Cuando falleció Teresa Claramunt, otro mito femenino del anarquismo español, Soledad Gustavo (alias de Teresa Mañé), escribió el que todavía sigue siendo su retrato biográfico más completo hasta entonces que comienza diciendo: La juventud de ahora apenas conoce su nombre, sin embargo, Teresa Claramunt representa cerca de cincuenta años de agitación revolucionaria y de propaganda anarquista, consecuencia que a la hora de la hora son muchos los llamados y pocos los elegidos. Y ajusta: Ni las persecuciones autoritarias, ni los desengaños sufridos de propios y extraños, lograron hacer vacilar su fe en el ideal de emancipación humana. En términos muy parecidos se expresaría más de medio siglo mas tarde su hija, Federica Montseny Mañé, cuando afirma: Teresa Claramunt era ante todo una mujer obrera, la mujer que representaba la clase obrera por autonomasia, y que además la representaba muy bien. Era una persona guapa y cien plantada. Tenía una voz envolvente y muy pronto se distinguió como la figura excepcional de la mujer obrera, sin gran cultura, sin una gran preparación, con faltas de ortografía incluso, pero con una inteligencia natural. Todo ello le valió un gran prestigio entre los trabajadores, sobre todo, entre las mujeres de Cataluña. Tanto era su prestigio, que cuando llegó el proceso de Montjuich, la detuvieron y fue a parar al castillo. Luego, también fue desterrada. Pasó la mitad de su vida en la cárcel, la primera vez ocho años y luego siete u ocho años más (...) Fue una mujer de total entrega que a veces me he preguntado: ¿como tuvo tiempo de tener tantos hijos...que se le murieron casi todos pequeños, porque era la época en la que los hijos se morían?
Todavía no se ha añadido nada a los pocos datos que se conocen sobre esta mujer que ha sido comparada en muchas ocasiones con Louise Michel. Se sabe que nació en una ciudad con una amplia solera obrerista: Sabadell. Ocurrió en 1862. Veintidós años más tarde su nombre aparece en el "Acta de constitución de la sección Varia de trabajadores anarco-colectivistas de Sabadell" y en cuyo preámbulo se puede leer: En Sabadell, local del Ateneo Obrero, a las 9 de la noche del 26 de octubre de 1884, se reunieron las obreras que con anterioridad habían acordado asociarse, formando parte de la Federación española de Trabajadores, a fin de coadyuvar a la emancipación de los seres de ambos sexos y luchar enérgicamente en pro del Cuarto Estado.
Había trabajado desde muy joven en el ramo textil y fue influenciada ideológicamente por las conferencias y los artículos del ingeniero Tárrida de Mármol. Sus actividades pronto trascendieron a la organización de este grupo anarquista femenino. Aunque no tuvo instrucción ninguna, su formación autodidacta la llevó a escribir en la prensa libertaria tanto en catalán como en castellano. Pero lo que la convirtió en "la única mujer revolucionaria que hubo en España" (Soledad Gustavo), fue su "alma bien templada", su “capacidad para jugarse la vida y la libertad "en más de una ocasión, para participar o llevar a cabo algún hecho que un hombre habría fracasado indudablemente, pero en el que una mujer tenía posibilidades de éxito" (idem).
En este último sentido su "curriculum vitae" es sin duda apasionante. Después la encontramos entre una larga actividad anónima en 1888 y 1889 en Portugal, junto con su compañero cuyo nombre nadie menciona. Se sabe que colaboró con los grupos anarquistas locales. Ya es conocida ampliamente por la policía y en 1893, un año de gran agitación laboral en Barcelona, fue detenida a la salida de un mitin. Su prestigio como oradora y organizadora animó a los jefes policíacos a detenerla por los motivos más disparatados. En 1893, a raíz del atentado perpetrado por un tal Santiago Salvador que arrojó dos bombas sobre la platea del Gran Teatro del Liceo de Barcelona -el mito cultural de la burguesía de la ciudad- como réplica airada a la ejecución de Paulino Pallás por su anterior atentado contra el general Martínez Campos, Teresa fue encerrada... La explosión de una de las bombas -la otra cayó sobre la falda de una asistente y no explotó- causó veinte muertos, diez de ellos mujeres, además de una gran cantidad de heridos. No tardó en ser liberada cuando se demostró que Teresa no tenía nada que ver con la acción terrorista. Sus métodos y sus fines eran de signo muy diferente.
No obstante, había un interés manifiesto por parte de la policía en vincularla con este tipo de acciones. De esta manera, cuando el 6 de enero de 1896 estalló una bomba entre la multitud humilde que acompañaba una procesión del Corpus por la calle barcelonesa de Cambios Nuevos, Teresa Claramunt fue de nuevo detenida. La bomba ocasionó la muerte de cinco trabajadores mientras que las autoridades, que iban a la cabeza de la procesión, no sufrieron ningún daño. Sospechosamente nunca apareció al autor del crimen, pero la represión gubernamental aprovechó la ocasión para tratar de nuevo de acabar con el fenómeno anarquista "a su manera". Teresa Claramunt fue llevada a la cárcel de mujeres, en tanto que un tal capitán Portas acompañado por un amplio equipo de profesionales de la tortura -un "metier" que acompaña en la sombra la historia del movimiento obrero-, iniciaba en el castillo de Montjuich su actuación a gran escala contra militantes y simpatizantes del anarquismo. Soledad Gustavo relata que lo que Teresa sufrió en aquel cautiverio es imposible (...), azuzada y perseguida por las monjas que interiormente se cuidaban de aquel establecimiento, pasó muchas desazones y gracias a su energía pudo salir lo mejor posible de sus manos...
Cuando Teresa pudo enterarse de los martirios que se infligían en el castillo armó tal escándalo que las autoridades consideraron conveniente callarla también "a su manera". Una noche fue llevada ante el siniestro capitán y amenazada gravemente. No se arredró y mantuvo sereno el ánimo de lucha que le caracterizaba: "dentro de la fortaleza y encerrada en un calabozo lleno de miserias, oyendo los lamentos de los que en otros calabozos estaban sometidos a torturas y con la horrible pesadilla de lo que sería para ella el mañana..."
Encerrada en Montjuich, Teresa Claramunt esperó la celebración del famoso proceso que llevaría el nombre del siniestro castillo. El Estado pidió 28 penas de muerte y 57 condenas perpetuas, entre las que había una para ella. No obstante, gracias a la intensa campaña que estaba desarrollando en Londres y en París su maestro, el publicista Tárrida de Mármol, que había logrado escapar gracias, a algunas influencias familiares, su condena fue la del destierro. Por aquel entonces Teresa Claramunt se había convertido en una anarquista de leyenda. Expatriada primero a Londres y luego a París, Teresa siguió su trayectoria militante. Siguió siendo también, como siempre, una trabajadora y su casa se convirtió en un centro de ayuda y asistencia para los perseguidos por el orden. En 1898 pudo regresar de nuevo a España e intervino en la campaña de revisión de los procesos anarquistas. La acusada se convirtió en acusadora. Su prestigio le abrió nuevas posibilidades para desarrollar una extensa participación en la agitación y la propaganda por las reivindicaciones proletarias, y para facilitar estas tareas fundó, en 1901, la revista El Productor, que tuvo una gran difusión en los medios obreristas. En el gran mitin del Circo Barcelonés, del día 16 de febrero de 1902, lanzó un emotivo y apasionado llamamiento en solidaridad con los huelguistas del ramo metalúrgico, que extendió notablemente la gran huelga general de Barcelona -la más importante del movimiento obrero de entonces- que tuvo lugar entre los días 17 y 24 de febrero de aquel año, y en la que se paralizó la vida ciudadana y participaron miles de trabajadores. Fueron batallas como ésta la que afirmaron el terreno inicial de la CNT.
También fue detenida durante estos últimos acontecimientos. Cuando fue liberada se lanzó de nuevo a la lucha. En 1903 la encontramos, junto con Leopoldo Bonafulla, con el que seguía publicando El Productor, realizando una excursión propagandística por Andalucía hasta donde se había extendido su prestigio. Las autoridades no lo iban a permitir y fue detenida en Ronda. Bajo la custodia de la Guardia civil fue conducida hasta Málaga sobre los lomos de un borrico y desde allí fue reenviada a Cataluña. En sus actividades como agitadora, Teresa se preocupaba sobre todo de evidenciar las injusticias del capitalismo a través de datos y ejemplos vivos y concretos; nunca tuvo una especial predilección por la teoría y se encuadraba en el amplio campo de los "anarquistas sin adjetivos". En todos sus artículos y arengas hay una preocupación básicamente activista, no exenta de una sensibilidad feminista que no iba, por lo general, mucho más lejos de los propios planteamientos de la corriente anarquista.
Un ejemplo de su estilo y preocupaciones la tenemos en esta larga cita: En el Pont de Vilamara, en las inmediaciones de Manresa (Barcelona), la explosión de una caldera de vapor ha sepultado a un gran número de mujeres y niñas y algunos hombres. Se sabe positivamente que la máquina no reunía la seguridad que la ley exige y, además, al ser detenido el maquinista confesó que la máquina estaba en mal estado a consecuencia de la continua presión, pues la mayoría del tiempo trabajaba con mas fuerza de la que su potencia requería. El burgués ya estaba avisado del peligro, pero como que dicho señor no tenía otra participación en la fábrica que la de retirar las ganancias, al ponerle en conocimiento el estado deficiente de la máquina, contestaba: 'Ya, ya. Lo tengo en cuenta. Ya veremos. Ya miraré, continuando las cosas de la misma manera, hasta el día fatal que pagaron con sus vidas un gran número de víctimas...
Las víctimas son mujeres y niñas de cinco años y hombres, y no sólo regatean las frases de la más vil compasión, sino que también ocultan las edades "de esas tiernas criaturas , que no más nacer, la fiera burguesa ya les chupaba la sangre, la vida hermosa de la infancia. El número de víctimas todavía no lo ha transmitido la prensa y hasta la llamada liberal, ha escaseado los datos más sencillos. Luego esos mismos periódicos dedicaron insulsos artículos al bello sexo, tiernas poesías a la infancia. !Hipócritas! !infames! ¿Es qué acaso la mujer obrera no pertenece al mismo sexo que la mujer burguesa?. ¿Es que acaso el niño que nace en humilde casa no sonríe con la misma inocencia que el que nace en un palacio?
Ya lo ves, mujer proletaria, nuestros hijos no inspiran a nadie ningún sentimiento noble. Nosotras, las mujeres obreras, no pertenecemos al sexo débil, ya que esos sietemesinos consideran muy natural que recaiga sobre nosotras el trabajo pesado de las fábricas. No pertenecemos tampoco al sexo bello, porque nuestros cuerpos destrozados no les despierta el sentimiento de justicia. Para ser mujer, según esas gentes, se ha de gastar aromas, se ha de cubrir el cuerpo de sedas y encajes. En nuestro hijo no ven el tierno infante que con sus lloros conmueve a las piedras, que su sonrisa es el sol que penetra en el corazón y su alegre mirada suaviza las borrascas de la vida. Nada de eso ven. Ya lo sabéis, obreras, en la sociedad actual existen dos castas, dos razas: la de nosotras y nuestros compañeros y las de esos zánganos con toda su corte. No tendremos pan, ni dicha, ni vida, ni seguridad para nuestros seres queridos y para nosotras, hasta que desaparezca del todo esa maldita raza de parásitos. !A trabajar, pues, proletarias; nuestra dignidad y nuestro amor lo exige!.
Como en Louise Michel, hay una profunda sensibilidad pero no una concepción clara de la cuestión feminista en el sentido clásico del término, pero que su ideas sobre la cuestión eran avanzadas lo demuestra su opúsculo, La mujer. Consideraciones sobre su estado ante las prerrogativas del hombre (1903), en el que aparecen algunas ideas notables. Teresa crítica al hombre que trata de imponer en su casa el "principio de autoridad" con el fin de subyugar a la mujer, resultando por lo tanto, incluso en el caso de los proletarios, también culpables de la opresión y humillación que sufren sus compañeras. Teresa considera que aunque el hombre sea físicamente más fuerte que la mujer, con el tiempo las maquinas han eliminado esta diferencia a la hora del trabajo y plantea la reivindicación de que a trabajo igual salario igual. Achaca a la educación el estado de postración de la mujer, educación que transmiten a sus hijos. Apunta que la mujer ha de autoemanciparse y que para ello ha de establecer su propia organización, pero estos criterios difícilmente podían tener una posible traducción práctica en un momento histórico en el que la franja de mujeres militantes es puramente testimonial y se sitúa, por lo general, a remolque de sus compañeros.
En su intrépido itinerario militante hay otra fecha clave: la Semana Trágica de 1909. Fue detenida de nuevo por su participación en las lucha y enviada a Zaragoza. Dos años más tarde, una huelga general le abre de nuevo las puertas de la prisión, esta vez con una condena de tres años. La acusación es la clásica: agitadora anarquista. Será con ocasión de este largo encarcelamiento cuando hará su primera aparición una enfermedad que le llevará más tarde a la tumba: la parálisis. Prosigue con cada vez más dificultades su actividad militante, pero su nombre es indispensable para conocer el desarrollo del movimiento anarcosindicalista aragonés. Se encuentra postrada en la cama cuando la irrumpe en su casa con un nuevo motivo: la ejecución del cardenal Soldevila, conocido por aconsejar la utilización de los métodos fascistas en ciernes contra los trabajadores. En esta ocasión no están desencaminados, al parecer, fue Teresa Claramunt la que sugirió el nombre del cardenal a Durruti y Ascaso cuando fueron a verla como una alternativa a un atentado contra miembros anónimos de los cuerpos represivos.
Durante varios años habitó en Sevilla, en casa del cenetista sevillano Antonio Ojeda, que le brindó su hospitalidad para que pudiera curarse con tranquilidad de su enfermedad. Sin embargo, Teresa no deja de intervenir. En 1923 habla en un importante mitin contra la dictadura en Sevilla y en 1924 se traslada a Barcelona. Su casa en esta ciudad se convirtió en un lugar muy transitado por la corriente anarquista y entre sus visitantes ilustres se cuentan Max Nettlau y Emma Goldman, que la trataron con fervor. Todavía en 1929 tomó parte en un mitin. Murió en víspera de la instauración de la II República, el 11 de abril de 1911. Federica Montseny recuerda su entierro "el 14 de abril y por todos los centros republicanos por dónde pasábamos, por todas partes, las banderas se inclinaban al paso del entierro, entierro al que acudieron más de 50.000 personas en Barcelona. Su figura, ahora olvidada, ejerció una enorme influencia, sobre todo entre la juventud (...) !Me acuerdo tanto de ella! . Cada sábado íbamos a verla un grupo de muchachas y a su lado nos formábamos, no ideológicamente, ni culturalmente, sino sentimentalmente por la atracción de esta figura que comparábamos a Sofía Brakuskaia ya las grandes nihilistas rusas" .
Por su parte, Lola Iturbe concluye así el retrato de Teresa escrito por Soledad Gustavo: “...Sólo queremos remarcar la gran obra realizada por ella, desde 1884 a 1931, año de su muerte. !47 años de prisiones, de destierros, trabajos, desengaños, persecuciones y amarguras! !Qué gran fortaleza de espíritu necesitó para ello! Sin embargo, Teresa no consideró que hiciera en su accidentada vida nada extraordinario. Debió pensar que para la bondad de su idealismo anarquista con todo cuanto había realizado en su vida estaba bien recompensada". Gracias a la ignorancia de las autoridades franquistas una calle con su nombre, ubicada en el distrito IX de Barcelona, se ha mantenido hasta el presente.
Pepe Gutierrez
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