foto, luego desaparecen pero bien que obligan a llevar puesta su camiseta para diferenciarlos. Un compañero se quería poner una con la foto de sus hijos y no le dejaron. Son unos vendidos. En lugar de ser una marcha de miles de mineros hacia Madrid, solo pueden ir 180 bajo las órdenes de las cúpulas sindicales. Es una vergüenza”.
Intereses ocultos: Prejubilaciones y malversación de los fondos mineros
Una cosa es reclamar que no se cierren las minas, ya que de ello depende la vida de miles de familias. Otra cosa es pedir el cumplimiento del pacto del Gobierno que acordó no cerrarlas hasta el 2018. Si alguno de nosotros fuera minero ¿cuál de las dos exigencias reclamaría?
Si le quedan más de 6 años para prejubilarse, no dudaría en impedir el cierre. Si en cambio pudiera percibir su prejubilación si se cumpliera el pacto, es posible que se conformara solo con eso. Si ya fuera prejubilado estaría ahora mismo en una tumbona bajo el sol de Benidorm. El imperdonable delito del Gobierno ha sido no planificar, considerar ni crear alternativas reales de trabajo para las comarcas mineras. El delito imperdonable de dirigentes sindicales y empresarios, como José Ángel Fernández Villa y Victorino Alonso García, entre otros, principales culpables según la opinión, a media voz por el miedo, de una gran parte del colectivo de mineros, ha sido malversar con los fondos mineros y las subvenciones recibidas, anteponiendo sus propios intereses al de los trabajadores mineros, a los afiliados que se suponen han de defender. “Ladrones”, “corruptos”, “sinvergüenzas”, son los adjetivos más educados que desprenden las acaloradas voces de las miles de familias que se saben estafadas por ellos.
¿Dónde están los fondos mineros?, es la pregunta más repetida día tras día, el interrogante que, al ocultarnos está información, no nos hacemos quienes solo conocemos, una vez más, una verdad a medias.
“Autopistas, rotondas, piscinas, una residencia universitaria que no va a ser utilizada, un hospital totalmente equipado que ha sido inaugurado cinco veces y nunca verá un paciente. Nos han robado todos los fondos mineros que podían asegurarnos un futuro. Ha sido el mayor fraude en la historia de Asturias. ¿Qué hicieron con los fondos mineros? El primero que nos tiene que dar explicaciones es Gabino de Lorenzo, el que fue alcalde de Oviedo y ahora con un par de narices es el actual delegado del gobierno en Asturias, que nos explique tanto él como el resto de los responsables a nivel local y regional ¿En qué los invirtieron? En lugar de crear otro tipo de tejido industrial, algún tipo de recurso alternativo al carbón que nos diera trabajo a todos, se han gastado todo el dinero en estupideces”.
Desprotegidos ante el Gobierno y desprotegidos ante sus propios líderes sindicales, a los mineros y trabajadores de las cuencas se les ha impuesto una situación en la que solo se divisa una disyuntiva ante la que no les queda más alternativa que levantarse, luchar y exigir lo que les pertenece, rebelarse contra ambos elementos abusadores de su poder: Gobierno y sindicatos
“Habría que preguntar a muchos mineros de Victorino, si los pobres se atreven a decirlo, cuántas horas están la mina, en qué condiciones trabajan y cuánto cobran, porque una parte lo cobran en A y otra en B, bajo unas condiciones pésimas y desde luego pasando más de 40 horas semanales en la mina, las que les manden. Algunos van incluso enfermos a trabajar porque saben que Victorino les puede echar a la puta calle cuando quiera y como quiera. ¿Y ahora pretenden echarnos a todos y cerrar lo poco que nos queda? La violencia es de ellos hacia nosotros, no de nosotros hacia ellos. Nos están obligando a rebelarnos. La sociedad tiene que despertar, tiene que moverse, tiene que ver que hoy están desahuciando al paisano, pero mañana puedes ser tú, tiene que ver que no nos dan alternativa real de trabajo, cerrando esto no queda nada. ¿Hasta qué punto estamos llegando?”
Hay mucha polémica suelta ahí fuera, fruto de prejuicios o de ignorancia. Es cierto que algunos mineros, que se juegan la vida a diario, tienen un sueldo que supera el mileurismo. Sin embargo, los hay, y no son pocos, cuyas cuotas mensuales rozan los insuficientes 900 €. Respecto a las prejubilaciones, podemos decir lo mismo, dependen del puesto que alcanzaron a lo largo de su vida laboral, ya sea por azar o por amiguismo. La estrategia del Gobierno para ir reduciendo el número de trabajadores por pozo ha sido ofrecer sumas considerables para tentar a la prejubilación, aunque la segunda parte del convenio, en la que se obligaba a contratar a nuevos trabajadores en relación con los que se prejubilasen, no la hayan cumplido en absoluto. Así, poco a poco, se han ido reduciendo las plantillas y cerrando pozos. Hay quien dice que ese fue el gran error, que nadie debió aceptar ni una sola prejubilación sin asegurarse antes la contratación de otro trabajador.
“Nos compraron con unas prejubilaciones sin mostrarnos la letra pequeña, no nos dijeron que con ellas deberíamos mantener a nuestros hijos y nietos pues no tendrían futuro para entonces. La gente cree que luchamos por nosotros, pues no, nosotros estamos luchando por las generaciones que vienen detrás. Y mientras, todos los que organizaron esto se van de rositas. Los que realmente estafaron, los que realmente robaron, son de cuello blanco, no es el pueblo. Y encima están criminalizando la protesta, están criminalizando al chaval que se rebela ante esta situación, al chaval que ya no tiene dónde ir ni dónde comer. Porque aquí hay un sector de entre 20 y 30 años que lleva un mes en huelga mantenido por sus padres, los afortunados, otros no tienen donde caerse muertos si esto se cierra. ¿Así cómo va a poder vivir la gente? ¡Miles de parados sin tejido industrial! ¿de qué vamos a vivir?”.
Represión gubernamental y policial
Mientras que se redacta este artículo, varios mineros están siendo detenidos por unos agentes de la Guardia Civil que han entrado, pistola en mano en una población de León, sin importarles que pudieran herir a niños o ancianos en las calles. También en Asturias, en Pola de Lena, uno puede contemplar con inaudita facilidad imágenes que recuerdan a los tiempos de guerra ¿Quién dice que estos no son, para los mineros, momentos peores que los originados por una guerra? Los representantes sindicales, en lugar de dar la cara y responder los políticos siguen, puro en mano, calentando sus sillones. Mientras, mineros y policía se enfrentan día a día en una lucha que parece no tener fin, al menos ningún final feliz.
Suena el teléfono, otro compañero está desaparecido desde ayer. Puede que haya sido detenido y trasladado al Cuartel General de la Guardia Civil en Oviedo. Al parecer se llevaron a seis personas, de los cuales, cuatro detenidos no eran ni siquiera mineros. Los antidisturbios entraron en el bar situado enfrente del Pozo Santiago y se llevaron a todos, entre ellos un pensionista que caminaba por la calle y no tenía nada que ver con el conflicto. Les acusan de alteración del orden público y atentado a la autoridad, a la espera de poder aplicar alguna ley antiterrorista y, escudándose legalmente en ella, mantenerlos encerrados durante las próximas 72 horas.
“Es una vergüenza. Detienen a paisanos indiscriminadamente. Si no consiguen cogernos a nosotros, cogen a cualquiera. Nos acusan de violentos cuando lo único que hacemos es defendernos. Nuestra lucha no es contra la policía, ni contra la Guardia Civil ni contra los antidisturbios. Nuestra lucha es contra los políticos que están acabando con nuestras vidas. Sólo miran por ellos y nosotros les pagamos para que nos representen no para que nos roben. Pero es la historia de siempre, miran por sus intereses, no por nosotros, el pueblo. Nos condenan la vida y si luchamos nos arriesgamos a multas desorbitadas y a penas de cárcel. Es increíble. El mundo al revés. Ya estamos hartos, nadie nos hace caso. Ni siquiera la prensa, ¿para qué crees que son los voladores? Si no hay voladores no tenemos ni un minuto en el telediario. Es así de triste, sí, pero es la realidad”.
Le miro y no puedo creer que de verdad esté diciendo eso. Pero una lágrima lo confirma. Cierto es, resulta asombroso el doloroso silencio con el que la prensa española está hiriendo o ignorando, en el mejor de los casos, al conflicto minero. En ningún noticiario se muestran las imágenes de las batallas campales que están sufriendo cientos de ciudadanos a diario, sólo con voladores se conceden algunos segundos. En ningún periódico se habla del fraude cometido con los fondos mineros y las subvenciones recibidas por las cúpulas sindicales. En ningún sitio se comenta el tema de las jugosas subcontratas, uno de los más preocupantes. Hay cientos de trabajadores bajo cualquier tipo de convenio, como el del metal, trabajando en minas para una serie de subcontratas que no les reconocen los derechos que tendrían si su contrato fuera el correspondiente a la minería. Personas que sufren las mismas dificultades que sus compañeros mineros, pero cobrando la mitad o menos de lo que cobran que ellos. Mismos riesgos diferentes compensaciones.
“En Asturias tenemos un problema, los referentes sindicales que tuvimos, toda la gente que se parte el pecho, la gente que tiene ideales, están apartados, son condenados por los mismos sindicatos. A mí cuando me preguntan ¿Estás en contra del sindicalismo? No, estoy a favor del sindicalismo. Sin el sindicalismo los ciudadanos, la clase obrera, no tenemos nada que hacer. El sindicato es el referente del pueblo. Pero estoy en contra de cómo actúan los sindicatos actualmente, estoy en contra de la política que ejercen, no pueden ofrecer paz social si antes no hay justicia social. Y esto lo olvidaron. Están ejerciendo una agresión social a las capas más bajas”.
Agresión ejercida por el Gobierno, por los propios sindicatos y por los “cuerpos de seguridad”. Al parecer hay varios agentes que se negaron a ejercer brutalidad contra los mineros ya que algunos miembros de sus propias familias lo son. Debería ser sabido por TODOS NOSOTROS que en las barricadas no hay solo mineros, hay también parados, estudiantes y jóvenes en situación de precariedad, padres de familia de cualquier otro sector, cuyos puestos de trabajo desaparecerán si Gobierno y sindicatos logran acabar con la minería en Asturias. Sin embargo, la mayoría de agentes no miran más allá de su porra y su casco, cientos con escopeta y escudo en mano que se adentran en poblaciones cuyo único ‘delito’ es apoyar la lucha de los mineros. Agentes que a diario hacen uso de una fuerza desproporcionada que desde luego no va incluida en su salario, al menos no en el que le pagamos los ciudadanos para protegernos, no para masacrarnos. Ya hay heridos y no solo por pelotas de goma y porrazos, sino sufriendo problemas respiratorios por los gases lacrimógenos, incluidos niños y ancianos.
¿En qué clase de sociedad democrática vivimos?
“El problema es que no tenemos ni políticos a la altura, ni sindicatos, ni empresarios a la altura. Ese es el problema de este país. Los políticos deberían bajar de sus altas esferas a pie de calle y mirar lo que hay a su alrededor. Cuando hablan de bajar los sueldos ¿por qué no empiezan por ellos mismos? Se les tenía que caer la cara de vergüenza. ¿Rescatando bancos que desahucian a miles de familias? Y después ¿ nosotros somos los criminales? Hasta ahí podíamos llegar. Políticos incapaces e ineficaces, desde la derecha hasta la izquierda. Los políticos tienen que rendir cuentas al pueblo, no a sus partidos. Con la que está cayendo en Asturias, tenemos senadores del PP que están votando en contra de la minería, de lo poco que tenemos, van en contra de su propio pueblo. Políticos que prefieren traicionar a su propio pueblo por no traicionar al partido en el que militan, lo cual a mí me parece deleznable y me quedo corto. Porque lo que no puede ser uno es traidor a su tierra, jamás, bajo ningún concepto, con la tierra hay que morir”.
Pocos fueron los que le echaron valor y no apoyaron la decisión del Gobierno de sustraer un 63% de las ayudas a la minería. Tenemos el ejemplo del senador Juan Morano que, al no seguir las directrices de su partido y ser leal a sus principios, ha sido suspendido temporalmente de militancia por “deslealtad” hacia su partido, se le ha abierto un expediente y se enfrenta a una multa de 2.000 €. ¿Éste es el país democrático en el que vivimos?
¿Qué intereses tiene el Gobierno para querer acabar con el carbón español?
“Obviamente lo que sale rentable es producir muy barato y vender muy caro. Se produce en el ‘tercer’ mundo y se vende en el ‘primer’ mundo, eso es la rentabilidad económica para ellos. No hay pueblos pobres, hay pueblos explotados. A ver si empiezan a crear riqueza de la que tenemos y no a base de explotar a otros países. La mafia del carbón en este país es tremenda, el blanqueo que se hizo con el carbón de fuera que era mucho más barato, metiéndolo en las minas de aquí para venderlo como carbón nacional y llevarse todas las subvenciones correspondientes, es una vergüenza. Tenían que estar todos en la cárcel. Desde luego, el que no es culpable de esta situación es el minero”.
Su mujer le coge de la mano y se la aprieta. Sigue en silencio. Él la mira y baja la cabeza, ambos temen lo que se les viene encima.
“Como asturiano me siento traicionado, humillado. Cuando me dicen a mí: ¿Por qué luchas?, yo respondo: ¿pero cómo no voy a luchar?. Tengo que luchar, no por mí, sino por lo que viene detrás. No es solo el carbón. No. Yo ahora mismo lucho por Asturias, por mi pueblo, por mi tierra. El conflicto del carbón es solo una parte. Asturias es el conjunto, Asturias es el parado la construcción, el parado del metal, el parado del campo, el parado del sector naval. Asturias somos todos, una región entera. Queremos que se unifiquen todas las luchas, estar todos unidos para poder cambiar este sistema. Yo lucho por Asturias, y voy a luchar hasta que muera”.
Luchar hasta el final
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El movimiento minero en sí es el último referente de lucha de clases. La minería es el único sector que es capaz de unirse y hacer un frente común de lucha contra el poder del capital que les oprime por todas partes. Saben lo que cuesta luchar por alcanzar conquistas sociales, saben luchar por ello. Es su propia historia, generacional y cotidiana. Lo llevan en la sangre, una lucha reivindicativa que les corre por las venas endurecidas por el carbón.
“No nos deberíamos conformar siquiera con la negociación que pretenden los sindicatos, no deberían robarnos un 60% de las ayudas, ni un 40% ni nada de nada. ¿Reclamar que no cierren minas? Al contrario, debemos luchar porque abran muchas más, por unas condiciones de trabajo humanas, por el reparto de trabajo y reducción de la jornada. Si lo consiguieron en la revolución industrial, si lo consiguieron en los 60 ¿cómo no lo vamos a conseguir nosotros ahora que tenemos más medios para ello? No lo conseguiremos si nos creemos la propaganda que nos quieren meter, si nos quedamos en casa creyendo que aunque vayamos al parlamento de Asturias o al de Madrid no conseguiremos nada. No hombre no, hay que luchar, debemos luchar hasta el final”.
Me da la mano y a continuación un abrazo “No pongas mi nombre pero cuenta todo lo que te he dicho, debemos empezar a decir la verdad, que todo el mundo sepa lo que está ocurriendo, lo que nos están haciendo. Gracias por escucharme. Nos vemos en Madrid “.
El 11 de julio, miles de mineros, trabajadores de otros sectores y familias enteras estarán en Madrid para recibir a la Marcha Negra, que camina desde el 22 de junio procedente de diferentes puntos de España. La manifestación culminará frente al Ministerio de Industria, a la espera de recibir una respuesta que les permita volver a sus casas con un futuro digno ante el que no tengan que agachar la cabeza o dejarse vencer por la necesidad y el hambre.
Sin embargo, ahora es el turno del Gobierno: o toma medidas al respecto o ignora las exigencias de los ciudadanos a los que representa, ¿será capaz de rectificar y estar, por una vez, a la altura de las circunstancias?
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