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domingo, 10 de abril de 2011

El anarquismo de Ricardo Mella

Es una opinión bastante extendida la de que España es el país más importante en la historia del movimiento anarquista. Esta afirmación se basa, fundamentalmente, en el corolario de las realizaciones libertarias durante la Revolución de 1936-1939. Sin entrar en valoraciones, siempre subjetivas, sí podemos afirmar que los logros del periodo revolucionario se debieron a la trayectoria constante del anarquismo en tierras españolas desde, al menos, 1868. Otra opinión también generalmente aceptada es la de que el anarquismo español no tuvo teóricos, sobre todo por ser un movimiento compuesto, fundamentalmente, por obreros autodidactas. Esto no es del todo cierto.


El anarquismo español se caracterizó desde sus orígenes por su labor cultural, dirigida no sólo a la expansión del ideal anárquico sino además a la elevación del nivel cultural general de las capas oprimidas de la sociedad. Esta labor la llevarán a cabo, en un primer momento, elementos intelectuales de origen no proletario que abrazan el ideal de justicia, libertad, igualdad, emancipación y solidaridad que propugnan las teorías libertarias. Gracias a esta labor de propaganda, de entre el proletariado español destacarán militantes que contribuirán poderosamente al desarrollo teórico del anarquismo. Pero sobre todo serán los artesanos y los obreros especializados quienes sobresaldrán en estas tareas de índole teórica, sin abandonar en absoluto las labores organizativas.

Se traduce al castellano no sólo a los teóricos sociales, sino también a los científicos y a los literatos. Se crean periódicos por doquier. En un país con una enorme tasa de analfabetismo, el anarquismo surge con un marcado enfoque pedagógico u planteamientos educativos. En las reuniones obreras, los textos son leídos en voz alta para que sean comprendidos incluso por quienes no saben leer. En este crisol cultural se forjará un movimiento anarquista consciente, combativo y muy enraizado entre la clase obrera de la ciudad y, sobre todo, del campo.

Uno de los militantes anarquistas que destacan por su capacidad teórica es Ricardo Mella. Nació en la ciudad gallega de Vigo el 23 de abril de 1861 (se cumple ahora su 150 aniversario). Su padre fue un artesano sombrerero de ideas republicanas federales. Hay que decir que los republicanos federales representaban el movimiento político más avanzado del momento, incluso podríamos definirlo como "socializante"; su líder, Francisco Pi y Margall, había presidido la efímera Primera República española (1874-1874), pero también fue el introductor de las ideas de Proudhon en España, que llegó a asumir casi en su totalidad. Cuando Fanelli viaja a Madrid y Barcelona para introducir la Asociación Internacional de los Trabajadores contacta en primer lugar con republicanos federales.

A los 14 años el joven Mella abandona la escuela para ponerse a trabajar. Dos años después se afilia al Partido Republicano Federal y comienza su labor propagandista. Fundará varios periódicos. A los 17 años publica un artículo que provoca una querella judicial por la que se le condena al destierro durante dos años. Viajará a Madrid. A la vuelta funda un nuevo periódico, La Propaganda, que durará hasta 1885. Se subtitula "Semanario social, eco de la clase obrera". En esta época inicia su viraje político que le hará abandonar el federalismo republicano y abrazar el anarquismo. Influencia decisiva es la lectura de la Revista Social, editada en Madrid por Juan Serrano Oteyza (1837-1886), anarquista que influirá mucho en su pensamiento, aparte de convencerle para que estudiara ingeniería topográfica y convertirse en su suegro.

Mella destaca enseguida como escritor libertario. También como militante, participando en la organización de la Federación de Trabajadores de la Regional Española, heredera de la Internacional. Colabora en la traducción de "Dios y el Estado" de Bakunin y adopta el colectivismo anarquista, es decir, la teoría que propugna la socialización de los medios de producción pero manteniendo la propiedad privada del producto elaborado por el productor. Tiene cierta precaución ante la otra tendencia económica del anarquismo, el comunismo, por el riesgo que supone de centralización y por consiguiente creación de poder. Participa de las grandes polémicas que se producen en la prensa libertaria de la época, que se desarrollan siempre dentro de los límites de la corrección y el respeto entre compañeros. Escribe un folleto en defensa del colectivismo, pero declarando que el anarquismo no admite adjetivos (ni comunista ni colectivista) y que serán los trabajadores que hagan la revolución quienes decidirán, a través de la práctica, la fórmula económica más idónea. Esta fórmula del "Anarquismo sin adjetivos" fue enunciada por Fernando Tarrida (1861-1915) y adoptada con acierto por la casi totalidad de los anarquistas españoles. En los últimos años de su vida, Mella se orientará más hacia el comunismo, seguramente por influencia de Kropotkin y Malatesta, de quienes había traducido "La ciencia moderna y el anarquismo" y "La anarquía" respectivamente.

Cuando en el periodo revolucionario de 1936-1939 los trabajadores se apropien de los medios de producción ensayarán ambas fórmulas económicas; el colectivismo será predominante en la agricultura y el comunismo en la industria.

Mella basa la teoría anarquista en tres principios: 1) todos los hombres tienen necesidad de desarrollo físico y mental en grado y forma indeterminados; 2) todos los hombres tienen el derecho de satisfacer libremente esta necesidad de desarrollo; 3) todos los hombres pueden satisfacerla por medio de la cooperación o la comunidad voluntaria. Es contrario a todo tipo de violencia, si bien es consciente de que la burguesía no se dejará arrebatar facilmente sus posesiones y privilegios. Propugna una organización económica de la sociedad, alejada de la política, con una defensa a ultranza del individuo. El objetivo es la consecución de la "nueva humanidad". Su crítica moral al poder es demoledora.

En 1885 se celebró en Reus (Cataluña) el Primer Certamen Socialista. Estaba organizado por los anarquistas de la localidad y el objetivo era crear un auténtico cuerpo de doctrina anarquista. Mella presenta dos trabajos: "Diferencias entre el comunismo y el colectivismo" y "El problema de la emigración en Galicia". El éxito del Certamen hace que se repita cuatro años más tarde, esta vez en Barcelona. Este Segundo Certamen Socialista es considerado como un acontecimiento excepcional por la calidad de los trabajos presentados. También de este Certamen sale la canción "Hijos del Pueblo", que se convertirá en un himno muy cantado por los anarquistas de habla hispana de ambos continentes; su autor esconderá su identidad tras las iniciales RCR. Hay que decir que estos certámenes se llamaron "socialistas" para no ser prohibidos por la autoridad gubernativa, que no habría tolerado que se denominaran "anarquistas". En esta segunda convocatoria Mella presentó: "La anarquía: su origen, progreso, evoluciones, definiciones e importancia actual y futura de este principio social", "Breves apuntes sobre las pasiones humanas", "La Nueva Utopía" (novela de política-ficción), "El colectivismo", "Organización, agitación, revolución" y "El crimen de Chicago", obra que relata los sucesos del 1 de mayo de 1886 en los que se lanzó una bomba a la concentración obrera que reivindicaba la jornada de 8 horas, con la consiguiente inculpación de los anarquistas -que habían organizado la manifestación- y el posterior ajusticiamiento de varios de ellos. Es el origen de la celebración del Primero de Mayo, después olvidado en el marasmo de las celebraciones oficiales que han domesticado lo que en origen fue una jornada de lucha.

En 1887 encontramos a Mella trabajando de topógrafo en Sevilla. Allí funda el periódico La Solidaridad, aparte de publicar algunos folletos. A partir de ahora publicará artículos en muchos periódicos libertarios de dentro y fuera de España. En 1893 aparece su obra "La coacción moral", brillante estudio sociológico en el que afirma la posibilidad de una sociedad libre, sustentada en la igualdad de condiciones y sin ningún tipo de gobierno. Define la coacción moral como "la influencia, o si se quiere, la presión que en nuestro ánimo ejercen los sentimientos de nuestros semejantes, presión que (…) tiene carácter de reciprocidad y de ningún modo obedece a cálculos determinados y descansa únicamente en el voluntario acatamiento que los individuos prestan a todo aquello que juzgan equitativamente y que saben es reconocido como tal por sus conciudadanos". Fundamenta el ideal anarquista sobre la libertad individual ilimitada, sin renunciar en ningún momento al naturalismo inherente a la doctrina ácrata y, por tanto, a la vida de relación entre los hombres. En consecuencia, cree que sin independencia personal el individuo queda anulado, pero que sin asociación de individuos la vida es imposible.

En 1894 se publica en castellano la obra de Lombroso "Los anarquistas". Mella, que lee el libro del insigne criminólogo con auténtica fascinación, se desilusiona ante tal cúmulo de incongruencias, sobre todo por la identificación que hace entre revolución y criminalidad; un par de años después, afincado otra vez en Vigo, publica "Lombroso y los anarquistas", su primer libro, que tiene mucho éxito y es traducido al italiano y al holandés. En junio de 1896 se produce en Barcelona un suceso que la propaganda gubernamental achaca sin pruebas a los anarquistas: la explosión de una bomba al paso de la procesión del Corpus. Son detenidos más de 400 anarquistas, de los cuales algunos serán torturados salvajemente en el castillo de Montjuich y cinco de ellos fusilados. Mella, que rechaza los atentados terroristas, escribe en defensa de los acusados su folleto "La barbarie gubernamental". La represión estatal consigue su objetivo de hacer caer al anarquismo en una espiral de violencia: en agosto de 1897 es asesinado Antonio Cánovas, presidente del Gobierno, por el anarquista italiano Michele Angiolillo. En el juicio que le condenó a muerte declaró haber cometido el magnicidio para "vengar los sufrimientos de los que habían sido torturados en Montjuich".

El movimiento anarquista es fuertemente golpeado; también sus estructuras organizativas. A la hora de reorganizar el anarquismo, Mella es partidario del pacto simple basado en la solidaridad y en la igualdad, para no caer en el dirigismo. Alerta del peligro de la supeditación de la libertad individual en las organizaciones libertarias. Critica la delegación, las votaciones y el aparato burocrático de la antigua sección española de la Internacional. Lo que propugna es un pacto libre que una en la solidaridad a los diferentes grupos anarquistas, algo no muy distinto al pacto asociativo que, veinte años más tarde, Fabbri y Malatesta redactarán para la Unión Anarquista Italiana.

En los años finales del siglo XIX y primeros del XX, Mella dará a la imprenta varios trabajos: "La ley del número", "Del amor: modo de acción y finalidad social", "Táctica socialista" y "La bancarrota de las creencias", aparte de seguir colaborando con la prensa libertaria. El primer folleto citado enjuicia la ficción democrática, la ineficacia de la ley de mayorías; el último combate el jacobinismo anarquista y provoca encendidas polémicas.

En 1901 Francisco Ferrer (1859-1909) crea la Escuela Moderna, la realización pedagógica quizá más importante del anarquismo. Mella, que plantea una enseñanza científica y antidogmática alejada de la política, critica la obra de Ferrer por el riesgo a impartir una enseñanza excesivamente dogmática. Se opone a quienes desean hacer de la enseñanza racionalista un instrumento para la expansión de la doctrina anarquista, en lo que coincide con el propio Ferrer. Recalca Mella: "La escuela no debe, no puede ser ni republicana, ni masónica, ni socialista, ni anarquista, del mismo modo que no puede ni debe ser religiosa (…) hay que instituir la enseñanza arrancando a la juventud del poder de los doctrinarios, aunque se digan revolucionarios".

En materia religiosa, Mella destaca como crítico furibundo. Alejado del recurrente "ascetismo ácrata", plantea la satisfacción de las necesidades corporales de modo natural y espontáneo. Opone a la caridad cristiana la solidaridad humana.

Por iniciativa de Mella surgirá en 1910 el periódico El libertario, cuya redacción pasa por las ciudades de Gijón, Vigo y Madrid, y durante una época tendrá que cambiar la cabecera por la de Acción libertaria para burlar la censura gubernativa. En este periódico colaboran los más destacados propagandistas libertarios del momento.

También es 1910 un año determinante en el movimiento libertario español. Como corolario de un proceso federativo entre las distintas sociedades obreras, se crea la Confederación Nacional del Trabajo. Mella saluda con entusiasmo la creación de este gran sindicato revolucionario, aunque igualmente expresa sus reservas en cuanto a la organización, por lo que puede tener de burocrática. Por motivos similares se opone ferozmente al regionalismo, incluso combatiendo la tesis de Kropotkin a favor de las nacionalidades oprimidas.

En 1914 es nombrado director-gerente de la Compañía de Tranvías de Vigo, cargo que ejercerá hasta su muerte de forma honesta y sencilla. Al estallar la Primera Guerra Mundial se declara aliadófilo, postura a la que se opone la casi totalidad de los anarquistas españoles, consecuentes con el pacifismo libertario. Este hecho provoca la retirada de Mella de toda militancia. Tan sólo publica algún artículo en la revista mensual Renovación, que aparece en 1916 y cuya cabecera sugiere él mismo, en una clara alusión a la necesidad del anarquismo de renovarse constantemente.

Ricardo Mella muere en 1925. Su entierro constituye una emotiva manifestación de dolor popular en el que millares de personas acuden al cementerio civil de Vigo. Errico Malatesta escribe:



"Ricardo Mella, que merecería ser más conocido fuera de España, fue uno de los mejores teóricos del anarquismo y sus escritos, que serán recopilados y difundidos por los compañeros de lengua española, son un modelo de razonamiento clarividente y de forma, al mismo tiempo, elegante y popular.

Mella pertenece a la escuela de los primeros bakuninistas españoles. Llegado, muy joven aún, al anarquismo desde las filas del partido federal, fue uno de los primeros propagandistas en España de la Alianza de Bakunin y de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Desde 1882 hasta 1914 desplegó una actividad extraordinaria.

Luego estalló la guerra. Mella, por un error en el que nosotros no caímos, creyó en las mentiras que las dos partes enfrentadas propagaban para esconder sus fines capitalistas y fue partidario de los 'aliados'. Pero el error, en él como en Kropotkin, Cherkesov (también muerto hace poco) y otros, fue causado por su gran amor por la justicia, la paz y la libertad. Pero la bondad de las intenciones y la sinceridad no pudieron impedir que se encontrase en una posición falsa frente a la masa de los anarquistas -en donde había muchos discípulos suyos- que con esto no estuvo de acuerdo. Desde entonces cesó casi su actividad literaria.

Ricardo Mella gozó de la estima de los mismos adversarios, por la rectitud de su carácter y la fuerza de su ingenio, siendo profundamente querido por los compañeros y por el proletariado español al que había consagrado su vida" (Pensiero e volontà, nº 13, Roma, 16 octubre 1925).

Como resumen de sus teorías, podemos decir que Mella defiende la idea y la revolución interna y personal, la autorrevolución, incluso más que la acción misma. Lo importante para él es el ejemplo personal y la coherencia en la conducta, que debe llevar a una rebeldía contra toda autoridad impuesta y contra todo intento de comprometer la libertad individual, y que gracias a la misma expansión del ideal, dará paso a la revolución auténtica.

fuente: Tierraylibertad

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