Las movilizaciones fueron respaldadas por miles de estudiantes y trabajadores, que reclaman reformas al sistema capitalista, lo que redobló la presión sobre el Gobierno del presidente Sebastián Piñera golpeado por un desplome de su popularidad.
Según los convocantes, esta fue la mayor movilización realizada desde el retorno a la democracia, con más de 600.000 personas que participaron en las distintas manifestaciones, mientras que la policía no había revelado sus cálculos. Con banderas chilenas, pancartas y bailes folclóricos, miles de manifestantes recorrieron bajo un ambiente festivo las calles de Santiago.
La Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) dijo que más del 80 por ciento de los trabajadores públicos paralizó sus actividades.
Los actos del jueves finalizaron con violentos choques entre manifestantes y la policía, que utilizó balas de goma, carros lanza agua y gas lacrimógeno para reprimir las protestas ciudadanas en la capital y otras ciudades.
En Santiago se debió fundamentalmente a la negativa del Gobierno, apoyada por los organizadores de la marcha, de permitir que la manifestación llegue hasta La Moneda, casa presidencial. A su vez, la negativa de miles de manifestantes a acatar esa prohibición ilegal, provocó enfrentamientos hasta la tarde-noche de hoy.
En algunos puntos de Santiago, la policía y los manifestantes se enfrentaron a palos, mientras otros represores intentaban desactivar rotura de cristales de bancos y tiendas de lujo. Una iglesia también fue dañada, lo que muestra la diferencia que hay entre la iglesia del inicio de la dictadura, que defendía a militantes y presos políticos, y la actual, que defiende al capital.
Los disturbios de hoy jueves fueron antecedidos por destrozos, barricadas y enfrentamientos durante la noche del miércoles y hasta la madrugada, en una jornada vista por la gente como de ataque estatal. En los dos días de paro, un hecho que no ocurría en 20 años, más de medio millar de personas fueron detenidas y decenas resultaron heridas por la represión.
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